Crítica taurina
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La crítica taurina es un género periodístico[1] consistente en la relación de los hechos acaecidos durante las corridas de toros y la valoración por parte del autor.
El relato y evaluación de una lidia, efímero e irrepetible, puede presentar dificultades de objetividad. Por otra parte el juicio crítico se enfrenta a valores artísticos y emocionales, además de puramente técnicos, que aumentan el desafío de producir una crítica taurina objetiva.
Respecto a los factores condicionantes deben señalarse al menos tres. Uno es la incursión en el dogmatismo, generando posteriores prejuicios. Otro es la intervención de intereses económicos: "Por primera vez en la historia, el crítico se convertía en protagonista, con toda la rentabilidad económica -no siempre confesable- que ello suponía".[2] En especial la costumbre de incentivar económicamente a los críticos taurinos para ponderar o justificar la labor de un torero, en las memorias de Juan Belmonte ya dan el hecho de "untar" como normalizado.[3] El tercer factor deformador de la realidad es epocal; es decir, que en ciertos momentos históricos adquiere una relevancia destacada. Se trata de un problema que más que a individualidades afecta a la colectividad de la crítica taurina: la permisividad con adulteraciones en la integridad del toro, por razones de su edad, de la integridad de sus astas, de una debilidad de la res que resta toda emoción al toreo... En este sentido las tres décadas siguientes a la Guerra Civil española trajeron fraudes que la mayor parte de la crítica, y también del público soslayaron.[4] Sin embargo, fue la presión de ciertos críticos, quienes consiguieron nuevas leyes y algunas reglamentaciones, como la obligatoriedad del marcaje en la piel del año del nacimiento del toro (que debía lidiarse cuatreño al menos) o la supervisión de la integridad de los pitones. Otra época de crisis sobrevino en los años ochenta y parte de los noventa respecto al trapío del toro y los pitones, aunque estos teóricamente se analizaran. En la actualidad (segunda década del siglo XXI), perdura como endémico el problema de la debilidad del toro en muchas plazas, pero, la crítica taurina, y parte del público, apuntan a la necesidad de recuperar la necesaria fortaleza del gran protagonista del espectáculo, el toro, porque sin la transmisión emotiva del mismo la lidia pierde su sentido.