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Sepulcro del infante Felipe de Castilla
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El sepulcro del infante Felipe de Castilla, que forma pendant con el sepulcro de Inés de Guevara, se conserva en la iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga, templo vinculado a la Orden del Temple y situado en la localidad palentina de Villalcázar de Sirga, que dista 10 kilómetros de Carrión de los Condes.[1]
Sepulcro del infante Felipe de Castilla | ||
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![]() Sepulcro del infante Felipe de Castilla. | ||
Autor | Antón Pérez de Carrión | |
Creación | Ca. 1274-1300 | |
Ubicación | Iglesia de Santa María la Blanca de Villalcázar de Sirga. (Provincia de Palencia,España) | |
Estilo | Gótico | |
Material | Piedra | |
Según algunos autores, tanto el sepulcro del infante Felipe, que fue hijo del rey Fernando III de Castilla y falleció el día 28 de noviembre de 1274,[2][3] como el de su esposa, Inés de Guevara, que se encuentra en el mismo emplazamiento, son obras «paradigmáticas»,[4] excepcionales y de las más ricas y destacadas de su época, ya que se trata de dos sepulcros «exentos ricamente ornamentados y policromados»,[5] sin contar con que ambos son semejantes en lo que a forma e iconografía se refiere, lo que corrobora plenamente su condición de pendant, a juicio de Olga Pérez Monzón,[6] que también aseguró que el sepulcro de Inés posee una mayor «dimensión escatológica» que el de su esposo, ya que este destaca por el carácter más profano o «mundano» de sus pasajes.[6] Y el historiador Ricardo del Arco y Garay no vaciló en afirmar que ambos sepulcros son «probablemente los mejores del primer gótico en España», debido a que:[7]
Conservan parte de la primitiva policromía, que las hacía maravillosas urnas funerarias, y están esculpidas en ellos las ceremonias religiosas y familiares de los entierros principescos de la Edad Media, constituyendo un valioso documento para el estudio de la indumentaria...son dos monumentos capitales en la historia del arte funerario español, desde el punto de vista de las costumbres, los trajes, los muebles, la panoplia, los arneses y la heráldica del siglo XIII.
Sánchez Ameijeiras señaló que este sepulcro contiene la «más antigua representación», en tierras castellanas, del cortejo fúnebre de un noble, a lo que hay que añadir que, al haber sido secuenciado el cortejo en los cuatro lados del sarcófago, constituye por ello también una novedosa aportación en cuanto a escultura funeraria castellana se refiere.[8] Y la historiadora Olga Pérez Monzón subrayó que el sepulcro del infante destaca debido a su extraordinario «valor artístico intrínseco» y, sobre todo:[9]
por su contenido político al visualizar de forma plástica la actitud de disidencia y confrontación política que el noble protagonizó contra la política de reafirmación del poder monárquico encabezada por su hermano, el rey Alfonso X el Sabio.
Según Pérez Monzón, lo que realmente manifiesta el sepulcro del «levantisco infante», como lo calificó María Ángela Franco Mata,[10] es la oposición de este último hacia la política de Alfonso X de reforzamiento de la autoridad de la Corona[11] en detrimento de la nobiliaria, por lo que la repetición del escudo del infante en el sepulcro, así como el epitafio grabado en él, pretenden resaltar su condición de «hijo de rey», al tiempo que minimiza su condición de «hermano de rey»,[12] narrando las exequias esculpidas en el sepulcro de modo idéntico a como lo hacían los reyes de la época, lo que a juicio de dicha historiadora no tiene nada de casual.[9] Y según el catedrático Joaquín Yarza Luaces, la posición de la estatua yacente, en la que el difunto aparece con las piernas cruzadas y con la espada en alto, demuestra no poca «arrogancia y engreimiento».[13]