Conversiones forzadas de musulmanes en España
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La conversión de los musulmanes de España fue una política promulgada a través de una serie de edictos que proscribían el Islam en los reinos de la Monarquía Hispánica. Este proceso tuvo lugar a principios del siglo XVI en cada uno de los tres Estados de la España de la época: la Corona de Castilla en 1500-1502, seguida de Navarra en 1515-1516, y por último la Corona de Aragón en 1523-1526.[1]
Terminada la Reconquista el 2 de enero de 1492, la población musulmana de España se situaba entre 500 000 y 600 000 personas. En ese momento, a los musulmanes que vivían bajo el dominio cristiano se les otorgó el estatus de mudéjar, permitiendo legalmente la práctica abierta del islam.
Durante el año 1497, Manuel I de Portugal, yerno de los Reyes Católicos, emitió un decreto que ordenaba la expulsión de judíos y musulmanes que no se convirtieran, cerrando las mezquitas, incluso la de Lisboa.[2]
En 1499, el arzobispo de Toledo, el cardenal Francisco Jiménez de Cisneros, inició una campaña de evangelización en la ciudad de Granada. Esta en un principio dio muy buenos resultados, hasta tal punto que los mismos doctores musulmanes de la ciudad pidieron ser bautizados. Ello impresionó de tal manera a los moros granadinos que, imitándolos, acudieron en masa a bautizarse.[3] Entusiasmado, Cisneros mandó quemar públicamente en la plaza de Bib-Rambla copias del Corán y libros de teología islámica (salvando expresamente todos los de ciencias), lo que, unido a otros sucesos menores, terminó de soliviantar a los musulmanes no convertidos, los cuales iniciaron en 1499 un efímero levantamiento en el Albaicín que poco después se extendió a la Alpujarra.[4]
Pacificada la región, Fernando el Católico dictó disposiciones para facilitar la evangelización con estímulos y recompensas para los que se hicieran cristianos. Sin embargo, algunos moros de las regiones montañosas no quisieron acogerse a estas ventajas y privilegios reales y optaron por asesinar misioneros, saquear e incendiar pueblos y vender en África como esclavos a los hombres, niños y mujeres cristianos que capturaban en sus correrías.[5] Se consideró por todo ello que los musulmanes habían vulnerado las condiciones de la capitulación, de manera que se suprimió el estatuto de mudejaría. En 1501 Fernando el Católico dispuso que se aparejasen en el puerto de Estepona los buques necesarios para el transporte de los musulmanes del reino de Granada que prefiriesen pasar a Berbería antes que hacerse cristianos.[6]
Animados por el éxito de Granada, los Reyes Católicos emitieron un edicto en 1502 que prohibía el islam en toda la Corona de Castilla. Con la anexión de la Navarra Ibérica en 1515, más musulmanes se vieron obligados a observar las creencias cristianas bajo el edicto castellano. El último reino en imponer la conversión fue la Corona de Aragón reinando ya Carlos I de España, cuyos reyes habían estado previamente obligados a garantizar la libertad religiosa de sus súbditos musulmanes bajo un juramento incluido en sus coronaciones. A principios de la década de 1520, tuvo lugar un levantamiento contra el islam conocido como las Germanías y los musulmanes en territorios rebeldes se vieron obligados a convertirse. Cuando las fuerzas reales aragonesas, con la ayuda de los musulmanes, reprimieron la rebelión, el rey Carlos I de España dictaminó que esas conversiones eran válidas; por lo tanto, los musulmanes pasaron a ser considerados cristianos. Esto puso a los conversos bajo la jurisdicción de la Inquisición española. Finalmente, en 1524, Carlos pidió al papa Clemente VII que liberara al rey de su juramento de proteger la libertad de religión de los musulmanes. Esto le otorgó la autoridad para actuar oficialmente contra el resto de la población musulmana; a finales de 1525, emitió un edicto oficial de conversión: el islam ya no existía oficialmente en toda España.
Mientras que la adhesión al cristianismo en público era requerida por los edictos reales e impuesta por la Inquisición española, la evidencia indicaba que la mayoría de los convertidos (conocidos como los "moriscos") se aferraban al islam en secreto. En la vida pública cotidiana, la ley islámica tradicional ya no podía seguirse sin la persecución de la Inquisición; como resultado, se promulgó la fetua de Orán para reconocer la necesidad de relajar la sharia, así como para detallar las formas en que los musulmanes debían hacerlo. Esta fetua se convirtió en la base del criptoislam practicado por los moriscos hasta su expulsión en 1609-1614. Algunos musulmanes, muchos de ellos cerca de la costa, emigraron en respuesta a la conversión. Sin embargo, las restricciones impuestas por las autoridades a la emigración significaban que la salida de España no era una opción para muchos. También estallaron rebeliones en algunas zonas, especialmente en aquellas zonas montañosas de fácil defensa, pero no todas tuvieron éxito. Finalmente, los edictos crearon una sociedad en la que los musulmanes devotos que secretamente rehusaron la conversión coexistieron con los antiguos musulmanes que se convirtieron en cristianos practicantes genuinos, hasta la expulsión.