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libros del Nuevo Testamento atribuidos a Pablo de Tarso De Wikipedia, la enciclopedia libre
Las epístolas paulinas son un conjunto de trece o catorce cartas (epístolas) escritas o atribuidas a Pablo de Tarso y redactadas en griego koiné en el siglo I. Se trata de un corpus de escritos representativos del llamado cristianismo paulino, una de las cuatro corrientes básicas del cristianismo primitivo que terminaron por integrar el canon bíblico.[1] De las epístolas paulinas nos han llegado copias tan antiguas como el papiro 46 datado de los años 175-225.[2] Las epístolas paulinas (o al menos una parte de ellas) fueron aceptadas unánimemente por todas las Iglesias y son para el cristianismo, ya desde sus primeros tiempos, una fuente ineludible de pensamiento y de espiritualidad.
Epístolas paulinas | ||
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de Pablo de Tarso | ||
San Pablo, a quien se le atribuye la redacción de las epístolas paulinas, que conforman parte del Nuevo Testamento | ||
Idioma | Griego koiné | |
Contenido | ||
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Epístolas | ||
Epístolas paulinas | ||
Las epístolas no son cartas en el sentido habitual de correspondencia sino que incluyen textos de catequesis, polémicas, preceptos litúrgicos y reglas de convivencia, credos y especulaciones teológicas, recuerdos personales e ideas filosóficas y cristológicas variadas y a veces contradictorias entre sí.[3]
Suelen distinguirse las llamadas epístolas paulinas auténticas, que tienen en Pablo de Tarso su autor prácticamente indiscutido, de las epístolas paulinas pseudoepigráficas —también llamadas deuteropaulinas—, un conjunto de escritos epistolares que se presentan como suyos pero que la crítica moderna, conocedora del fenómeno de la pseudoepigrafía típico de las obras antiguas orientales y griegas, atribuye a otros autores asociados de manera más o menos cercana con Pablo.[4]La epístola más controvertida es la de los Hebreos, que se considera unánimemente obra apócrifa.
Las siete epístolas consideradas auténticas (Epístola a los romanos, Primera y Segunda epístola a los corintios, Epístola a los gálatas, Epístola a los filipenses, Primera epístola a los tesalonicenses —probablemente la más antigua—, y Epístola a Filemón), dirigidas a creyentes cristianos de diversas iglesias casi todas fundadas por el propio Pablo, conforman la sección más antigua del corpus del Nuevo Testamento. La crítica textual moderna sostiene que fueron escritas por el Apóstol apenas 20-25 años después de la muerte de Jesús de Nazaret.[5]No obstante, algunas de ellas no fueron escritas tal cual por Pablo sino que se trata de compilaciones de varios textos; en particular la larga primera epístola a los Corintios.[3]Algunos pasajes, por otra parte, podrían ser interpolaciones posteriores; por ejemplo el Cántico del amor (1 Cor 13), la orden a las mujeres de callarse en las asambleas (1 Cor 14,33-35) o la diatriba contra los judíos (1 Tes 2, 13-16).[6]
Las epístolas paulinas suelen situarse entre los Hechos de los Apóstoles y las epístolas católicas (también llamadas epístolas generales) en las ediciones modernas de la Biblia. En la Antigüedad se solían colocar al comienzo del Nuevo Testamento (en la mayoría de los manuscritos griegos),[7] o al final del mismo (manuscritos minúsculos 175, 325, 336 y 1424) .
En las ediciones actuales del Nuevo Testamento las epístolas paulinas se presentan en el orden siguiente:
Nombre | Destinatarios | Griego | Abreviaturas | ||
---|---|---|---|---|---|
Completo | Mín. | ||||
Romanos | Iglesia en Roma | Πρὸς Ῥωμαίους | Epistula ad Romanos | Rom | Ro |
1 Corintios | Iglesia de Corinto | Πρὸς Κορινθίους Αʹ | Epistula I ad Corinthios | 1 Cor | 1C |
2 Corintios | Iglesia de Corinto | Πρὸς Κορινθίους Βʹ | Epistula II ad Corinthios | 2 Cor | 2C |
Epístola a los Gálatas | Iglesia en Galacia | Πρὸς Γαλάτας | Epistula ad Galatas | Gal | G |
Epístola a los efesios | Iglesia en Éfeso | Πρὸς Ἐφεσίους | Epistula ad Ephesios | Eph | E |
Epístola a los filipenses | Iglesia en Filipos | Πρὸς Φιλιππησίους | Epistula ad Philippenses | Phil | Phi |
Epístola a los colosenses | Iglesia de Colosas | Πρὸς Κολοσσαεῖς | Epistula ad Colossenses | Col | C |
1 Tesalonicenses | Iglesia en Tesalónica | Πρὸς Θεσσαλονικεῖς Αʹ | Epistula I ad Thessalonicenses | 1 Tesalonicenses | 1Th |
2 Tesalonicenses | Iglesia en Tesalónica | Πρὸς Θεσσαλονικεῖς Bʹ | Epistula II ad Thessalonicenses | 2 Thess | 2Thh |
1 Timoteo | San Timoteo | Πρὸς Τιμόθεον Αʹ | Epistula I ad Timotheum | 1 Tim | 1T |
2 Timoteo | San Timoteo | Πρὸς Τιμόθεον Αʹ | Epistula II ad Timotheum | 2 Tim | 2T |
Tito | San Tito | Πρὸς Τίτον | Epistula ad Titum | Tit | T |
Epístola a Filemón | San Filemón | Πρὸς Φιλήμονα | Epistula ad Philemonem | Philem | P |
Hebreos* | Discutido | Πρὸς Ἑβραίους | Epistula ad Hebraeos | Heb | H |
Este orden es notablemente coherente en la tradición manuscrita, con muy pocas desviaciones. El principio evidente de organización es la longitud descendente del texto griego, pero manteniendo las tres epístolas pastorales dirigidas a individuos en una sección final separada. La única anomalía es que Gálatas precede a la ligeramente más larga Efesios.[8]
De estas epístolas cuatro son personales (a Filemón, a Tito, Primera y Segunda a Timoteo), mientras que el resto son colectivas (Primera y Segunda a los Tesalonicenses, a los Gálatas, Primera y Segunda a los Corintios, a los Romanos, a los Filipenses, a los Colosenses y a los Efesios), esto es, no dirigidas a una persona en particular sino a la comunidad eclesiástica de manera colectiva.
Fecha | Nombre | Localización de la autoría |
---|---|---|
c. 48 | Gálatas | Antioquía (incierto) |
c. 49–51 | 1 Tesalonicenses | Corinto |
c. 49–51 | 2 Tesalonicenses | Corinto |
c. 53–55 | 1 Corintios | Éfeso |
c. 55–56 | 2 Corintios | Macedonia |
c. 57 | Romanos | Corinto |
c. 62 | Efesios | Roma |
c. 62 | Filipenses | Roma |
c. 62 | Colosenses | Roma |
c. 62 | Filemón | Roma |
c. 62–64 | 1 Timoteo | Macedonia |
c. 62–64 | Tito | Nicópolis |
c. 64–67 | 2 Timoteo | Roma |
Con respecto a la Epístola a los Hebreos, aunque tradicionalmente se la ha considerado paulina y por tanto se la enmarca en esa categoría, la crítica bíblica actual señala que el autor no es propiamente Pablo. De hecho, en su texto no se indica ni el remitente ni los destinatarios y, en el siglo III, Ireneo de Lyon dijo que la mentalidad era de Pablo pero que la pluma solo Dios lo sabe.[10]En las ediciones modernas, esta epístola se coloca al final de las cartas de Pablo y antes de las epístolas generales. Esta práctica se popularizó a través de la Vulgata del siglo IV por Jerónimo, que era consciente de las antiguas dudas sobre su autoría, y también se sigue en la mayoría de los manuscritos medievales bizantinos sin apenas excepciones.[8]
La colocación de Hebreos entre las epístolas paulinas es menos consistente en los manuscritos:
Los escritos atribuidos a Pablo mencionan varias de sus cartas que no se han conservado:
Varias otras epístolas fueron atribuidas a Pablo en el curso de la historia, pero ahora se consideran pseudoepigráficas:
El objetivo de estas cartas es dar instrucciones a los cristianos sobre el modo de comportarse y responder a sus inquietudes. En general el autor da ánimos a sus lectores y responde a sus preguntas o preocupaciones (Tesalonicenses y Corintios), en ocasiones los reprende (Gálatas y 2 Corintios) y a veces les escribe como muestra de agradecimiento por su comportamiento (Filipenses). En las llamadas epístolas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) el tema central es la organización interna de la iglesia (obispos, presbíteros, diáconos, etc.)
Además de estas cartas, se cree que Pablo hizo otros escritos que se acabaron perdiendo. Por ejemplo, en la Primera Epístola a los Corintios Pablo parece que alude a una carta anterior (1 Corintios 5:9)
Las cartas universalmente consideradas de la pluma de Pablo son las siguientes:[23]
Este corpus de epístolas auténticas es único en más de un sentido:
Aunque las cartas tenían por función inmediata abordar problemas resultantes de situaciones concretas, es muy verosímil que las comunidades a las cuales estas cartas estuvieron dirigidas las atesorasen y que prontamente las compartieran con otras comunidades paulinas.[29] Así, resulta altamente probable que hacia fines del siglo I estos escritos ya existieran como corpus, resultante del trabajo de una escuela paulina que recopiló sus cartas para conformar el legado escrito del Apóstol.[30]
La autoría de algunas de estas epístolas es discutida, creyéndose que algunas de ellas fueron escritas por discípulos de Pablo que las firmaron con el nombre de su maestro (pseudoepigrafía). Los argumentos en contra de la autoría paulina de estos escritos se basan en el estilo literario, el vocabulario empleado y la doctrina. Se trata de las siguientes obras:
Según Raymond Edward Brown, el 80-90 % de la crítica considera pseudónimas la Epístola a Tito, la Primera epístola a Timoteo y la Segunda epístola a Timoteo.[31] También señala que el 80 % más o menos de la crítica considera pseudónima la Epístola a los efesios;[32] el 60 % de la crítica considera pseudónima la Epístola a los colosenses;[33] y aproximadamente el 50 % de la crítica considera pseudónima la Segunda epístola a los tesalonicenses,[34] aunque esta última opinión va en aumento.
En el mismo sentido se expresa Antonio Piñero en su obra Guía para entender el Nuevo Testamento: que existe un amplio consenso, aunque no unanimidad, en que las llamadas epístolas pastorales (1 y 2 Timoteo y Tito) no son auténticas sino obra de algún discípulo suyo y que esta opinión no solo se da entre los críticos, sino que es asumida cada vez más por muchos teólogos; y que respecto a la autoría de la Epístola a los efesios y de la Epístola a los colosenses, las opiniones están más divididas, aunque cada vez hay más acuerdo, incluso entre los teólogos, en que no son obra de Pablo sino de algún discípulo suyo.[35] Vidal García también se expresó en el mismo sentido: «Se trata, sin duda, de escritos pseudoepigráficos, en los que sus autores se presentan como «Pablo», dando a entender así que recurren a la autoridad de la tradición paulina; pero tanto su vocabulario y estilo como su concepción demuestran que ellos no son el Pablo auténtico».[36]
Con todo algunos autores, como los miembros de la Escuela bíblica y arqueológica francesa de Jerusalén, sostienen la autoría paulina de estas cartas, en particular de la Epístola a los colosenses, argumentando que las variaciones en el estilo y en la temática se pueden justificar por el cambio del marco histórico en que se escribieron.[37]
Por último, en el libro de Antonio Piñero titulado Los Apocalipsis, el autor dice que los especialistas están divididos casi al 50 % con relación a si la Segunda Epístola a los Tesaloniceses es o no paulina.
El hecho de que se sugiera que estos escritos canónicos pueden ser pseudoepigráficos o deuteropaulinos, lejos de quitarle notoriedad a Pablo de Tarso, se interpretan como resultante de la autoridad del Apóstol.[38][39] En efecto, significa que una «escuela», quizá ya establecida en torno al mismo Pablo y depositaria de su legado, recurrió a la autoridad del Apóstol para validar sus escritos.[40]
David Trobisch considera probable que Pablo recopilara primero sus cartas para publicarlas él mismo.[41] Era práctica habitual en la época de Pablo que los escritores de cartas se quedaran con una copia para ellos y enviaran una segunda copia al destinatario o destinatarios; las colecciones de cartas antiguas que se conservan proceden a veces de las copias de los remitentes, y otras veces de las copias de los destinatarios.[42] Una colección de cartas de Pablo circuló separada de otros escritos cristianos primitivos y más tarde pasó a formar parte del Nuevo Testamento. Cuando se estableció el canon, los evangelios y las cartas de Pablo eran el núcleo de lo que se convertiría en el Nuevo Testamento.[41]
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