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Los 120 días de Sodoma
novela del marqués de Sade De Wikipedia, la enciclopedia libre
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Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela de libertinaje (Les Cent Vingt Journées de Sodome, ou l'École du libertinage, 1785) es una novela escrita por el marqués de Sade durante su estancia en la prisión de la Bastilla.
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Historia del manuscrito
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El doctor Eugene Duehren (seudónimo de Iwan Bloch) publicó en 1904 un manuscrito del marqués de Sade que contenía una de sus más audaces obras. Se trataba de Les Cent Vingt Journées de Sodome, ou l'École du libertinage (Las 120 jornadas de Sodoma o la escuela de libertinaje), manuscrito que se le requisó a Sade en la Bastilla, y cuya desaparición lamentó él muy vivamente (murió creyendo que dicho manuscrito se había perdido). Sin duda, de esta «Teoría del libertinaje» es de la que habla Restif de la Bretonne en Monsieur Nicolas, pero que indudablemente nunca leyó, confundiéndola con el «proyecto de casa pública» que Sade había elaborado y que, en efecto, pudo aparentar que guardaba ciertas analogías con el Pornographe de Restif, de acuerdo con los alegatos de éste: «Allí es donde el monstruoso autor propone, en una imitación del Pornographe, el establecimiento de un sitio de depravación. Yo había trabajado por detener la degradación de la naturaleza; la finalidad del infame disecador en vivo, al parodiar una obra de mi juventud, consistió en exagerar al extremo aquella odiosa, aquella infame degradación...»[1]
El manuscrito de Las 120 Jornadas de Sodoma fue descrito en 1877 por Pisanus Fraxi (Index librorum prohibitorum, Londres, 1877), pero no de visu, sino según una descripción que le habían transmitido.[2]
El manuscrito habría sido hallado en el cuarto que ocupaba Sade en la Tour Liberté de la Bastilla, por un joven revolucionario llamado Arnoux Saint-Maximin,[3] quien lo entregó al abuelo del marqués de Villeneuve-Trans, en cuya familia el manuscrito permaneció durante tres generaciones. El doctor Ivan Bloch logró que se le vendiera muy caro, por intermedio de un librero parisiense, a un aficionado alemán.[2] Como ya se mencionó anteriormente, en 1904 el Dr. Bloch lo publicó por primera vez bajo el pseudónimo Dr. Eugene Dühren para evitar controversias.[4][5]
El Vizconde Charles de Noailles compró el manuscrito en 1929 y lo heredo a su hija Natalie quien se lo confiaría a un amigo y editor francés llamado Jean Grouet quien en 1982 lo vendió sin autorización en Suiza a Gérard Nordmann quien, tras un largo proceso legal en cortes suizas y francesas, logró quedarse en posesión del manuscrito.[6]
El manuscrito fue expuesto en Ginebra en 2004 antes de ser comprado por 7 millones de euros por el experto en manuscritos antiguos Gérard Lhériter quien lo exhibió en el Museo de Letras y Manuscritos de París en 2014.[5][7] Sin embargo, el museo cerró y Lhériter fue arrestado por malversación de fondos, tras lo cual el manuscrito fue apropiado por el gobierno francés que primero buscó venderlo en subasta pública,[8] antes de declararlo un tesoro nacional[9][10] y posteriormente lo compró de manera oficial.[11][12][7]
El manuscrito está formado por hojas de 11 centímetros, encoladas entre sí, formando una faja de 12,10 m de largo. Está escrito por ambos lados en letra diminuta. El último poseedor del manuscrito lo tenía guardado en una caja de forma fálica. Fue escrito en la Bastilla en treinta y siete días, noche tras noche, entre las 7 y las 10, del 22 de octubre al 28 de noviembre de 1785.[2]
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Argumento
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En las postrimerías del reinado de Luis XIV, poco antes del comienzo de la Regencia, en momentos en que el pueblo francés se encontraba empobrecido por las múltiples guerras emprendidas por el Rey Sol, unos pocos se aprovechaban para enriquecerse a costa de la miseria general. Cuatro de estos hombres adinerados, y sumamente libertinos, un aristócrata, un eclesiástico, un banquero y un juez (representantes de los cuatro poderes de Francia),[13] deciden dar rienda suelta a sus pasiones durante 120 días (cuatro meses) en el Castillo de Silling (Château de Silling), propiedad de Durcet (uno de los libertinos) en Suiza. Allí se narrarán los 600 tipos de placer, escenificados durante 120 días, a 150 por mes y 5 por jornada.
Contratan a 4 alcahuetas «historiadoras» para que relaten modos de gozar, 150 cada una, cada mes. Secuestran a 8 muchachas y 8 muchachos seleccionados de entre 12 y 15 años que forman sus serrallos femenino y masculino. A estos 16 se unen 8 jóvenes «jodedores» o «folladores» y hasta 42 personas que serán sus siervos y víctimas. El total de personas encerradas en el castillo es de 46: los 4 protagonistas, sus 4 hijas-esposas, los 16 adolescentes, los 8 jodedores, las 4 historiadoras y 10 personas del servicio: 4 viejas y 6 cocineras.
La primera parte se ocupa de las «150 pasiones simples o de primera clase» (sin penetración). Se desarrolla durante los 30 días de noviembre, en cada uno de los cuales se celebran continuas orgías y se escucha a la historiadora a la que le toca ese mes, Madame Duclos, que al ser la única narradora de las cuatro previstas, la convierte en la Scheherezade del libro. Se describen actos de excitación sexual relacionados con los distintos fluidos y objetos corporales y con la necrofilia. Aparecen también los primeros castigos corporales.
Las tres partes restantes (en diciembre, enero y febrero), que hacen referencia a las pasiones «complejas, criminales y mortales», solo están redactadas en esquema, dejando la obra inconclusa.
Durante los 31 días de diciembre, se listan los 150 argumentos de los relatos que habrían aparecido, en los que ya se contempla la penetración vaginal, incluyendo toda edad, parentesco y condición, y combinada con todo tipo de actos lascivos y profanaciones religiosas. Simultáneamente a estos relatos, se van desvirgando las 8 doncellas. Este mes recopila acciones realizadas entre tres o más personas y añade torturas de todo tipo. En enero, los desvirgamientos de los 16 jóvenes son anales. Los 150 argumentos suben de tono, incluyendo bestialismo y amputaciones, además de la sodomía. En febrero se listan 150 maneras de asesinar con ensañamiento, mientras comienzan a caer víctimas de las torturas algunos de los moradores del castillo, hasta llegar a 10 muertos.
Hay todavía una breve reseña de lo que ocurre en los primeros días de marzo, detallando víctimas y supervivientes. Al final mueren 30 personas y sobreviven 16.
Descripción del Castillo de Silling
Para llegar al castillo era necesario antes detenerse en Bâle; se atravesaba luego el Rin, más allá del cual el camino se estrechaba hasta el punto de que se hacía preciso abandonar los carruajes. Poco después se penetraba en la Selva Negra durante quince leguas por un sendero tortuoso, impracticable sin guía. La siguiente parada era una aldea de carboneros y guardabosques. Allí empezaban las tierras de Durcet, a quien pertenecía la aldea; como los habitantes de aquel villorrio eran casi todos ladrones o contrabandistas, fue fácil para Durcet hacerse amigo de ellos, y la primera orden que recibieron fue la de no dejar llegar a nadie hasta el castillo después del 1 de noviembre, fecha en que todo el grupo estaría reunido. Armó a sus vasallos, les concedió algunos privilegios que solicitaban desde hacía mucho tiempo, y se cerró la barrera. Una vez bien cerrada aquella puerta, era difícil llegar a Silling.
En cuanto se había dejado atrás la carbonería se empezaba a escalar una montaña tan alta como el monte Saint-Bernard y de un acceso mucho más difícil, porque solo a pie se puede llegar a la cumbre. Los precipicios rodean de tal modo el sendero que hay que seguir que resulta muy peligroso montar los animales; seis de los que transportaban los víveres y los equipajes perecieron, así como dos obreros que habían querido montar dos de los mulos. Se requieren cerca de cinco horas para alcanzar la cumbre de la montaña, la cual ofrece allí una barrera natural que consiste en una hendidura de más de 30 toesas en la cumbre de la montaña, entre la parte septentrional y la meridional, de manera que, sin ayudas, una vez que se ha escalado la montaña resulta imposible descender. Durcet había hecho unir estas dos partes, separadas por una abismo de más de 1000 pies, por un puente de madera que se quitó cuando hubieron llegado los últimos equipajes, y desde aquel momento desapareció toda posibilidad de comunicarse con el castillo de Silling. Al descender por la parte septentrional se llega a una llanura de unas doscientas áreas, rodeada de rocas muy altas que envuelven la llanura como un muro sin una sola brecha. Este paso, llamado el camino del puente, es pues el único que puede descender y comunicar con la llanura, y una vez destruido, resulta imposible abordar la llanura.
Es en medio de esta llanura donde se encuentra el castillo de Durcet. Un muro de 30 pies de altura lo rodea también. Más allá del muro, un foso lleno de agua y muy profundo defiende todavía un último recinto que forma una galería circular; una poterna baja y angosta penetra finalmente en un gran patio interior alrededor del cual se levantan todos los alojamientos; estos alojamientos, vastos y muy bien amueblados tras los últimos arreglos, ofrecen en el primer piso una gran galería. Los aposentos son descritos no tal como podían haber sido en otro tiempo, sino tal como acaban de ser arreglados y distribuidos de acuerdo con el plan formado. Desde la galería se penetraba en un comedor con armarios en forma de torres que, comunicando con las cocinas, servían para que pudiera servirse la comida caliente, de un modo rápido y sin necesidad de criado. Desde ese comedor de tapices, estufas, otomanas y cómodos sillones, se pasaba a un salón sencillo, pero muy caliente y lleno de lujosos muebles; este salón comunicaba con un gabinete para reuniones destinado a los relatos de las narradoras. Era la sede de las «asambleas lúbricas».
Este salón tenía una forma semicircular; en la parte curva había cuatro nichos de espejos, con una otomana en cada uno de ellos; estos cuatro nichos, por su construcción, estaban completamente delante del diámetro que cortaba el círculo; un trono de 4 pies estaba adosado al muro que formaba el diámetro y estaba destinado a la narradora, posición que la situaba no solamente delante de los cuatro nichos destinados a sus auditores, sino que además teniendo en cuenta que el círculo era pequeño, no la alejaba demasiado de ellos, que la podían escuchar sin perder una sola palabra, puesto que ella se encontraba como el actor en el escenario y los auditores se hallaban colocados en los nichos como si estuvieran en el anfiteatro. El trono disponía de unas gradas en las que se encontrarían los participantes de las orgías; estas gradas, así como el trono, estaban cubiertas de alfombras de terciopelo negro con franjas de oro, y los nichos estaban forrados de una tela semejante e igualmente enriquecida, pero de color azul oscuro. Al pie de cada uno de los nichos había una puerta que daba a un excusado destinado a dar paso a las personas cuya presencia se deseaba y que se hacía venir de las gradas, en el caso de que no se quisiera ejecutar delante de todo el mundo la voluptuosidad para la realización de la cual se llamaba a la persona. Estos excusados estaban llenos de canapés y de todos los otros instrumentos necesarios para las indecencias de toda especie. A ambos lados del trono había una columna aislada que llegaba hasta el techo; estas dos columnas estaban destinadas a sostener a la persona que hubiese cometido alguna falta y necesitara una corrección. Todos los instrumentos necesarios para este castigo estaban colgados en la columna.
Este salón comunicaba con un gabinete que, en aquella parte, componía la extremidad de los alojamientos. Este gabinete era una especie de saloncito, extremadamente silencioso y secreto, muy caliente, oscuro durante el día, y se destinaba para los combates cuerpo a cuerpo o para ciertas otras voluptuosidades secretas. Para pasar a la otra ala era necesario retroceder y, una vez en la galería, en cuyo extremo se veía una capilla, se volvía a pasar al ala paralela, donde terminaba el patio interior. Allí se encontraba una antecámara que comunicaba con cuatro aposentos, cada uno con saloncito y excusado; camas turcas de damasco de tres colores adornaban estos aposentos. Estas cuatro estancias fueron destinadas a los cuatro libertinos. Como sus esposas tenían que ocupar los mismos aposentos que ellos, no se les destinó alojamientos particulares.
En el segundo piso había más o menos el mismo número de aposentos, pero distribuidos de una manera diferente; se encontraba primero, a un lado, un vasto aposento adornado con ocho nichos con una pequeña cama en cada uno, y este aposento era el de las jóvenes, al lado del cual se encontraban dos pequeñas habitaciones para dos de las viejas que debían cuidarlo. Más allá había dos habitaciones iguales, destinadas a dos de las narradoras. A la vuelta, se encontraba otro aposento de ocho nichos como trasalcoba para los ocho jóvenes, también con dos habitaciones contiguas para las dos dueñas destinadas a vigilarlos; y más allá, otras dos habitaciones semejantes, para las otras dos narradoras. Más arriba de las habitaciones descritas, había ocho celdas donde se alojaban los ocho jodedores. En la planta baja se encontraban las cocinas, con seis cubículos para las seis personas que se ocupaban de este trabajo, las cuales eran tres famosas cocineras que eran ayudadas por tres muchachas robustas. Excepto las cuatro viejas destinadas al servicio interior, no había ningún criado más que estas tres cocineras y sus ayudantes.
Una piedra se levantaba al pie del altar del pequeño templo cristiano que se encontraba en la galería; había allí una escalera de caracol, muy angosta y empinada, que descendía por trescientos peldaños hasta llegar a un calabozo abovedado, cerrado con tres puertas de hierro
Finalmente, habiendo el duque examinado el local decidió que, puesto que los víveres estaban ya en el interior del castillo y que ya no había ninguna necesidad de salir, era necesario tapiar todas las puertas por las que se penetraba en el interior y encerrarse completamente en el lugar como en una ciudadela sitiada, sin dejar la más pequeña salida para el enemigo o para el desertor. El consejo fue ejecutado, se atrincheraron hasta tal punto que no era posible saber el lugar dónde habían estado las puertas, y se establecieron dentro.
La bolsa común
La sociedad disponía de una bolsa común que administraba por turno uno de los miembros durante seis meses, pero los fondos de esta bolsa, que solo debían emplearse para los placeres, eran inmensos. Su excesiva fortuna les permitía a este respecto cosas muy singulares, por ejemplo, había destinados dos millones anuales para atender únicamente a los placeres de la buena mesa y la lujuria.
El Reglamento
El siguiente fue el Reglamento compuesto para ser cumplido todos los días, durante las 120 jornadas:
Tal será el orden de cada día. Independientemente de esto, cada una de las diecisiete semanas que debe durar la estancia en el castillo será marcada con una fiesta. Primero, se celebrarán matrimonios. Pero como los primeros de estos matrimonios se efectuarán entre los muchachos más jóvenes y no podrán consumarse, no dislocarán en nada el orden establecido para las desfloraciones. Como los matrimonios entre mayores solo se realizarán después de las desfloraciones, su consumación no perjudicará tampoco nada.
Normas particulares
- Las cuatro mujeres responderán de la conducta de los cuatro hombres cuando cometan faltas, se quejarán ante el señor que esté de turno y se procederá en común a aplicar los castigos, los sábados por la noche, a la hora de las orgías. Se llevará una lista exacta de dichos castigos hasta entonces.
- Por lo que respecta a las faltas cometidas por las mujeres, recibirán la mitad de castigo que los muchachos. En cuanto a los castigos de las esposas o de las viejas, serán siempre dobles que los de los muchachos.
- Toda persona que se niegue a hacer las cosas que se le hayan pedido, aunque se halle en la imposibilidad de hacerlas, será severamente castigada; a ella le toca prever y tomar sus precauciones.
- La menor risa o la menor falta de atención, de respeto o sumisión en las orgías, se considerará como una de las faltas más graves y más cruelmente castigadas.
- Todo hombre sorprendido en flagrante delito con una mujer, será castigado con la pérdida de un miembro cuando no haya recibido autorización de gozar de la mujer.
- El más pequeño acto religioso por parte de alguien, sea quien sea, será castigado con la muerte.
- Durante las reuniones, los señores solo emplearán las palabras más lascivas, más libertinas y las expresiones más soeces, las más fuertes y blasfemas.
- El nombre de Dios solo se pronunciará acompañado siempre de invectivas o imprecaciones, y se repetirá lo más a menudo posible.
- En cuanto al tono de voz, será siempre el más brutal, más duro y más imperioso con las mujeres y los muchachos, pero sumiso y depravado con los hombres que los señores, representando con ellos el papel de mujeres, deben considerar como sus maridos.
- Aquel de los señores que falte a todas estas cosas, o que crea tener un adarme de razón y sobre todo quiera pasar un día sin acostarse borracho, pagará diez mil francos de multa.
- Cuando un señor tenga una gran necesidad, una mujer de la clase que él juzgue a propósito lo acompañará, para atender a los cuidados que puedan ser indicados durante este acto.
- Ninguno de los sujetos, hombres o mujeres, podrá entregarse a los deberes de limpieza, sean cuales sean, y sobre todo los de después de la necesidad mayor, sin un permiso expreso del señor que esté de turno, y si se le niega y, a pesar de esto, lo hace, recibirá uno de los más rudos castigos.
- Las cuatro esposas no gozarán de ninguna clase de prerrogativas sobre las otras mujeres; al contrario, serán siempre tratadas con más rigor e inhumanidad, y a menudo serán empleadas en los trabajos más viles y penosos, tales como por ejemplo la limpieza de los retretes comunes y particulares de la capilla. Estos retretes serán vaciados cada ocho días, siempre por ellas, y serán castigadas con rigor si se resisten o lo hacen mal.
- Si un sujeto cualquiera emprende una evasión durante el tiempo de la reunión, será al instante castigado con la muerte, sea quien fuere.
- Las cocineras y sus ayudantes serán respetadas, y cualquiera de los señores que infrinja esta ley pagará mil luises de multa. En cuanto a las multas, su importe será empleado, al regresar a Francia, para los primeros gastos de una nueva partida del tipo de esta o de cualquier otro.
Personajes
La descripción de los otros cuatro jodedores (pues en total son ocho) no se ofrece en detalle, pero se nos dice que tienen penes de nueve a diez y once pulgadas de largo por siete y medio y siete pulgadas nueve líneas de circunferencia, y están entre los veinticinco y treinta años.
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Crítica
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La obra en sí ha sido evaluada principalmente en cuanto a su valor literario y a su valor histórico o científico.
En el primer ámbito, su primer editor, el Dr. Ivan Bloch, consideró importante publicar la obra debido a que podría resultar de interés científico "para doctores, juristas y antropológos" dado que en su opinión el libro era una de las primeras obras que documentaba comportamientos y desviaciones sexuales humanas,[14] cien años antes del primer libro dedicado enteramente a desviaciones sexuales, titulado Psychopathia sexualis y escrito por el psiquiatra alemán Richard von Krafft-Ebing.[2] Por su parte, el primer editor que publicó la novela abiertamente y sin utilizar un pseudónimo,[15] Jacques Pauvert, fue enjuiciado en Francia por faltas a la moral debido a la naturaleza gráfica de la obra y durante su proceso argumentaría también que la obra de Sade estaba compuesta de "documentos médico-legales" de gran valor científico para juristas y doctores.[16] La filosófa y escritora Simone de Beauvoir por su parte también compartía este razonamiento y argumentaba que la obra era importante porque documentaba comportamientos humanos "oscuros" y que eran hasta entonces pocas veces explorados.[14]
En cuanto a su valor filosófico y literario, la obra ha sido interpretada por la escritora y académica Camille Paglia como una "respuesta satírica" a la obra de Jean-Jacques Rousseau y al concepto de la Ilustración que sostenía que el hombre es un ser bueno por naturaleza.[17]
Pero la obra también ha sido criticada negativamente y desdeñada como poco más que pornografía; aunque el filosófo Gilles Deleuze argumento que la obra de Sade no podía ser considerada como pornografía dado que era más compleja y profunda que una simple obra pornográfica.[18]
Sin embargo, el mismo Sade describió su propia obra como "la historia más impura jamás contada desde que inicio el mundo"[6][11] mientras que el filosófo Georges Bataille expresó aprecio por cómo Sade expuso por primera vez en su obra algunos de los deseos más profundos del hombre, aunque también agregó que ningún lector sería capaz de terminar la novela sin enfermarse.[19]
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Adaptaciones
En 1975, el poeta y cineasta italiano Pier Paolo Pasolini adaptó al cine esta historia, transformando a los protagonistas en cuatro dignatarios de la República de Saló, el Estado fascista residual del Norte de Italia tras la derrota de Mussolini en la Segunda Guerra Mundial. El filme, titulado Saló o los 120 días de Sodoma,[20] es considerado el testamento artístico de su autor, ha sido considerado una película maldita, no solo por la extrema crudeza de sus imágenes, sino por la radicalidad de sus planteamientos, que recogen con fidelidad desasosegante las posturas filosóficas de Sade.[21]
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Véase también
- Salò o los 120 días de Sodoma, película de 1975
- Sadismo
- Marqués de Sade
Referencias
Bibliografía
Enlaces externos
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