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economía basada en fuentes energéticas de bajas emisiones de carbono De Wikipedia, la enciclopedia libre
La economía baja en carbono (acrónimo en inglés LCE), también llamada economía hipocarbónica,[1]o economía baja en combustibles fósiles (acrónimo en inglés LFFE)[2] es una economía que emite un mínimo de gases de efecto invernadero (GHG por sus siglas en inglés o GEI en español) hacia la biosfera y, específicamente, un mínimo de dióxido de carbono (CO2). Recientemente, muchos científicos y la opinión pública han llegado a la conclusión de que es tal la acumulación de gases de efecto invernadero (sobre todo CO2) en la atmósfera debido a causas antropogénicas, que el clima está cambiando. Las sobreconcentraciones de esos gases están produciendo un calentamiento global que afecta el clima a largo plazo, con impactos negativos sobre la humanidad en un futuro previsible.[3] La aplicación mundial de la economía hipocarbónica se propone como un medio para evitar un cambio climático catastrófico, y como antecesor de lo más avanzado: sociedad de cero carbono y economía de energía renovable.
El proceso de convertir una economía hipercarbónica en otra hipocarbónica se conoce por descarbonización de la economía o, simplemente descarbonización.[4]
El objetivo de la economía hipocarbónica es emplear tecnologías de emisiones bajas o nulas para todos los aspectos de la economía, además de eliminar o reciclar sus residuos, con el fin de emitir un mínimo de gases de efecto invernadero.
Numerosos países reconocieron la necesidad de transitar hacia una economía hipocarbónica para enfrentar el cambio climático y garantizar un desarrollo sostenible a largo plazo. En 1997, el protocolo de Kyoto estableció objetivos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero para los países industrializados. Estos objetivos comenzaron a impulsar la investigación y el desarrollo de tecnologías bajas en carbono y la adopción de políticas públicas, con objetivos jurídicamente vinculantes, para la reducción de emisiones[5].
El protocolo de Kyoto expiró en 2012 y, en 2015, los compromisos adquiridos comenzaron a tangibilizarse tras el Acuerdo de París, firmado por 196 países[6] que manifestaron su compromiso de limitar el aumento de la temperatura global por debajo de 2 °C sobre los niveles pre-industriales y de comunicar sus planes de actuación cada cinco años. En el marco del Acuerdo de París, los países presentaron sus planes nacionales para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y adaptarse al cambio climático[7].
El modelo de economía hipocarbónica es crucial para combatir el cambio climático y promover un desarrollo sostenible.
La transición hacia fuentes de energía renovable es fundamental para reemplazar los combustibles fósiles, principales responsables de las emociones de CO2. Si bien, antes de 2010 padecía el problema de ser más cara que la convencional, en 2023, según la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA), el coste de las renovables ha caído entre 2010 y 2022 y la electricidad procedente de fuentes solares y eólicas es competitiva frente a la obtenida a través de combustibles fósiles[8]. Aunque la energía fotovoltaica y la eólica siguen presentando el problema de su variabilidad,[9] se puede paliar con un adecuado mix de centrales termosolares, centrales térmicas de biomasa o centrales hidroeléctricas reversibles. La variabilidad de las energías renovables también se puede manejar adecuadamente con sistemas de inteligencia artificial combinados con baterías.[10]
Debido a esta reducción de costes y a la preocupación por el cambio climático, la inversión en renovables y la producción de energía con ellas han crecido significativamente en los últimos tiempos.[11] En 2018 el presidente de una importante compañía eléctrica estimó[12] en 20 billones de dólares norteamericanos las inversiones necesarias de 2019 a 2044 para la completa descarbonización de la economía mundial. Además, independientemente del efecto en la biosfera de las emisiones de GHG, el problema creciente del pico petrolero también puede ser motivo suficiente para una transición a una economía hipocarbónica.
Según IRENA, las economías del mundo deben incorporar una media de 1000 GW de electricidad renovable anualmente hasta 2030 para alcanzar el objetivo de limitar el aumento de temperatura del planeta a 1,5 °C.
Paralelamente, la mejora de la eficiencia energética en edificios, vehículos o procesos industriales se convierte en otro pilar fundamental para conseguir una economía hipocarbónica. Según datos de la Agencia Internacional de la Energía (AIE) publicados en 2023, en las últimas dos décadas, las mejoras en eficiencia energética han reducido a la mitad las emisiones de CO2 y se estima que hasta 2030 evitarán la emisión de, alrededor 10 Gt/año de CO2[13].
La mejora de la eficiencia energética afecta a todos los sectores, incluyendo la construcción de edificios más eficientes, mejora de estándares de eficiencia de maquinaria industrial y electrodoméstico, y el fomento de prácticas de consumo de energía más eficiente en hogares y empresas.
Las CAC, o CCS en inglés, son un conjunto de tecnologías que permiten capturar el dióxido de carbono de las emisiones industriales y almacenarlo de forma segura, habitualmente en formaciones geológicas subterráneas. Esta tecnología se encuentra, aún, en fase de desarrollo y los costes que conlleva, especialmente la captura de emisiones, son elevados. Las CAC pueden utilizarse para capturar el CO2 de centrales eléctricas, industria y otras fuentes de emisiones.
En 2023, la capacidad mundial de captura de carbono se sitúa alrededor de los 50 Mtpa[14][15].
La movilidad sostenible es uno de los instrumentos fundamentales para alcanzar una economía hipocarbónica ya que, de 1990 a 2021, el transporte es uno de los sectores de la economía que más emisiones genera[16].
Según La Asociación Internacional para la Defensa del Transporte Sostenible y Bajo en Carbono, si queremos alcanzar el objetivo de no sobrepasar los 1,5º de calentamiento global, es necesario una reducción del 59% de las emisiones de gases de efecto invernadero liberados por el transporte[17].
Para reducir las emisiones de GEI del transporte, se están adoptando diferentes estrategias como fomentar el uso de modos de transporte más eficientes y menos contaminantes, mejorar la eficiencia energética de vehículos o reducir la demanda global de transporte mediante el desarrollo de políticas de planificación urbana que promuevan la proximidad y accesibilidad.
Las políticas y la legislación son fundamentales para la transición a una economía hipocarbónica. Estas medidas pueden ayudar a incentivar la inversión en energías renovables, la eficiencia energética y otras tecnologías y prácticas bajas en carbono.
Los objetivos climáticos son un compromiso político que establecen un límite para las emisiones de gases de efecto invernadero. Estos objetivos pueden ser vinculantes o no vinculantes, y pueden establecerse a nivel nacional, regional o internacional.
La Ley Europea del Clima presenta el compromiso vinculante, para todos los estados de la Unión Europea, de alcanzar la neutralidad climática en 2050 y un objetivo intermedio de reducir las emisiones en un 55% de 2018 a 2030[18].
El precio del carbono también es un mecanismo que se ha demostrado eficaz en la lucha contra las emisiones de carbono y pueden ayudar a reducir las emisiones al encarecer los combustibles fósiles y hacer que las energías renovables puedan ser más competitivas.
En la Unión Europea, el Régimen de Comercio de Emisiones, creado sobre la base del principio “el que contamina paga”, permite a las empresas comprar derechos de emisión de gases de efecto invernadero[19].
Los subsidios y subvenciones para energías renovables son otras medidas de política pública que tienen el objetivo de fomentar el desarrollo de energías renovables frente a las basadas en combustibles fósiles.
Las finanzas sostenibles son un enfoque en la gestión y asignación de recursos financieros que busca apoyar la transición hacia una economía baja en carbono. Este enfoque considera los impactos ambientales y sociales de las inversiones, y tiene el potencial de influir significativamente en la mitigación del cambio climático. Las finanzas sostenibles incluyen la inversión en energías renovables y tecnologías bajas en carbono, lo que contribuye al desarrollo de soluciones eco-amigables y al crecimiento económico responsable. Al mismo tiempo, estas prácticas financieras desalientan las inversiones en industrias contaminantes, fomentando una transición hacia sectores más sostenibles.
Protestas como el movimiento global “Fridays For Future”, han contribuido a poner el cambio climático en el centro de la agenda política, presionando a los gobiernos para que adopten medidas climáticas más ambiciosas.
Las campañas de concienciación sobre el cambio climático son una forma importante de informar a la población sobre el problema del cambio climático y sus impactos. Estas campañas pueden utilizar diferentes canales, como los medios de comunicación, las redes sociales y la educación.
Campañas como “Compra local” que promueve el consumo de productos locales reduciendo así las emisiones de GEI asociadas al transporte, “la hora del planeta”, que invita a los ciudadanos a apagar las luces durante una hora para concienciar sobre el consumo de energía” son algunos ejemplos de campañas de concienciación.
El objetivo de la economía hipocarbónica es emplear tecnologías de emisiones bajas o nulas para todos los aspectos de la economía —agricultura, generación de energía, producción, transporte y consumo— y además eliminar o reciclar sus residuos, con el fin de emitir un mínimo de gases de efecto invernadero. Asimismo, se ha propuesto que, para hacer la transición a una economía hipocarbónica viable, habría que atribuir un costo (por unidad de producción) para gases de efecto invernadero a través de medios tales como el comercio de emisiones o un impuesto sobre el carbono.
La descarbonización es fundamental para alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible, especialmente el ODS 7: Energía asequible y no contaminante.
Los productos alimenticios deben producirse lo más cerca posible de los consumidores finales (preferentemente a poca distancia en bicicleta). Esto reducirá la cantidad de energía basada en carbono necesaria para el transporte de estos productos. Los consumidores también pueden comprar alimentos frescos en lugar de alimentos procesados, ya que procesarlos consume energía. Otra posibilidad de ahorrar energía es tomar el alimento crudo. Hay alimentos, como las frutas, que pueden tomarse crudos sin riesgo para la salud (otros, como la carne, necesitan cocinarse). Se ahorraría energía si la producción y el consumo de alimentos estuvieran organizados de manera que las personas, manteniendo una dieta sana y equilibrada, tomaran un máximo de alimentos crudos.
Además, la mayoría de las instalaciones agrícolas en el mundo desarrollado son mecanizados, debido a la electrificación rural, produciendo importantes ganancias de productividad, aunque también consume mucha energía. Por esa y otras razones (tales como los costes de transporte) en el bajo contenido de carbono, las zonas rurales dependen en gran medida de recursos renovables producidos a nivel local y de la electricidad.
El riego puede ser uno de los principales componentes del consumo energético de una instalación agrícola. En algunas partes de California puede ser hasta de un 90 %.[20] En una economía de bajas emisiones de carbono, los equipos de riego se mantendrán, e actualizarán continuamente, y los campos utilizarán más eficientemente el agua de riego.
Los diferentes cultivos requieren diferentes cantidades de energía de entrada. Por ejemplo: cultivos de invernadero, cultivos de riego y frutales requieren una gran cantidad de energía para mantenerse, mientras que los cultivos en hileras y cultivos de campo no necesitan tanto mantenimiento. Los invernaderos y cultivos de regadío que existen incorporarán las siguientes mejoras de:[21]
Cultivos de invernadero
Cultivos herbáceos de regadío
La ganadería también puede utilizar una gran cantidad de energía en función de cómo se ejecutan. Los usan en alimentar animales: maíz, soja, y otros cultivos. Y se gastará energía para producir esos cultivos, procesarlos y su transporte. La cría de animales encontrará los mejores cereales para alimentarse, y el agricultor gastará energía para cuidarlos, pero no tanto cuando el agricultor cultiva cereales y oleaginosas.
Muchas operaciones de ganadería utilizan una gran cantidad de energía para el agua de su ganado. En una economía hipocarbónica, para tales operaciones se utilizan métodos conservacionistas del agua como recolectar agua de lluvia o utilizar aljibes, y también impulsar las bombas de agua con energías renovables como (eólica o solar).
Debido a las instalaciones de electrificación rural, la mayoría de la agricultura en los países desarrollados utiliza una gran cantidad de electricidad. En una economía de bajas emisiones de carbono, las explotaciones se llevarán a cabo y se equiparán para permitir una mayor eficiencia energética. La industria lechera, por ejemplo, incorporaría los siguientes cambios:[21]
La pesca utiliza mucha energía. Mejoras en la recuperación de calor de la refrigeración, y la red de arrastre, serán comunes en una economía hipocarbónica.
En una economía hipocarbónica, la silvicultura se centrará en prácticas de bajo impacto y fácil rebrote. Los gestores forestales se asegurarán de no alterar demasiado las reservas de carbono presentes en el suelo. Granjas con árboles especializados serán la fuente principal de muchos productos. Variedades de árboles de maduración rápida crecerán y serán rotados en orden para maximizar la producción.[22]
Quemar o verter a la atmósfera el gas natural en pozos petrolíferos es una significativa fuente de gases de efecto invernadero. La contribución de esta práctica a los gases de invernadero ha declinado desde un pico en 1970 de 110 toneladas métricas/año y ahora aporta 0,5 % de todo el dióxido de carbono antropogénico.[23] El Banco Mundial estima que 100 millones de metros cúbicos de gas natural son quemados o ventilados por año. Este es el equivalente al gas consumido en un año por Alemania y Francia, dos veces lo consumido por África. Y lo suficiente para abastecer al planeta por 20 días. Esta quema está concentrada en pocos países, 10 países emiten el 75 %, y 20 el 90 %.[24] Las mayores quemas se dan en el delta del Níger en Nigeria. Los principales contribuyentes son (en orden decreciente) Nigeria, Rusia, Irán, Argelia, México, Venezuela, Indonesia y Estados Unidos.[25]
La venta al por menor en una economía hipocarbónica tendrá nuevas características. Una será la iluminación altamente eficiente como fluorescentes compactos, halógenos, y eventualmente tecnología LED. Muchas tiendas tendrán paneles solares en el techo. Esto tiene sentido porque la mayoría de la energía producida por los paneles se da durante el día y durante el verano. Esto es, cuando la electricidad es más cara y cuando los comercios usan más.[26]
Internacionalmente, el paso más significativo hacia una economía hipocarbónica fue firmar el protocolo de Kioto, que tomó fuerza el 16 de febrero de 2005, por el cual los países más industrializados decidieron reducir sus emisiones[30][31] —a excepción de EE. UU., que no firmó el tratado.
Costa Rica obtiene la mayor parte de su energía de fuentes renovables, y además tiene un compromiso de reforestación. En 2007 su gobierno declaró que el país tendría neutralidad de carbono. Para el 2021 se espera que se reduzcan los niveles de contaminación.[32][33][34]
Islandia comenzó a utilizar energías renovables desde principios del siglo 20, y es considerada una economía hipocarbónica. De cualquier modo su consumo per cápita de elegía creció con la economía. Desde 2009 la mayor parte de lo consumido proviene de la energía geotérmica y la energía hidroeléctrica, fuentes renovables. Y desde 1999 provee el 70% de la energía de Islandia y el 99.9 de la electricidad consumida. Por lo tanto Islandia tiene un consumo de energía de bajo carbono, 62% menor que EE. UU.,[35] a pesar de usar más energía primaria.[36] Ya que es renovable, ilimitada y sin costo para los islandeses. El país busca la neutralidad de carbono. Y espera usar un 100% de energía renovable para el 2050 y conseguir combustible de hidrógeno por medio de renovables.
Australia ha empezado a aplicar medidas para conseguir una economía hipocarbónica, aunque no se ha mencionado la neutralidad de carbono. En el 2001 el gobierno se comprometió a reducir entre un 5-15% las emisiones. El gobierno de Howard ha introducido el esquema Mandatory Renewable Energy Target (MRET), para que en el 2020 el 20% sea energía renovable. En 2009 el gobierno de Rudd promoverá [actualizar] una reducción de emisiones a corto plazo. Hará otra revisión del MRET y creará el sistema de comercio de derechos de emisión. Actualmente del 8-10% de la energía es renovable. Aunque la dependencia y exportación de carbón va en contra del concepto de economía hipocarbónica. Los negocios con neutralidad de carbono bono no son incentivados, sino voluntarios. Existen compañías de compensación de carbono sobre la base de acciones de bajo impacto en el ciclo de vida. El Carbon Reduction Institute es un proveedor de compensación que realizó un directorio de Low Carbon Directory para promover el objetivo.
El Ministerio de Cambio Climático y el Ministerio de Hacienda pidieron[37] en mayo de 2017 a la Comisión de Productividad que revisara cómo Nueva Zelanda podía maximizar las oportunidades y minimizar los riesgos de la transición a una economía hipocarbónica. Para cumplir[37] el Acuerdo de París sobre reducción de emisiones, el Gobierno neozelandés está incentivando los vehículos eléctricos y fomentando la investigación en la reducción de emisiones del ganado (una fuente importante de gases de efecto invernadero, por el metano que produce la digestión de las reses).
Artículo principal: Energía renovable en china
En China la ciudad de Dongtan se va a construir con el objetivo de tener cero emisiones netas de gases de efecto invernadero.[38] El Consejo de Estado de China ha anunciado[39] que ese país recortará sus emisiones del 40 % al 45 % para 2020 con respecto a los niveles del 2005.
Artículo principal:fase de eliminación de petróleo en Suecia
En el Reino Unido se promulgó la Ley de Cambio Climático que esbozó un marco para la transición hacia una economía hipocarbónica, transformado en ley el 26 de noviembre de 2008. La legislación requiere un recorte del 80 % de las emisiones de carbono del Reino Unido para 2050, (sobre la base de los niveles de 1990), con un objetivo intermedio de reducción entre un 26 y un 32 % para 2020.[40] Así el Reino Unido se convirtió en el primer país en promulgar una ley, con amplio margen y significativa reducción de sus emisiones.
Una reunión de la Royal Society el 17-18 de noviembre de 2008, concluyó en un enfoque integrado, haciendo uso de las mejores tecnologías a mano, para redirigir la economía a una economía hipocarbónica. Fue sugerido por los participantes que es posible direccionar hacia una economía hipocarbónica en pocas décadas, pero que “es necesario una urgente y sostenida acción en varios frentes”.[41]
Ley de Economía Baja en Carbono[42]
Varias compañías están planeando desarrollos a gran escala sin el uso de combustibles fósiles. Plantas de desarrollo como Word Wide Assets LLC para ciudades enteras, usando solo energía geotérmica para electricidad, también desalinización geotérmica, y empleando todos los tipos de reciclado para el agua y residuos están en desarrollo (2006) en México y Australia.
Artículo principal:Comparaciones del ciclo de vida de las emisiones de gas en el efecto invernadero
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