Invasiones bárbaras del siglo III
De Wikipedia, la enciclopedia encyclopedia
Las invasiones bárbaras del siglo III (212/213-305) son una serie de incursiones dentro de los confines del Imperio romano, llevadas a cabo para saquear o robar[1] por bandas armadas de comunidades que habitaban a lo largo del limes septentrional: pictos, caledonios y sajones, en Britania; frisones, francos, alamanes, burgundios, marcomanos, cuados, lugios, vándalos, jutungos, gépidos, godos (tervingios en Occidente y greutungos en Oriente)[2] las tribus tracias de carpos y sármatas de yázigas, roxolanos y alanos, así como de bastarnos, escitas, boranos y hérulos, a lo largo de los ríos Rin y Danubio y a orillas del mar Negro.
Invasiones bárbaras del siglo III | ||||
---|---|---|---|---|
Parte de período de las grandes migraciones | ||||
Sarcófago Ludovisi, con un altorrelieve de la invasión por parte de los bárbaros en el siglo III | ||||
Fecha | 212/213 al 305 | |||
Lugar | En los límites del Rin-Danubio. | |||
Beligerantes | ||||
| ||||
Fuerzas en combate | ||||
| ||||
| ||||
Desde tiempos de Marco Aurelio, durante las guerras marcomanas (165-189), las tribus germánico-sármatas no habían ejercido una presión tan fuerte en los confines septentrionales del Imperio.
El creciente peligro para el Imperio se debía principalmente a un cambio con respecto a siglos anteriores en la estructura tribal de su sociedad: la población, en constante crecimiento y empujada por los pueblos orientales, necesitaba nuevos territorios para expandirse: de lo contrario las tribus más débiles desaparecerían. Por ello se vio la necesidad de unirse en federaciones étnicas de grandes dimensiones, como las de los alamanes, francos y godos. La idea era agredir con mayor eficiencia al vecino Imperio o defenderse de la irrupción de otras poblaciones bárbaras fronterizas. Para otros estudiosos, además de la presión de las poblaciones externas, hay que contar con el contacto y la comparación con la civilización imperial romana (sus riquezas, lengua, armas, organización) como motivo para que los pueblos germánicos quisieran restructurarse y organizarse en sistemas sociales más robustos y permanentes, capaces de defenderse mejor o de atacar seriamente al Imperio.[3]
Por su parte, Roma, ya desde el siglo I d. C. buscaba impedir la penetración de los bárbaros atrincherándose detrás del limes, es decir, de la línea continua de fortificaciones que se extendía entre el Rin y el Danubio, construida precisamente para contener la presión de los pueblos germánicos.[So. 1]
La ruptura por parte de las poblaciones bárbaras que se encontraban a lo largo del limes fue facilitada también por un período de grave inestabilidad interna que aquejó al Imperio romano durante el siglo III. De hecho, en Roma había un continuo alternarse de emperadores y usurpadores (la anarquía militar). Las guerras intestinas no solo consumían inútilmente importantes recursos durante las reyertas entre los distintos contendientes, sino —más grave todavía— terminaban por desguarnecer precisamente las fronteras sometidas a la agresión de los bárbaros.
Como si esto no fuese suficiente, a lo largo del frente oriental de Mesopotamia y Armenia a partir de 224 la débil dinastía persa de los partos había sido sustituida por la de los sasánidas, que frecuentemente comprometió severamente al Imperio romano, obligado a sufrir ataques que a menudo se unían a las invasiones, menos implicantes pero de todos modos peligrosas, llevadas a cabo a lo largo del frente africano por tribus bereberes, bacuatos, quincuagentanos, nobates y blemios.
Gracias a la sucesiva división, interna y provisoria, del estado romano en tres partes (en Occidente el Imperio galo, en el centro el Imperio romano propiamente dicho y el Oriente el Imperio de Palmira) el Imperio logró salvarse de una caída definitiva. Pero solo tras la muerte de Galieno (268), un grupo de emperadores-soldados de origen ilirio (Claudio II, Aureliano y Probo) logró reunificar el Imperio en un solo bloque, aun cuando las guerras civiles que se habían subseguido por casi 50 años y las invasiones bárbaras habían obligado a los romanos a renunciar tanto a los Agri decumates (dejados en manos de los alamanes alrededor de 260), como a la provincia de la Dacia (256-271), sometida a las incursiones de la población autóctona de los carpos, godos tervingios y de los sármatas yázigas.[4]
Las invasiones del siglo III, según la tradición, comenzaron con la primera incursión conducida por la confederación germánica de los alamanes en 212.