Literatura de Japón
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Las primeras obras de la literatura japonesa estuvieron fuertemente influenciadas por el contacto cultural con China y la literatura china, y a menudo se escribieron en chino clásico. La literatura india también influyó a través de la difusión del budismo en Japón. En el período Heian, la cultura original kokufū de Japón (literalmente, "cultura nacional") se desarrolló y la literatura también estableció su propio estilo. Tras la reapertura japonesa de sus puertos al comercio y la diplomacia occidentales en el siglo XIX, la literatura occidental ha influido en el desarrollo de los escritores japoneses modernos, mientras que a su vez han sido más reconocidos fuera de Japón, con dos premios Nobel hasta ahora.
No se conservan testimonios de una escritura autóctona japonesa. El japonés era, una lengua sin escritura o ágrafa hasta la llegada de los ideogramas chinos, los kanji, cuya introducción no se documenta hasta en el año 538, aunque sin duda, eran conocidos por los japoneses con mucha anterioridad. Por ello, las primeras muestras de literatura japonesa pertenecían a la tradición oral.
Su origen, como el de otras culturas, se remonta a un conjunto de ritos donde folclor y religión conformaban una rica y antiquísima tradición oral. Alrededor del año 300 a. C. se documentan narraciones, canciones y danzas populares sobre los ciclos del cultivo del arroz que celebraban ya la llegada del dios en primavera o su despedida en el otoño. Con el tiempo estas canciones y relatos serían recogidos de manera escrita, formando parte de las primeras producciones literarias como el Kojiki, Nihonshoki y Fudoki o de las representaciones de teatro kabuki y el teatro.
Una figura importante en esta tradición oral primitiva fue la del kataribe.[1] Se trataba de un recitador o recitadora de historias que cumplía la función de conservar y transmitir hechos, mitos y leyendas que una determinada comunidad consideraba parte esencial de su identidad. El de kataribe era un oficio con frecuencia desempeñado por mujeres probablemente asociadas a funciones chamanísticas. La expresión para describir su actividad era monogataru (contar cosas), base de los futuros monagatari o narraciones escritas que surgieron en la época Heian. La labor de los kataribe llegó a ser tan importante que, con el tiempo, algunos se profesionalizaron y llegaron a ocupar un puesto oficial en la Corte, creando lazos entre la literatura oral arcaica y la nueva literatura escrita.
Algunas expresiones del Japón antiguo, por su carácter mágico-religioso, no podían ser transcritas en caracteres extranjeros. Su conservación se realizaba en el yamato kotoba o palabras de Yamato, uno de los nombres del antiguo Japón. El género poético más antiguo, el waka, solo podía ser compuesto en el yamato kotoba, única lengua empleada por los kataribe. Este hecho suele interpretarse como una reacción ante la omnipresencia de la cultura china, en un afán por conservar la propia identidad y una pervivencia de la filosofía kotodama, el poder mágico de las palabras, de la que se nutría la antigua poesía oral.[2]