Radiación ionizante
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Las radiaciones ionizantes son aquellas radiaciones con energía suficiente para ionizar la materia, extrayendo los electrones de sus estados ligados al átomo.
Los rayos gamma, los rayos X y la parte ultravioleta de mayor energía del espectro electromagnético son radiaciones ionizantes, mientras que el ultravioleta de menor energía, la luz visible, casi todos los tipos de luz láser, los infrarrojos, las microondas y las ondas de radio son radiaciones no ionizantes. El límite entre radiación ionizante y no ionizante en el área ultravioleta no está claramente definido, ya que diferentes moléculas y átomos se ionizan a diferentes energías. La energía de la radiación ionizante comienza entre 10 electronvoltios (eV) y 33 eV.
Entre las partículas subatómicas ionizantes típicas se encuentran las partículas alfas, las partículas betas y los neutrones. Éstas se crean normalmente por desintegración radiactiva, y casi todas son lo suficientemente energéticas como para ionizar. También hay partículas cósmicas secundarias producidas después de que los rayos cósmicos interactúan con la atmósfera de la Tierra, incluyendo muones, mesónes y positrones.[1][2] Los rayos cósmicos también pueden producir radioisótopos en la Tierra (por ejemplo, carbono-14), que a su vez decaen y emiten radiación ionizante. Los rayos cósmicos y la desintegración de isótopos radiactivos son las principales fuentes de radiación ionizante natural en la Tierra, contribuyendo a la radiación de fondo. La radiación ionizante también es generada artificialmente por tubos de rayos X, aceleradores de partículas y fisión nuclear.
La radiación ionizante no es detectable inmediatamente por los sentidos humanos, por lo que se utilizan instrumentos como contadores Geigers para detectarla y medirla. Sin embargo, las partículas de muy alta energía pueden producir efectos visibles tanto en la materia orgánica como en la inorgánica (por ejemplo, la iluminación del agua en la radiación Cherenkov) o en los seres humanos (por ejemplo, el síndrome de irradiación aguda).[3]
La radiación ionizante se utiliza en una amplia variedad de campos como la medicina, la energía nuclear, la investigación y la fabricación industrial, pero presenta un peligro para la salud si no se toman las medidas adecuadas contra una exposición excesiva. La exposición a radiaciones ionizantes provoca daños celulares en tejidos vivos y daños orgánicos. En dosis agudas elevadas, se producen quemaduras por radiación y enfermedad por radiación, y dosis más bajas durante un tiempo prolongado pueden causar cáncer inducido por radiación.[4][5] La Comisión Internacional de Protección Radiológica (ICRP) emite directrices sobre la protección contra la radiación ionizante, y los efectos de la absorción de dosis en la salud humana.