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Emperador de Brasil (1831-1889) De Wikipedia, la enciclopedia libre
Pedro II de Brasil (Río de Janeiro, 2 de diciembre de 1825-París, 5 de diciembre de 1891), apodado "El Magnánimo", fue el segundo y último monarca del Imperio brasileño, habiendo reinado en el país durante un período de 58 años. Nacido en el Palacio Imperial de São Cristóvão, en Río de Janeiro, fue el hijo menor del emperador Pedro I de Brasil y la emperatriz consorte María Leopoldina de Austria, por tanto miembro de la Casa de Braganza. La abrupta abdicación de su padre y su viaje a Europa dejaron a Pedro con solo cinco años como emperador.
Pedro II de Brasil | ||
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Emperador de Brasil | ||
Emperador de Brasil | ||
7 de mayo de 1831-15 de noviembre de 1889 (58 años y 192 días) | ||
Predecesor | Pedro I | |
Sucesor |
Deodoro da Fonseca (como Presidente del Gobierno Provisional de la República) | |
Información personal | ||
Nombre completo | Pedro de Alcántara Juan Carlos Leopoldo Salvador Bibiano Francisco Javier de Paula Leocadio Miguel Gabriel Rafael Gonzaga | |
Otros títulos |
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Coronación | 18 de julio de 1841 | |
Nacimiento |
2 de diciembre de 1825 Palacio de San Cristóbal, Río de Janeiro, Imperio del Brasil | |
Fallecimiento |
5 de diciembre de 1891 (66 años) Hotel Bedford, París, Francia | |
Sepultura | Capilla Imperial de la Catedral de Petrópolis | |
Religión | Catolicismo | |
Apodo | El Magnánimo | |
Familia | ||
Casa real | Braganza | |
Padre | Pedro I de Brasil | |
Madre | María Leopoldina de Austria | |
Consorte | Teresa Cristina de Borbón (matr. 1843; viu. 1889) | |
Hijos | ||
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Firma | ||
Obligado a pasar la mayor parte de su infancia estudiando en preparación para reinar, conoció pocos momentos de alegría y amigos de su edad, por lo que tuvo una niñez y adolescencia solitarias. Sus experiencias con intrigas palaciegas y disputas políticas durante este período tuvieron un gran impacto en la formación de su carácter. El emperador Don Pedro II se convirtió en un hombre con un fuerte sentido del deber y devoción por su país y su pueblo. Por otro lado, con el pasar de los años, sintió crecientes molestias con su papel de monarca.[1][2]
A pesar de haber heredado un imperio al borde de la desintegración, Pedro II transformó Brasil en una potencia emergente a nivel internacional. La nación creció de forma distinta a sus vecinos hispanoamericanos debido a su estabilidad política; a su libertad de expresión, que se mantuvo celosamente; al respeto a los derechos civiles y a su crecimiento económico regular así como por su forma de gobierno: una monarquía parlamentaria constitucional. Brasil salió victorioso de tres conflictos internacionales (la Guerra contra Oribe y Rosas, la Guerra de Uruguay y la Guerra de la Triple Alianza) bajo su reinado y prevaleció en otras disputas internacionales y tensiones internas. Pedro II impuso con firmeza la abolición de la esclavitud a pesar de la oposición de intereses económicos y políticos y se ganó la reputación de ser un gran patrocinador del conocimiento, la cultura y las ciencias así como el respeto y la admiración de estudiosos como Charles Darwin, Victor Hugo y Friedrich Nietzsche. Fue amigo de Richard Wagner, Luis Pasteur y Henry Wadsworth Longfellow, entre otros.
Si bien no existía el deseo de un cambio en la forma de gobierno en la mayoría de los brasileños, el emperador fue apartado del poder por un súbito golpe de Estado que solo contaba con el apoyo de un pequeño grupo de líderes militares que querían una república gobernada por un dictador. Pedro II se había cansado, estaba desilusionado con respecto a las perspectivas del futuro de la monarquía a pesar de su popularidad, y no apoyó ninguna iniciativa de restauración de la monarquía. Pasó sus dos últimos años de vida en Europa viviendo con escasos recursos.
El reinado de Pedro II tuvo un final poco común ya que fue depuesto cuando era muy querido por la mayoría del pueblo. A él le siguió un periodo de gobiernos débiles, dictaduras, crisis constitucionales y económicas. Los hombres que lo exiliaron pronto lo convirtieron en un modelo para la república brasileña. Algunas décadas después de su muerte, su reputación fue restaurada y sus restos mortales fueron llevados de vuelta a Brasil, donde es considerado un héroe y símbolo de identidad nacional.
Dom Pedro II nació a las 2:30 de la madrugada del día 2 de diciembre de 1825 en el Palacio de São Cristóvão en Río de Janeiro, Brasil.[3][4][5] Fue bautizado en honor a San Pedro de Alcántara.[6][7][1][8][9][7]
Por parte de padre, el emperador Pedro I, era miembro de la rama brasileña de la Dinastía de Braganza y su nombre era precedido por el título honorífico de don desde su nacimiento.[10] Era nieto de Juan VI, rey del Portugal, y también sobrino de Miguel I.[11][12] Su madre era la archiduquesa María Leopoldina de Austria, hija de Francisco I, emperador del Sacro Imperio Romano-Germánico. Por parte de madre, era sobrino político de Napoleón Bonaparte y primo de Napoleón II, heredero por la casa de Bonaparte al trono imperial de Francia, Francisco José I de Austria-Hungría y Maximiliano I, emperador de México.[12][13][14]
Fue el único hijo varón y legítimo de Pedro I que sobrevivió a la infancia y fue reconocido oficialmente como heredero al trono brasileño con el título de príncipe imperial el 6 de agosto de 1826.[8][15] La emperatriz Leopoldina murió el 11 de diciembre de 1826, poco días después de dar a luz a un niño que nació muerto[16] y cuando Pedro solo tenía 1 año.[14] Por lo tanto, Pedro no tenía recuerdos de su madre sino por lo que le contaban sobre ella.[17][18] La influencia y los recuerdos de su padre se apagaron con el tiempo.[19]
Dos años y medio después de la muerte de Leopoldina, el emperador volvió a casarse con Amelia de Beauharnais. El príncipe Pedro tampoco pasó mucho tiempo con su madrastra aunque tuvo con ella un vínculo afectuoso[20][21][22] y estuvieron en contacto hasta la muerte de ella en 1873.[23] El emperador Pedro I abdicó el 7 de abril de 1831, tras un largo conflicto con la facción liberal (que posteriormente se convertiría en los dos partidos dominantes de la monarquía, el Conservador y el Liberal) con poder en el parlamento. Él y Amelia salieron inmediatamente hacia Europa donde Pedro I iba a restaurar a su hija María II en el trono de Portugal ya que este había sido usurpado por su hermano, Miguel I.[24][25] El príncipe imperial Pedro se convirtió entonces en Dom Pedro II, «emperador constitucional y defensor perpetuo del Brasil».[5]
Antes de dejar el país, el emperador seleccionó a tres personas para que cuidaran de su hijo y de las hijas que permanecieron en el país. La primera persona escogida fue José Bonifácio, amigo y líder influyente durante la independencia brasileña, que fue nombrado tutor.[26][27] La segunda fue Mariana Carlota de Verna Magalhães Coutinho, posteriormente condesa de Belmonte, que era el aya de Pedro II desde el nacimiento de este.[28] Cuando era un bebé, la llamaba «dadama» porque no sabía pronunciar correctamente la palabra «dama».[15]Él la consideraba su segunda madre y seguía llamándola así incluso de adulto.[3][29] La tercera persona escogida fue Rafael, un negro veterano de la Guerra del Brasil.[28][30] Rafael era un empleado del palacio en el que Pedro I confiaba ciegamente y le pidió que cuidase a su hijo, lo que hizo hasta el fin de sus días.[8][30]
José Bonifácio fue destituido en diciembre de 1833 y sustituido por otro tutor.[31][32][33] Pedro II se pasaba los días estudiando[34] y solo tenía dos horas libres al día.[35] Se levantaba a las 06:30 de la mañana, empezaba a estudiar a las siete y terminaba a las diez de la noche, cuando se iba a la cama.[36] Su educación estuvo muy bien cuidada para incentivar valores y una personalidad diferente de la impulsividad e irresponsabilidad que caracterizaron a su padre.[31][37] Su pasión por la lectura le permitió asimilar cualquier tipo de información.[38] No obstante, Pedro II no era un genio,[39] aunque sí era inteligente[40] y tenía una gran capacidad para acumular conocimiento con facilidad.[41]
El emperador tuvo una infancia solitaria e infeliz.[8][42] La pérdida súbita de sus padres lo perseguiría toda su vida;[43] tuvo muy pocos amigos de su edad[28][36][44] y el contacto que tuvo con sus hermanas era limitado.[31][34][44] El ambiente en el que fue criado lo convirtió en una persona tímida y carente de cariño[45][46] que buscaba refugio en los libros y al mismo tiempo le proporcionaba una fuga de su mundo real.[47][48]
La entronación de Pedro II en 1831 supuso el inicio de un periodo de crisis, el más inestable de la historia de Brasil.[49] Se creó una regencia para gobernar en su lugar hasta que alcanzara la mayoría de edad.[24] No obstante, las disputas entre las facciones políticas tuvieron como resultado una serie de rebeliones y crearon una situación inestable, casi anárquica bajo este periodo de regencia.[50]
La posibilidad de adelantar la mayoría de edad del joven emperador, en lugar de esperar a que cumpliera 18 el 2 de diciembre de 1843, se tenía en consideración desde 1835.[51][52][53] La idea fue apoyada, de cierta forma, por los dos principales partidos políticos.[52][54] Se creía que aquellos que lo ayudaran a tomar las riendas del poder estarían en posición de manipular al joven emperador.[55] Los políticos que habían surgido en la década de 1830 se habían familiarizado con los peligros de gobernar. De acuerdo con el historiador Roderick J. Barman: «[los políticos] habían perdido toda la fe en su capacidad para gobernar el país por sí solos. Aceptaron a Pedro II como una figura de autoridad cuya presencia era indispensable para la supervivencia del país».[56] El pueblo brasileño también apoyaba el adelanto de la mayoría de edad, y consideraban a Pedro II «el símbolo vivo de la unión de la patria»; esa posición «le otorgó, a ojos del público, una mayor autoridad de la de cualquier monarca».[57]
Los que defendieron la inmediata declaración de mayoría de edad de Pedro II redactaron una moción pidiéndole al emperador que asumiera plenos poderes.[58] Se envió una declaración al palacio de São Cristóvão para preguntar si Pedro II aceptaría o rechazaría adelantar su mayoría de edad.[58][59][60] Este respondió tímidamente que sí al ofrecimiento y prefirió que se produjera ese mismo día en vez de esperar a su cumpleaños en diciembre.[61][62] Al día siguiente, el 23 de julio de 1840, el parlamento brasileño declaró formalmente a Pedro II mayor de edad con 15 años.[63][64] Por la tarde, el emperador prestó juramento a la constitución.[65][66] Fue aclamado, coronado y consagrado el 18 de julio de 1841.[67][68]
El fin de la regencia estabilizó el gobierno. Con un monarca legítimo en el trono, la autoridad se revistió con una voz clara y única.[69] Pedro II entendía su papel como el de un árbitro que dejaba sus ideas de lado para que no afectaran a su deber de moderador de las disputas políticas entre los partidos.[69] El joven monarca era dedicado y realizaba inspecciones diarias personalmente y visitaba las administraciones públicas. Sus súbditos estaban impresionados con su aparente autoconfianza,[69] a pesar de que su timidez y su falta de capacidad para desenvolverse en diferentes situaciones eran vistas como defectos. Su carácter reservado y el hecho de hablar con solo una o dos palabras hacían las conversaciones extremadamente difíciles.[70] Su naturaleza taciturna era una manifestación de su miedo a las relaciones cercanas que tenía su origen en las vivencias de abandono, intriga y traición que tuvo en la infancia.[71]
Entre bambalinas, se creó un grupo de siervos de palacio de alto cargo y notables políticos conocidos como "Facción Cortesana" (Facção Áulica, en portugués) o "Club da Joana" por la influencia que tenían sobre el joven emperador -y algunos eran tan cercanos como Mariana de Verna.[72] Pedro II fue utilizado con maestría por los cortesanos para eliminar a sus enemigos (tanto reales como supuestos) a través del alejamiento de sus rivales. El acceso a la persona del monarca por políticos rivales y la información que este recibía estaban cuidadosamente controlados. Una ronda continua de asuntos de gobierno, estudios, eventos y apariciones personales, usadas como distracciones, mantuvieron al emperador ocupado, aislado de forma efectiva y le impedían darse cuenta de cómo estaba siendo explotado.[73]
Los cortesanos estaban preocupados con la inmadurez del emperador y creyeron que un matrimonio podía mejorar su comportamiento y su personalidad.[74] El gobierno del Reino de las Dos Sicilias ofreció la mano de la princesa Teresa Cristina.[75][76][77] El retrato que estos enviaron reveló que se trataba de una mujer joven y guapa, lo que llevó a Pedro II a aceptar la propuesta.[78]