Bélgica en la Segunda Guerra Mundial
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A pesar de ser neutral al inicio de la Segunda Guerra Mundial, el 10 de mayo de 1940, Bélgica y sus posesiones coloniales se vieron forzadas a entrar a la guerra a causa de la invasión de las fuerzas alemanas. Tras 18 días de combate, el ejército belga se rindió ante los alemanes, iniciándose así una ocupación que duró hasta la liberación de Bélgica por parte de las fuerzas aliadas en 1944. La decisión de Leopoldo III de Bélgica de no ofrecer resistencia a la invasión provocó una crisis política tras el fin de la guerra. Sin embargo, tras la derrota, muchos belgas escaparon a Reino Unido donde formaron un gobierno y ejército en el exilio para continuar la lucha.
El Congo Belga se mantuvo leal al gobierno de Bélgica en Londres y contribuyó significativamente con recursos materiales y humanos a la causa aliada. Muchos belgas se involucraron en la resistencia de forma armada o pasiva contra las fuerzas nazis, a pesar de que algunos decidieron colaborar con ellos. El apoyo de las facciones políticas de derecha y sectores de la población belga le permitió al ejército alemán reclutar dos divisiones de las Waffen-SS en Bélgica y también contribuyó a facilitar la persecución de los judíos belgas, por lo que alrededor de 25 000 fueron asesinados.
La mayor parte del país fue liberado por las fuerzas aliadas entre septiembre y octubre de 1944, mientras que algunas áreas del este permanecieron ocupadas hasta 1945. En total, aproximadamente 88 000 belgas fallecieron durante el conflicto,[1] lo que representó el 1.05% de la población antes de la guerra, además de la destrucción del 8% del producto interno bruto.[2]