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Alonso Manrique

cardenal e inquisidor general español De Wikipedia, la enciclopedia libre

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Alonso Manrique de Lara o Alfonso Manrique de Lara y Solís (Segura de León, Badajoz, 1471-Sevilla, 28 de septiembre de 1538) fue un cardenal y político español, arzobispo de Sevilla, inquisidor general y obispo de Badajoz y Córdoba.

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Biografía

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Era medio hermano del poeta Jorge Manrique por parte de su padre, Rodrigo Manrique de Lara, I conde de Paredes de Nava,[1] aunque de otro matrimonio, su tercera mujer Elvira de Castañeda, hija de Pedro López de Ayala el Sordo, I conde de Fuensalida, y María de Silva.[2] Cursó estudios de Cánones en la Universidad de Salamanca, y pronto contó con rentas suficientes a partir de varios cargos: canónigo de la catedral de Toledo, maestrescuela en la catedral de Salamanca, canciller de esta Universidad y arcediano de Toro. Lograría el grado de doctor, pero no su propósito de ingresar en la Orden de San Agustín.[3] Fue profesor de griego en la década de 1490 en la Universidad de Alcalá.[4]

Tuvo varios hijos: Rodrigo Manrique, al que no hay que confundir con el homónimo padre del poeta Jorge Manrique, Guiomar Manrique y el también inquisidor Jerónimo Manrique de Lara.[5]

Obispado de Badajoz

Fue nombrado obispo de Badajoz en septiembre de 1499 por Isabel la Católica, aunque no llegaría a la ciudad hasta abril de 1500, y al poco tiempo de establecerse celebró sínodo en la iglesia de Santa María del Castillo, entre el 26 de abril y el 1 de mayo de 1501. Constituciones que se llevarían ese mismo año a la imprenta. Mostraría preocupación por la conversión de musulmanes, muchos de los cuales adoptaron el apellido Manrique al cambiar de nombre.[3]

A la muerte de Isabel la Católica en 1504, se inclinó a defender a Felipe el Hermoso en contra de Fernando el Católico. Tras la muerte de Felipe en 1506, quiso viajar a la corte del joven Carlos a Flandes, hecho que fue paralizado por Fernando el Católico, quien lo envió a prisión al castillo de Atienza por provocar perturbaciones. Más tarde fue trasladado a Illescas donde continuó preso hasta que se le permitió volver a su obispado tras el Tratado de Blois (1509), cuando fue indultado. No cedió en su empeño de llegar a Flandes, por lo que marchó a Lisboa sin permiso real y desde allí navegó hasta los Países Bajos españoles junto al príncipe Carlos como capellán. Desde tan lejano lugar continuó su labor, decretando en 1510 el estatuto de limpieza de sangre en su obispado, la primera iglesia catedral donde era requisito para acceder. Tuvo gran correspondencia con el cardenal Cisneros, a quien le iba trasladando los asuntos de Flandes. Ofició la misa el 14 de marzo de 1516 en la iglesia de Santa Gúdula que precedió a la proclamación de Carlos como rey de España. Ese mismo año y, tras la recomendación del cardenal Cisneros, fue nombrado obispo de Córdoba.[6]

Obispado de Córdoba

Acompañó a la hermana de Carlos, Leonor de Austria, a desposarse con Manuel I de Portugal en 1518, evento que aprovechó para tomar posesión del obispado cordobés. Una vez asentado, promovió la celebración de un sínodo entre los días 4 y 9 de marzo de 1520, en la antigua capilla mayor, actual capilla de Villaviciosa, de la Mezquita-catedral de Córdoba. La extensa normativa de este sínodo sin duda muestra su mentalidad reformadora, adelantándose incluso a los acontecimientos de Trento. Su normativa se basó en buena parte en la del Sínodo de Badajoz de 1501. También se reconocen muchas influencias de las Constituciones Sinodales del año 1496, recopiladas por su tío Íñigo Manrique de Lara, obispo de Córdoba entre 1485 y 1496. El Sínodo de 1520 permaneció vigente durante gran parte del siglo XVI, hasta la celebración del Sínodo de 1566, en tiempos del obispo Cristóbal de Rojas y Sandoval, el cual se fundamentó en tres fuentes legales, el Sínodo de 1520, los preceptos del Sínodo Provincial de Toledo y los Cánones del Concilio de Trento.[3] No obstante, Alonso apenas estuvo unos meses en Córdoba, ya que en 1520 asistió a las Cortes en La Coruña, donde fue nombrado capellán mayor del rey, e incluso acompañó al monarca a su coronación como emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en Aquisgrán ese mismo año.[6]

Alonso decidió la construcción de una nueva capilla mayor en la Mezquita-catedral de Córdoba, ya que la actual se encontraba al rincón de la iglesia. Se encontró con gran oposición del poder civil y la ciudadanía, llegando a ejercer excomuniones, aunque finalmente el emperador Carlos V dio permiso a las obras, que comenzaron en 1523, cuando fue nombrado arzobispo de Sevilla, al mismo tiempo que inquisidor general.[7]

Arzobispado de Sevilla

Su llegada a Sevilla, después del mandato del severo Diego de Deza, permitió de nuevo el desarrollo de la cultura humanista y la literatura en el entorno de la Catedral.[8] Fue nombrado cardenal el 22 de febrero de 1531.

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Asunto luterano

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Durante su mandato inquisitorial, la amenaza de Lutero se extendía por Europa y el papa León X trataba de atajarla. En España el encargado de atajar estas herejías fue la Inquisición. Y, aunque Alonso Manrique veía con buenos ojos al anticlerical Erasmo de Róterdam y al grupo de presión formado por sus amigos españoles cercanos al Emperador, entre ellos los Vergara y los hermanos Juan y Alonso de Valdés, a partir de 1530 el emperador empezó a declararse contrario a los erasmistas y se desató la censura y la persecución contra los mismos. Alonso Manrique, pues, tuvo que abandonar su inicial simpatía por los erasmistas y empezó a perseguirlos ferozmente al igual que a los alumbrados, evangélicos, luteranos, anabaptistas y calvinistas.

Las opiniones de Calvino, Ulrico Zuinglio y Müntzer llegaron a España y Carlos I, junto con los inquisidores, decidió vigilar la publicación de cualquier escrito en contra de las obras reformistas. Organizado por la Inquisición, se compiló y publicó un Index Librorum Prohibitorum, abreviadamente llamado Índice, de textos heréticos, publicado en 1539 y con diversas ediciones ampliadas hasta que se abandonó tras el Concilio Vaticano II en el siglo XX.

Manrique publicó una orden dirigida a los inquisidores provinciales en la que alentaban a las delaciones para descubrir a los miembros de esta secta de los dejados y alumbrados, además de los judaizantes en secreto, los erasmistas y los reformados luteranos y calvinistas.

Entre las víctimas destacan San Juan de Ávila, llamado el Apóstol de Andalucía, debido a las envidias y temores que provocaba su vida ejemplarmente sencilla. Fue absuelto en 1534.

Otro caso fue el de Juan de Vergara y Bernardino Tovar, por sus críticas a la traducción de la biblia Vulgata. Tras los castigos y penitencias, abjuraron de las ideas luteranas, y fueron liberados, aunque sin libertad de expresión y sometidos a una cerrada censura.

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Asunto morisco

La primera conversión de los moriscos quedaba ya lejana, y parecía necesario revisar la situación, lo cual se llevó a cabo con más severidad y rigor que anteriormente. Esto no se llevó a cabo con desmanes, sino que Manrique se opuso a la persecución indiscriminada, reservando los castigos sólo para los crímenes más graves. A pesar de esta magnanimidad, y a causa del apoyo de los moriscos en contra del emperador Carlos V, éste decretó su persecución. Tras la batalla, las condiciones del tratado de paz incluían -entre otras- que los moros no estaban sometidos a la inquisición por causas ligeras, por lo que fueron absueltos de cualquier cargo de herejía. Sin embargo entre los nuevos conversos había muchos que no profesaban realmente la fe cristiana, por lo que Manrique que aplicó la ley con todas sus consecuencias, incluyendo la prisión y la ejecución en la hoguera.

Retiro

El caso de mayor relevancia se produjo en 1530. Había un monje benedictino llamado Alfonso de Virués de gran sapiencia y erudición, al que Carlos I gustaba de escuchar. Debido a su contacto con obras europeas y la posesión de numerosos libros, fue acusado de luterano, y apresado en Sevilla. El enfado del emperador fue mayúsculo y desterró a Manrique a Sevilla, aunque Virués estuvo en la cárcel cuatro años.

Debido a muchas desavenencias con la inquisición, el emperador detuvo el Santo Oficio entre 1535 y 1545. Manrique tenía un talante tranquilo y conciliador pero no fue capaz de realizar reformas, y permitió que los tribunales abusaran de su autoridad. Durante su mandato de quince años, se condenó a la hoguera a 2500 personas y otras 11 250 fueron sometidos a castigos.

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Últimos años de su vida

Durante los últimos años de su vida siguió estando alejando de la Corte y no salió de Sevilla. Dejó descendencia y su muerte se produjo el 28 de septiembre de 1538, siendo enterrado en el Coro de la Catedral, sus restos fueron trasladados en el año 1559 al convento de clarisas de Ntra. Sra. de la Consolación, en Cabalazanos (Palencia), fundación de su linaje.[3]


Predecesor:
Juan Rodríguez de Fonseca
Obispo de Badajoz
1499 – 1516
Sucesor:
Pedro Ruiz de la Mota
Predecesor:
Martín Fernández de Angulo Saavedra y Luna
Obispo de Córdoba
1516 – 1523
Sucesor:
Juan Álvarez y Alva de Toledo
Predecesor:
Diego de Deza
Arzobispo de Sevilla
1523 – 1538
Sucesor:
García de Loaysa
Predecesor:
Adriano de Utrecht

Inquisidor general

1523 – 1538
Sucesor:
Juan Pardo de Tavera
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Referencias

Bibliografía

Enlaces externos

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