Financiamiento de la guerra de los Estados Confederados de América
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Las finanzas de la guerra confederada se refieren a los varios medios, fiscales y monetarios, a través de los cuales los Estados Confederados de los Estados Unidos financiaron su esfuerzo de guerra durante la guerra civil estadounidense. Debido a que la guerra duró la existencia total de la nación, para ese tiempo, esta también dominó las finanzas nacionales.
En la época temprana de la guerra, los confederados dependían de las tarifas en las importaciones y de impuestos en las exportaciones. Sin embargo, con la imposición del embargo propio voluntario de 1861, lo que buscaba eliminar el algodón de Europa y obligar el reconocimiento diplomático de los estados confederados, así como el bloqueo de los puertos del sur provocados por la marina de la unión, los ingresos de los impuestos en el comercio internacional se convirtieron en montos muy pequeños. De igual manera, el financiamiento obtenido a través de las donaciones voluntarias de monedas y de los lingotes de los individuos que se encontraban a favor de la causa confederada, que en la primera etapa de la guerra eran montos substanciales, se terminaron en la última parte de 1861. Como resultado de este hecho, el gobierno confederado fue forzado a buscar otros medios para financiar sus operaciones bélicas. Se promulgó un impuesto de guerra, sin embargo la recolección del dinero que este generaba fue muy complicada. De igual manera, la apropiación de las propiedades de la Unión de sur y el repudio de las deudas forzadas que tenían los habitantes del sur fallaron en levantar nuevos montos de financiamiento. La emisión subsecuente de deuda del gobierno y la impresión substancial de los dólares confederados contribuyó a una alta inflación, misma que se distribuyó en el movimiento confederado hasta el final de la guerra. Además de lo anterior, la pérdida de diversos enfrentamientos bélicos causó daños relevantes, ya que esto provocaba una pérdida de confianza e impulsaba las presiones inflacionarias.[1]
En el inicio de la guerra, los dólares confederados costaban 90 centavos de dólares de oro de la unión, cuando la guerra terminó su precio había bajado a solo 17 centavos.[2] Generalmente, el nivel de precios en el sur incrementó el 90000% durante la guerra.[3] El secretario del tesoro de los estados confederados, Christopher Memminger, estaba al tanto de los problemas económicos que se habían generado por la inflación y la pérdida de confianza. Sin embargo, las consideraciones políticas limitaron su habilidad para la generación de impuestos internos y debido a que el embargo voluntario se encontraba en su realización, era prácticamente imposible encontrar fuentes adecuadas alternativas de financiamiento.[1]