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Demon (mitología)
tipo de divinidad de la mitología griega De Wikipedia, la enciclopedia libre
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Un demon, daimon o daimón (en griego antiguo: δαίμων,[1] en latín: daemon, que significa «dios», «divino», «poder», «destino») es un concepto de la mitología y la religión griegas cuyo significado puede ser diferente según el contexto en el que aparece, generalmente relacionado con un poder sobrenatural.[2][3] Jámblico distinguía entre dioses (θεοί), démones (δαίμονες), héroes (ἥρωες) y hombres (ἄνθρωποι).[4]
Platón definió al demon como un «ser intermedio entre los mortales e inmortales» (πᾶν τὸ δαιμὸν μεταξύ ἐστι θεοῦ τε καὶ θνητοῦ), puesto que debía transmitir los asuntos humanos a los dioses y los asuntos divinos a los hombres. Dentro de esta concepción platónica, las principales funciones de los démones eran servir de guías a los hombres a lo largo de su vida y conducirlos al Hades en el momento de la muerte.[5]
En los textos de Homero habitualmente tenía el significado de una divinidad indeterminada; el término se usa de manera casi intercambiable con el de theos para referirse a un dios. La distinción entre los dos es que theos enfatiza la personalidad del dios, en tanto que demon enfatiza sus actividades. Cuando se aplicaba a la vida del hombre, equivalía a la fortuna, la suerte, un genio protector, el destino o la fatalidad.[6][7]
Hesíodo fue el primero en referir a los démones como divinidades menores. En su relato sobre el mito de las edades, dice que los hombres de la edad de oro se habían convertido por voluntad de Zeus en démones aéreos envueltos en niebla, que protegían a los mortales y vigilaban las sentencias y las malas acciones. Los siguientes hombres en existir, los de la edad de plata, se convirtieron en démones subterráneos (δαίμονες ὑποχθόνιοι), mortales bienaventurados.[8]
Jenócrates nos habla de los démones sublunares (ὑποσελήνους δαίμονας), esto es, aquellos que se encuentran debajo de la esfera divina; son semejantes a las almas, pueden experimentar placer y dolor. Entre estos démones hay seres malvados, sedientos de sangre y sexualidad. Estos démones, como su función se relaciona con las cosas impuras, son a su vez «impuros» ellos mismos.[9]
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Clasificación
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Plotino dividía a los démones en dos categorías: agatodemon (ἀγαθοδαίμων, «demon noble») y cacodemon (κακοδαίμων, «demon malévolo»).[10] El término ticodemon (τυχὸδαίμων) aparece en dedicatorias y oraciones, especialmente en el mundo helenístico, donde se creía que la fortuna personal estaba regida por un demon. Esto muestra cómo se creía que cada ciudad tenía un ticodemon protector que garantizaba su bienestar.[11] Platón también nos habla de los eudemones (εὐδαίμονες), démones benévolos —en relación la eudaimonia (εὐδαιμονία)—, protectores o guías que traen bienestar, felicidad y suerte a los humanos.[12]
También era citado el daimonion (Δαιμόνιον), un ‘espíritu guía’ o ‘voz interior’. Platón trata el daimonion como una especie de conciencia divina, una guía ética interior, con valor metafísico y moral.[13] Jenofonte, más pragmático, lo describe como un oráculo personal que Sócrates seguía fielmente.[14] En el neoplatonismo, el daimonion de Sócrates fue reinterpretado como su daimon personal, un intermediario espiritual asignado al alma, según la teología de Platón y textos como los de Porfirio y Jámblico.[15]
Los demones se asemejan a los genios árabes y, en sus humildes esfuerzos por ayudar a mediar entre las buenas y malas fortunas de la vida humana. El concepto romano comparable es el genius (genio), que acompaña y protege a una persona o preside un lugar (cfr. genius loci).
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Etimología
La etimología de la palabra demon es dudosa.[16] Su significado se ha relacionado con el verbo griego daio, que significa «repartir»,[17] por lo que demon se podría interpretar como «proveedor, distribuidor (de fortunas o destinos)».[18]
Concepto
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Los démones son deidades menores o espíritus, a menudo personificaciones de conceptos abstractos, seres a la vez de la misma naturaleza que los mortales y que las deidades, similares a fantasmas, héroes ctónicos, guías espirituales, fuerzas de la naturaleza o las deidades mismas (véase El banquete de Platón). Sin embargo, a los males liberados por Pandora se les llama «enfermedades», no démones. Un demon no es tanto un tipo de ser cuasidivino, según Walter Burkert, sino más bien un «modo peculiar» no personificado de su actividad.[16]
En la Teogonía de Hesíodo, Faetón se convierte en un demon incorpóreo o un espíritu divino.[19] En Trabajos y días, Hesíodo cuenta que los habitantes de la Edad de oro se transformaron en démones por voluntad de Zeus para servir a los mortales con benevolencia como sus espíritus guardianes; «seres buenos que distribuyen riquezas… [sin embargo], permanecen invisibles, conocidos solo por sus actos».[20] De acuerdo con Walter Burkert, sobre la base del mito de Hesíodo ganó popularidad la idea de que «figuras grandes y poderosas debían ser honradas después de la muerte como un demon...».[16] Esta idea se refleja en los textos de algunos poetas trágicos como Esquilo, donde se invoca al rey Darío como un demon, después de morir;[21] o Eurípides, donde se dice que Alcestis, una vez muerta, se ha convertido en un demon feliz.[22] Incluso en epitafios del periodo helenístico era habitual describir al fallecido como un demon.[16]
De acuerdo con Walter Burkert, una tradición del pensamiento griego, basada en textos de Platón, era la de que existía un demon dentro de una persona desde su nacimiento, que le era era asignado por suerte desde antes de nacer.[16]Así, Platón afirma: «Y he aquí lo que se cuenta: a cada cual, una vez muerto, le intenta llevar su propio genio [demon], el mismo que le había tocado en vida, a cierto lugar, donde los que allí han sido reunidos han de someterse a juicio».[23]
Por otra parte, en el Papiro de Derveni se dice que hay un demon personal para cada uno que puede ser benévolo o vengador.[17]
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Los démones como «demonios»
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El término griego demon o daimon, como se ha mostrado, no tiene necesariamente connotaciones de maldad o malevolencia. De hecho, eudaimonia (εὐδαιμονία), significa literalmente «buen demon [espíritu]», así como también «felicidad». Se ha señalado que la atribución de características malignas a los démones procede de los escritos de Platón y Jenócrates.[16]
Con el paso del tiempo ya se puede ir observando la deriva del daemon beneficus y daemon maleficus. Apuleyo presenta una clasificación de los démones como intermediarios, algunos de los cuales son protectores (benefici) y otros malignos (malefici) en sus efectos.[24] Lactancio critica la doctrina pagana de los démones y afirma que todos los daemonia son malos, oponiéndose a la noción de démones benéficos.[25] Agustín de Hipona distingue entre los dioses, los hombres y los daemones, afirmando que éstos son espíritus malignos, a pesar de que los filósofos (como Apuleyo) creyeran que podían ser benéficos:
«Si (los daemoni) son buenos, son ángeles; si son malos, son demonios».[26]
Por otra parte, se ha atribuido esa actual connotación malévola como «demonio» a que la palabra en griego se utilizó (junto con daimonion) en traducciones cristianas al griego y en la Vulgata para referirse a «dios de los paganos» o «ídolo pagano» y también para «espíritu impuro».[18] Autores judíos previos habían empleado la palabra griega en este sentido, usándola para traducir shedim («señores, ídolos») en la Septuaginta,[18] y en el Evangelio de Mateo (8, 31) se lee[18] «Y le suplicaban los demonios [daímones]: "Si nos echas, mándanos a esa piara de puercos"».[27]
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Véase también
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
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