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género literario De Wikipedia, la enciclopedia libre
Novela gráfica es un formato de historieta que contiene una narración unitaria, donde se presentan temas generalmente profundos e historias extensas.[1][2] Además, en un sentido diacrónico, es un movimiento vanguardista del siglo XXI heredero de la historieta alternativa y con difusión internacional, que abarca tanto cómic estadounidense (Charles Burns, Daniel Clowes, Gary Panter, Joe Sacco, Seth como francófono (Guy Delisle, Marjane Satrapi) e incluso español (Paco Roca, Luis Durán...), israelí (Rutu Modan) y japonés (Jiro Taniguchi), cuya figura central es Chris Ware.[3] Como tal, implica una revolución de las historias abordadas, más allá de la revolución gráfica producida desde los años 70.[4] Puede considerarse, en este sentido, "como el último (hasta ahora) de los varios intentos hechos por el cómic de asaltar la fortaleza de la respetabilidad cultural".[2] Toda esta polisemia ha llevado a confusiones y contradicciones entre los diversos autores, expertos y lectores. Se reconoce como la primera novela gráfica a la obra El Eternauta (1957) de Héctor Germán Oesterheld; aunque la primera obra autoproclamada como novela gráfica fue Contrato con Dios (1978) de Will Eisner.
En España, la revista Monos (1904-08) subtitulaba como "la primera novela gráfica española" a la serie Travesuras de Bebé.[5] Muchos años después, en 1948, se iniciaba la colección La novela gráfica, de Ediciones Reguera,[6] cuya publicidad indicaba
La novela gráfica os dará a conocer las mejores novelas de la literatura mundial por medio de dibujos explicados. Cada número contendrá el argumento completo de una novela de amor, aventuras, pasión o intriga, siempre dedicado a las personas mayores. Aparecerán dos números al mes.[7]
No solo estos tebeos románticos llevaron esta denominación, sino también las ediciones de superhéroes y demás personajes estadounidenses por parte de Editorial Dólar a partir de 1958.[8] La expresión "Novelas" (o "Historias") "Gráficas para adultos" se usaba de subtítulo para seriales de formato vertical[9] y mediana extensión[7] que teóricamente se dirigían a lectores "adultos".
Estas publicaciones dominaron el mercado español desde mediados de los sesenta, con la crisis del cuaderno de aventuras apaisado, hasta el inicio del boom de las revistas de cómic adulto en los setenta.[10] Muchas editoriales frecuentaron entonces el formato:
Los de tema romántico entraron en decadencia ante la competencia de la fotonovela, que no estaba tan limitada por la censura,[13] pero pronto se sumaron al formato editoriales tendentes al denominado "mercado de la pobreza":
En 1940 la revista Pepín ya se publicaba como semanario y posteriormente diario de "Novelas Gráficas"[14]
En la actualidad (2020), la Novela Gráfica Mexicana atraviesa un periodo de auge en gran medida apoyado por los premios estatales Jóvenes Creadores[15] y Tierra Adentro,[16] entre los autores clave de la generación podemos encontrar a Pau Márquez, Perro Prieto, Augusto Mora,[17] Edgar Camacho, o a los vanguardistas Verde Agua,[18] Camilo Cadena,[19] entre otros.
En Estados Unidos, el término inglés graphic-novel surge en los años 1960, junto a otros términos como comic novel, graphic album, novel-in-pictures o visual novel.[20] Las primeras apariciones conocidas del término en Estados Unidos son las siguientes:
En 1982, el término era tan popular que la Editorial Marvel Comics lanzaría la línea Marvel Graphic Novel, cuyo primer número sería La muerte del Capitán Marvel de Jim Starlin.
Editorial El Antillano es un colectivo compuesto de escritores, investigadores, dibujantes y diseñadores gráficos que se especializan en la novela gráfican Puerto Rico. Edgardo Miranda-Rodríguez es el creador de la superheroína La Borinqueña.[22] Estados Unidos de Banana es una novela gráfica escrita por la autora puertorriqueña Giannina Braschi con Joakim Lindengren, sobre el capitalismo estadounidense. Esta novela gráfica vislumbra la crisis fiscal y de deuda pública de Puerto Rico como el principio de la desintegración del «Imperio Americano».[23]
Por la década de 1980, tres editoriales francesas tenían colecciones en las que se aplicaba la palabra roman (novela) al cómic. "Romans BD", de Flammarion, se distinguían de los álbumes clásicos por su menor tamaño; "Roman graphique", de los Humanoides Asociados, agrupaba todos los títulos que no eran parte de una serie; mientras que en el lado de "Romans (À Suivre)", de Casterman - colección inspirada en La Balada del Mar Salado de Hugo Pratt -, las historias se distinguían sobre todo por su longitud inusual. Tres colecciones, y tres conceptos diferentes.
Este término, junto con otros como "Nouvelle Bande Dessinée" designa buena parte de las obras producidas por las editoriales independientes que surgieron a partir de los noventa como L'Association o Éditions Cornélius, así como las obras publicadas por editoriales comerciales a imitación de las primeras.
En la década de 2000, ninguna colección volverá a colocarse directamente bajo la bandera de 'novela', el término 'novela gráfica' se irá imponiendo mientras tanto como categoría genérica.[24]
Allá por 1983, el especialista Javier Coma estudiaba en uno de sus artículos[25] la evolución de la cómic-novela a través de las siguientes obras:
Sin embargo, las obras que iniciaron el primer boom de la novela gráfica, ya en los años 80, fueron publicadas de forma serializada: Maus (1980), una biografía de un superviviente del Holocausto realizada por Art Spiegelman que ganó el Premio Pulitzer en 1992; las historietas de superhéroes Batman: The Dark Knight Returns de Frank Miller y Watchmen de Alan Moore/Dave Gibbons, ambas editadas por DC Comics en 1986[26][27]
A principios del nuevo siglo, se produce un segundo auge de la novela gráfica, avalado ya por editoriales no convencionales y que incluye fundamentalmente obras de los nuevos autores norteamericanos como Chris Ware, Daniel Clowes, Seth o Craig Thompson,[27] y francófonos, ya sean canadienses (Pyongyang, de Guy Delisle, 2004), francesas (La Ascensión del Gran Mal de David B., 1996 o Persépolis de Marjane Satrapi, 2000) o suizas (Píldoras azules de Frederik Peeters, 2001), generalmente de temática costumbrista.[27]
Varios factores han propiciado este segundo boom:
Este formato libro permitiría así, y en palabras de Paco Roca
muchas más páginas, una narrativa diferente y una mayor cabida de diferentes temáticas y enfoques gráficos.[28]
El término de novela gráfica se usa mucho por editores y periodistas, pero ha encontrado resistencias entre autores y teóricos:[29]
Algunos de los considerados representantes del movimiento buscan incluso términos alternativos con los que designar sus obras: Comic strip-novel (Daniel Clowes), comic-strip biography (Chester Brown), picture novella (Seth), illustrated novel (Craig Thompson) o graphic memoir (David Heatley).[30]
Algunos teóricos consideran a la novela gráfica indistinguible del tradicional álbum.[31] Otros, como el ya citado Juan Antonio Ramírez, parten de la base de que el cómic ha sido y es un "arte grande" que no necesita engancharse a otras modalidades creativas para alcanzar madurez expresiva, emoción y calidad.[32] Cabe destacar que en Francia la historieta ha gozado tradicionalmente de mayor respeto y reconocimiento que en otros países occidentales, como lo declara Alejandro Jodorowsky.[33]
Con frecuencia la consideración de una historieta como novela gráfica se debe a motivos comerciales o de prestigio, quedando tal atribución como algo muy subjetivo.[27]
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