Anexo:Tumbas papales en la antigua basílica de San Pedro
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Las tumbas papales de la Antigua Basílica de San Pedro fueron los lugares de último descanso de varios Papas, la mayoría de los que gobernaron entre el siglo V y el XVI. La mayor parte de esas tumbas fueron destruidas entre los siglos XVI y XVII durante la demolición de la antigua basílica vaticana, excepto aquellas ya desaparecidas durante el Saqueo de Roma en el año 846. Las sobrevivientes a aquellos dos eventos fueron transferidas a la actual basílica, que se sitúa en el mismo lugar de la anterior, y un puñado de otras a varias iglesias de Roma.
Junto con variados traslados desde las antiguas catacumbas de Roma y de la Basílica de San Juan de Letrán, que sufrió dos incendios en el siglo XIV, la reconstrucción de la Basílica fue la responsable principal de la destrucción de la mitad de las tumbas papales aproximadamente. Como resultado de ello, Donato Bramante, el arquitecto en jefe de la construcción de la nueva basílica, fue apodado como il Ruinate.[1]
Aunque la basílica constantiniana fue completada en el siglo IV, el primer papa en ser enterrado en ella fue León IV, muerto en 461.[2] A través de los siglos, tanto el atrio como las Capillas y la nave de la basílica alojaban las numerosas tumbas papales, las cuales fueron emplazadas en distintas secciones de la iglesia mientras se llevaba a cabo la construcción. Lo que salvó, y se mantiene en la actualidad, son un par de sarcófagos y fragmentos de esculturas.[3] Julio II, el Papa que inició la destrucción de la basílica constantiniana, buscaba despejar espacio para su tumba, de dimensiones monumentales.[4]
Poco se conoce sobre el lugar y la apariencia de las tumbas originales. Giacomo Grimaldi, senador de Génova, realizó uno de los principales inventarios sobre las tumbas papales del Antiguo San Pedro, realizando bocetos de éstas mientras eran trasladadas desde la basílica hacia otros sectores.[5] Sus dibujos muestran la forma y la complejidad de éstas antiguas tumbas.[3] Un par de tumbas destruidas fueron igualmente detalladas en los escritos de Alfonso Chacón.[6]