Etapa danesa de la Guerra de los Treinta Años
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La etapa danesa de la Guerra de los Treinta Años se refiere al período comprendido entre 1625 y 1629 dentro de este conflicto europeo, donde, aunque hubo luchas en otras partes del Sacro Imperio Romano, predominó el enfrentamiento bélico entre el Reino de Dinamarca y el bando imperial, este último conformado principalmente por la Casa de Habsburgo y la Liga Católica. Esta etapa de la Guerra de los Treinta Años es llamada también la Guerra contra el Emperador en Dinamarca.
Aunque el rey Cristián IV de Dinamarca entró a la guerra ostentando defender las causas protestante y palatina, derrotadas al ser suprimida la Revuelta bohemia, su tardía participación reveló sus intereses dinásticos, que apuntaban al control del Círculo de Baja Sajonia. El emperador Fernando II de Habsburgo recurrió una vez más a los ejércitos de la Liga Católica, liderada por el duque Maximiliano I de Baviera, para defender su autoridad en el Imperio; no obstante, también contrató a Albrecht von Wallenstein, quien formó un ejército al servicio imperial. En 1626, las fuerzas danesas son derrotadas en la Batalla de Lutter, y en 1627, las fuerzas imperiales ocupan completamente Jutlandia. No obstante, el Rey danés forma una alianza con el rey de Suecia, Gustavo II Adolfo, y luego de que ambos bandos se muestren incapaces de avanzar más allá de sus posiciones actuales, firman la Paz de Lübeck en 1629, concluyendo la participación danesa en la Guerra de los Treinta Años.
Al igual que en la revuelta bohemia, las Provincias Unidas e Inglaterra apoyararon financieramente y ayudaron a reclutar soldados para los enemigos de los Habsburgo, aunque ambos Estados no participaron directamente en la guerra. De la misma manera, el príncipe Gabriel Bethlen de Transilvania continuó amenazando las posesiones de los Habsburgo al sureste del Imperio, tal como lo hizo durante la revuelta, y junto con las acciones bélicas del conde Ernesto de Mansfeld y del duque Cristián de Brunswick, también paladines de la campaña anterior, contribuyó a dar una sensación de continuidad al conflicto en el Imperio.