Loading AI tools
campañas coloniales en Latinoamérica de persecución y erradicación de creencias no cristianas De Wikipedia, la enciclopedia libre
La extirpación de idolatrías hace referencia principalmente a las políticas y prácticas institucionalizadas de la Corona Española de erradicación forzosa de las religiones originarias y suplantación de las mismas con la religión católica en el Virreinato del Perú durante los siglos XVI y XVII.[1] En el Virreinato del Perú, la extirpación de idolatrías fue complementaria a las actividades de la Inquisición española (o Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición), ya que las personas nativas no estaban sujetas a la inquisición ya que se los consideraba neófitos en la fe católica.[2][3][4]
La extirpación consistió en la destrucción de las huacas —adoratorios, apachetas, esculturas y piedras de adoración de los indígenas (como illas llama o bezoares)—,[5] la prohibición de ofrendar y bailarle a las deidades andinas, y la confiscación de objetos de oro y plata,[5] además de la incineración de tejidos finos, queros de madera, tambores y los cuerpos momificados de los antepasados (los mallki).[6][7] Asimismo, se capturó, torturó y encarceló los practicantes de las religiones originarias.[8] A los condenados por los extirpadores se les daba, como castigo y penitencia: la pena de azotes, la confiscación de bienes, la exposición y humillación pública, el rapado de la cabeza y el corte de cejas, el portar la cruz al cuello a perpetuidad o por un cierto período mínimo de seis meses, la pena de destierro y la pena de galeras.[9]
Las grandes campañas de extirpación de idolatrías se aplicaron principalmente en el arzobispado de Lima (en las provincias coloniales de Huarochirí y de Cajatambo); también hubo otras campañas de menor magnitud en las provincias de Huamachuco, Huamanga,[3] Cuzco, Arica, Atacama,[10] Huaylas, Arequipa, y en las Audiencias del Río de la Plata, Quito y Charcas.[10] No obstante, impactaron mucho en los pueblos donde se realizaron y aparte de atentar contra las religiones andinas y sus actividades de comunión con las deidades locales, también se afectó la identidad cultural de los pueblos afectados y disminuyó la cohesión social de los grupos étnicos.[6]
La idolatría hace referencia a la adoración a los ídolos. En el Concilio de Trento (1545-1563), la Iglesia católica afirmó que las imágenes religiosas cristianas de Cristo, de la Virgen y de otros santos no eran seres sagrados más si eran representaciones de estos, por lo que era correcto adorar a las imágenes a través de besos o el arrodillarse al estar frente a estas, o usarlas como medio para comunicarse con Dios.[11] Cualquier adoración a otros ídolos, fueron calificadas como paganas, infieles o idolátricas.[11]
El contexto de la época marca a los evangelizadores y conquistadores con ideologías cristianas como la del filósofo italiano del siglo XIII Tomás de Aquino, quien advierte que tanto la herejía como la idolatría son pecados contra la fe y «que cualquier cosa inventada por el hombre para hacer y adorar ídolos o para dar culto a una criatura es supersticioso».[12]
La lucha contra las religiones originarias, especialmente las andinas, se había iniciado con la Conquista en el siglo XVI.[2] Estas campañas consistieron en la destrucción de esculturas y piedras, adoratorios y huacas utilizados por la población local.[13]
En 1609, el presbítero doctrinero de la reducción de San Damián en la Huarochirí, Francisco de Ávila, puso a las autoridades coloniales en Lima en alerta al denunciar sus feligreses andinos de proseguir clandestinamente con los cultos originarios.[14] Ávila afirmó que los indígenas de su parroquia, pese a ser bautizados desde hace mucho tiempo, eran idólatras y rendían culto a las deidades andinas como antes de la conquista. Esta denuncia desencadenó en las autoridades civiles y religiosas las campañas institucionalizadas para extirpar la idolatría. Es así que en 1610, Ávila fue nombrado el primer juez extirpador de idolatrías por el arzobispo de Lima, el español Bartolomé Lobo Guerrero.[6]
A partir del sínodo de Lima de 1613, el sistema de visitas de idolatrías se formalizó en el derecho canónico siguiendo el modelo de la Inquisición, aunque con diferencias de procedimientos y dirigido a sujetos distintos: los indígenas apóstatas.[4][15] El juez visitador, o Visitador General, era acompañado por lo menos por un fiscal y un notario. Las campañas de extirpación de idolatrías cumplieron la doble tarea de servir fines judiciales y de evangelización.[3] De acuerdo a Pierre Duviols,[16]
cuando un equipo llega a un pueblo, el visitador debe publicar el ‘edicto de gracia’ por el cual se conceden tres días a los indígenas para entregar sus huacas, denunciar a los demás idólatras, hechiceros, etc. Luego se exhiben los ídolos, se manifiestan los hechiceros, y se hace un inventario de ellos. Después se puede proceder a sesiones públicas de abjuración y absolución, seguidas de la cremación de las huacas en la plaza del pueblo y de la destrucción a los adoratorios y templos paganos fuera del pueblo. Por último, se debe aplicar a los ‘hechiceros y dogmatistas’ las penas previstas por el Concilio III, con el subsiguiente ‘apartamiento’ de los tales
Movido por la campaña de extirpación de idolatrías, el virrey del Perú de 1615 hasta 1621, Francisco de Borja y Aragón, príncipe de Esquilache, fundó en 1620 en el Cercado de Lima el colegio para los hijos de caciques (a llamarse el colegio del Príncipe) y la adjunta casa de reclusión de Santa Cruz, para los "dogmatistas y hechiceros".[17] Ambas instituciones estuvieron a cargo de los jesuitas y contaron con el apoyo del arzobispo de Lima.[18][9]
En la segunda etapa del proceso de extirpación, entre 1649 y 1670, los jesuitas dejaron de participar.[16]
Los investigadores inicialmente encontraron documentos sobre la extirpación de idolatrías en el Virreinato del Perú. Estudios posteriores han demostrado que se llevaron a cabo acciones de extirpación en el Arzobispado de Charcas y en Arzobispado de La Plata.[16]
En el Virreinato de Nueva España, el obispo español y franciscano Diego de Landa, a través de la Inquisición, entre 1574 y 1579, procedió a aplicar medidas para extirpar la idolatría maya en la península de Yucatán como fueron los interrogatorios, los castigos, la prisión, la tortura (por ejemplo, la garrucha),[19][20] y hasta la ejecución de los acusados.[21][22] El gobernador de Yucatán, Guillén de las Casas, desde su llegada a la península en 1577 se opuso a las campañas del obispo insistiendo en forma pública que el castigo a los indios idólatras correspondía a su jurisdicción.[23]
Para algunos sacerdotes, el prestar servicios como extirpadores de idolatrías fue una forma de acumular méritos religiosos ante las autoridades políticas y eclesiásticas, y con ello «aspirar a dignidades superiores en los templos o lugares más centrales, de mayor prestigio y de mejor renta».[10] Es así que en algunos casos, varios curas locales que iniciaron acciones de extirpación antes de recibir el título formal de Visitador de Idolatrías entregado por su arzobispo, como si pasó con Francisco de Ávila en 1610.[10]
Seamless Wikipedia browsing. On steroids.
Every time you click a link to Wikipedia, Wiktionary or Wikiquote in your browser's search results, it will show the modern Wikiwand interface.
Wikiwand extension is a five stars, simple, with minimum permission required to keep your browsing private, safe and transparent.