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Jacob
personaje bíblico De Wikipedia, la enciclopedia libre
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Jacob (en hebreo: יַעֲקֹב ⓘ, en griego: Iακώβ; en latín: Iacobus o Iacob) es un personaje bíblico descrito en el Libro del Génesis. Es un patriarca hebreo de las religiones abrahámicas. Aparece por primera vez en la Torá, donde se le describe en el Libro del Génesis como hijo de Isaac y Rebeca. Por lo tanto, junto con su hermano gemelo mayor Esaú, los abuelos paternos de Jacob son Abraham y Sara, y su abuelo materno es Betuel, cuya esposa no se menciona. Se dice que compró la primogenitura de Esaú y, con la ayuda de su madre, engañó a su anciano padre para que lo bendijera a él en lugar de a Esaú.[1] Luego, tras una grave sequía en su tierra natal Canaán, Jacob y sus descendientes emigraron al vecino Egipto gracias a los esfuerzos de su hijo José, que se había convertido en confidente del faraón. Tras morir en Egipto a la edad de 147 años se supone que fue enterrado en la Tumba de los Patriarcas en Hebrón.
Según la tradición, Jacob habría nacido con toda probabilidad en Beer Lahai-Roi, unos veinte años después del matrimonio entre Isaac y Rebeca,[2] cuando para ese tiempo su padre tenía sesenta años de edad,[3] y su abuelo Abraham, ciento sesenta años. Al igual que su padre, Jacob era de disposición tranquila, porque, según el relato, él era un ish tam, un hombre sencillo y puro. También dice que yacía «en la tienda», lo cual podría ser una señal de que era además estudioso.
Según la Biblia hebrea, los descendientes de Jacob fueron engendrados por cuatro mujeres: sus esposas (y primas maternas) Lea y Raquel; y sus concubinas Bilhah y Zilpah. Sus hijos fueron, por orden de nacimiento: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Dan, Neftalí, Gad, Aser, Isacar, Zabulón, José y Benjamín. También tuvo una hija llamada Dina, nacida de su primera esposa, Lea. [4] Los descendientes de los hijos de Jacob se conocían colectivamente como los israelitas, y cada hijo era el antepasado de una de las Doce tribus de Israel, a las que, excepto a la tribu de Leví, se les asignó un territorio en la Tierra de Israel. La narración del Génesis también afirma que Jacob mostraba favoritismo entre sus esposas e hijos, prefiriendo a Raquel y a sus hijos José y Benjamín al resto, lo que culminó con la venta de José como esclavo por parte de sus hermanos mayores, movidos por el resentimiento.
Era el segundo nacido de los hijos mellizos de Isaac y Rebeca. Durante el embarazo, los niños luchaban dentro de ella.[5] Cuando Rebeca le consultó a Yahveh el porqué de la lucha, recibió el mensaje de parte de Él, que dos naciones, muy distintas entre ellas, estaban formándose en su vientre, y que el mayor serviría al menor.[2] Rebeca siempre recordó estas palabras, de hecho, ella siempre favoreció a Jacob, entretanto, su padre, Isaac, siempre favoreció a Esaú, el otro hijo mellizo, quien era un activo hombre de campo y un gran cazador. Yahveh continuamente declaró su amor por Jacob: «... yo amé a Jacob, y aborrecí a Esaú...».[6]
Relata el Antiguo Testamento que Jacob compró la primogenitura de su hermano Esaú «por un plato de lentejas».[7] A su esposa, Raquel, la obtuvo de su tío Labán a cambio de catorce años de trabajo: después de los siete primeros años de trabajo, Labán lo engañó, entregándole a su hija Lea. Una semana después le entregó a su hija Raquel a cambio de otros siete años.[8]
Yahveh renombró a Jacob como Israel[9] tiempo después de que este protagonizara una lucha contra un ángel,[10] y en su momento llegaría a ser el padre de los israelitas.[11]
Los estudiosos han adoptado opiniones divergentes sobre la historicidad de Jacob, ya que hasta ahora la arqueología no ha aportado pruebas de su existencia.[12][13] El arqueólogo y erudito William Albright dató inicialmente a Jacob en el siglo XIX a. C., pero estudiosos posteriores, como John J. Bimson y Nahum Sarna, se opusieron al uso de pruebas arqueológicas para respaldar tales afirmaciones debido al conocimiento limitado de ese período. Estudios recientes de Thomas L. Thompson y William Dever sugieren que estas narraciones son composiciones literarias tardías con fines ideológicos más que relatos históricos.
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Antroponimia
El nombre es de origen semítico occidental, atestiguado en inscripciones cuneiformes (acadias) del segundo milenio a. C. como Ya-ah-qu-ub-el o bien Ya-qu-ub-el. Con la forma Yaqub-Har, que puede ser leída también como Yaqub El o incluso Yaqubaal, es mencionado en textos jeroglíficos egipcios como el nombre de un monarca hicso (Meruserra Yakub Har)[14] y en una lista de Tutmosis III (siglo XV a. C.) en la cual puede tratarse de un topónimo de Canaán.[15]
La forma compuesta sugiere, según la hipótesis más aceptada, que el nombre significa «Proteja (el dios) 'El» (o «Baal»).[16]
Según la etimología popular que se encuentra en Génesis 25:26, el nombre «Yaʿaqōv» deriva de ʿaqev עָקֵב «talón», ya que Jacob nació agarrando el talón de su hermano gemelo Esaú. De igual manera se cita el Génesis (27:36) que dice; Y Esaú respondió: «Bien llamaron su nombre Jacob, pues ya me ha suplantado (יעקבני Yaqbany) dos veces» este lo relaciona con el verbo Aqab (עקב) que significa «engañar/suplantar».
La Septuaginta traduce el nombre Ιακωβος, en la Vulgata Jacobus, que llegó al español en Jacobo ó Jacob
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Narrativa del Génesis
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Contexto

El relato bíblico de la vida de Jacob se encuentra en el Libro del Génesis, capítulos 25-50.
Nacimiento de Isaac y Rebeca
Jacob y su hermano gemelo, Esaú, nacieron de Isaac y Rebeca después de 20 años de matrimonio, cuando Isaac tenía 60 años.[17] Rebeca se sentía incómoda durante su embarazo y fue a preguntarle a Dios por qué estaba sufriendo. Recibió la profecía de que unos gemelos luchaban en su vientre y seguirían luchando toda su vida, incluso después de convertirse en dos naciones separadas. La profecía también decía que «uno será más fuerte que el otro, y el mayor servirá al menor» [18]
Cuando llegó el momento de que Rebeca diera a luz, el primogénito, Esaú, salió cubierto de pelo rojo, como si llevara una prenda peluda, y su talón estaba agarrado por la mano de Jacob, el segundo hijo. Según Génesis 25, Isaac y Rebeca llamaron al primer hijo Esaú (עשו).[19] Al segundo hijo lo llamaron Jacob (en hebreo: יעקב, Ya'aqob o Ya'aqov, que significa «el que agarra el talón», «el que suplantador», «el que tira de la pierna», «el que sigue los talones de alguien», de עקב, “aqab o “aqav, «agarrar por el talón», «eludir», «restringir», un juego de palabras con עקבה, “iqqebah o “iqqbah, «talón»). [20]
Los chicos mostraron naturalezas muy diferentes a medida que maduraban: «... y Esaú era un cazador astuto, un hombre de campo; pero Jacob era un hombre sencillo, que vivía en tiendas».[21] Además, las actitudes de sus padres hacia ellos también diferían: «Isaac amaba a Esaú porque comía de su caza, pero Rebeca amaba a Jacob».[22]
Adquisición del derecho de primogenitura de Esaú

Génesis 25:29-34 narra la historia de Esaú vendiendo su primogenitura a Jacob. [23] Este pasaje cuenta que Esaú, al regresar hambriento del campo, le rogó a Jacob que le diera un poco del guiso que acababa de preparar. (Esaú se refirió al plato como «esa misma potaje rojo», lo que dio lugar a su apodo, אדום (Edom, que significa «Rojo»). Jacob le ofreció a Esaú un plato de potaje a cambio de su primogenitura, a lo que Esaú accedió.
Bendición de Isaac
A medida que Isaac envejecía, se volvió ciego y no sabía cuándo moriría, por lo que decidió otorgarle a Esaú su primogenitura. Le pidió a Esaú que saliera al campo con sus armas (carcaj y arco) para cazar un ciervo. Isaac le pidió entonces a Esaú que le preparara «carne sabrosa» con la carne del ciervo, según su gusto, para poder comerla y bendecir a Esaú.
Rebeca escuchó esta conversación. Se sugiere que se dio cuenta proféticamente de que las bendiciones de Isaac irían a Jacob, ya que antes del nacimiento de los gemelos le habían dicho que el hijo mayor serviría al menor.[24] Rebeca bendijo a Jacob y rápidamente le ordenó que le trajera dos cabritos de su rebaño para que pudiera ocupar el lugar de Esaú en el servicio a Isaac y recibir su bendición. Jacob protestó diciendo que su padre reconocería su engaño, ya que Esaú era peludo y él tenía la piel suave. Temía que su padre lo maldijera en cuanto lo tocara, pero Rebeca se ofreció a asumir la maldición ella misma e insistió en que Jacob la obedeciera. [25] Jacob hizo lo que su madre le había ordenado y, cuando regresó con los cabritos, Rebeca preparó la sabrosa carne que tanto le gustaba a Isaac. Antes de enviar a Jacob a ver a su padre, lo vistió con las ropas de Esaú y le colocó pieles de cabra en los brazos y el cuello para simular una piel peluda.

Disfrazado de Esaú, Jacob entró en la habitación de Isaac. Sorprendido de que Esaú hubiera regresado tan pronto, Isaac le preguntó cómo era posible que la caza hubiera sido tan rápida. Jacob respondió: «Porque el Señor tu Dios me lo trajo». Rashi dice que las sospechas de Isaac se despertaron aún más, porque Esaú nunca utilizaba el nombre personal de Dios.[26] Isaac exigió a Jacob que se acercara para poder tocarlo, pero las pieles de cabra tenían el mismo tacto que la piel peluda de Esaú. Confundido, Isaac exclamó: «¡La voz es la voz de Jacob, pero las manos son las manos de Esaú[27] Aún tratando de descubrir la verdad, Isaac le preguntó directamente: «¿Eres tú mi hijo Esaú?», y Jacob respondió simplemente: «Sí». Isaac procedió a comer la comida y beber el vino que Jacob le había dado, y luego le dijo que se acercara y lo besara. Cuando Jacob besó a su padre, Isaac olió la ropa que pertenecía a Esaú y finalmente aceptó que la persona que tenía delante era Esaú. Isaac bendijo entonces a Jacob con la bendición que estaba destinada a Esaú. Génesis 27:28-29 recoge la bendición de Isaac: «Que Dios te dé el rocío del cielo y la riqueza de la tierra, abundancia de trigo y de vino. Que los pueblos te sirvan, que seas señor sobre tus hermanos, y que los hijos de tu madre se inclinen ante ti. Maldito sea todo el que te maldiga, y bendito sea todo el que te bendiga».
Jacob apenas había salido de la habitación cuando Esaú regresó de la caza para preparar su presa y recibir la bendición. Isaac se sorprendió al darse cuenta de que había sido engañado, pero reconoció que Jacob había recibido las bendiciones añadiendo: «¡Ciertamente, él será [o seguirá siendo] bendecido!» (27:33).
Esaú quedó desconsolado por el engaño y suplicó por su propia bendición. Habiendo convertido a Jacob en gobernante sobre sus hermanos, Isaac solo pudo prometerle: «De tu espada vivirás, pero a tu hermano servirás; sin embargo, cuando te sientas agraviado, podrás quitarte su yugo de encima» (27:39-40).
Aunque Esaú vendió a Jacob su primogenitura, que era su bendición, a cambio de «un plato de lentejas», seguía odiando a Jacob por recibir la bendición que su padre Isaac le había dado sin saberlo. Juró matar a Jacob tan pronto como Isaac muriera. Cuando Rebeca se enteró de sus intenciones asesinas,[28] ordenó a Jacob que se fuera a la casa de su hermano Labán en Harán, hasta que se calmara la ira de Esaú. Convenció a Isaac para que enviara a Jacob lejos diciéndole que estaba desesperada porque él se casara con una chica local de las familias idólatras de Canaán (como había hecho Esaú). Después de que Isaac enviara a Jacob a buscar esposa, Esaú se dio cuenta de que sus propias esposas cananeas eran malvadas a los ojos de su padre, por lo que tomó como otra esposa a una hija de Ismael, el medio hermano de Isaac.
La escalera de Jacob

Cerca de Luz, de camino a Harán, Jacob tuvo una visión de una escalera que llegaba hasta el cielo, por la que subían y bajaban ángeles, conocida posteriormente en la cultura popular como la «Escalera de Jacob». Oyó la voz de Dios, que le repetía muchas de las bendiciones que le había concedido, procedente de lo alto de la escalera.
Según Pirkei DeRabbi Eliezer, la escalera simbolizaba los exilios que sufriría el pueblo judío antes de la llegada del Mesías judío: los ángeles que representaban los exilios de Babilonia, Persia y Grecia subían cada uno un número determinado de peldaños, en paralelo a los años de exilio, antes de «caer»; pero el ángel que representaba el último exilio, el de Edom, siguió subiendo cada vez más alto, hasta las nubes. Jacob temía que sus descendientes nunca se liberaran del dominio de Esaú, pero Dios le aseguró que, al final de los días, Edom también caería. [29]
Por la mañana, Jacob se despertó y continuó su camino hacia Harán, después de llamar al lugar donde había pasado la noche «Betel», «la casa de Dios».
Matrimonios

Al llegar a Harán, Jacob vio un pozo donde los pastores reunían a sus rebaños para darles de beber y conoció a la hija menor de Labán, Raquel, prima hermana de Jacob, que trabajaba como pastora. Jacob tenía 77 años[30] y se enamoró de Raquel inmediatamente. Después de pasar un mes con sus parientes, pidió su mano a cambio de trabajar siete años para Labán el arameo. Labán aceptó el acuerdo. Esos siete años le parecieron a Jacob «como unos pocos días, por el amor que sentía por ella». Cuando terminaron y él tenía 84 años[30], pidió a su esposa, pero Labán lo engañó cambiando a Raquel por su hermana mayor, Lea, como novia velada. Por la mañana, cuando se descubrió la verdad, Labán justificó su acción diciendo que en su país era inaudito dar en matrimonio a la hija menor antes que a la mayor. Sin embargo, accedió a dar también a Raquel en matrimonio si Jacob trabajaba otros siete años. Tras una semana de celebraciones nupciales con Lea, Jacob se casó con Raquel y continuó trabajando para Labán otros siete años.
En esos siete años, Jacob tuvo doce hijos.[30] Amaba más a Raquel que a Lea, y Lea se sentía odiada. Dios abrió el vientre de Lea y ella dio a luz rápidamente a cuatro hijos: Rubén, Simeón, Leví y Judá. Raquel, sin embargo, seguía siendo estéril. Siguiendo el ejemplo de Sara, que entregó a su sierva a Abraham tras años de infertilidad, Raquel entregó a su sierva Bilhah a Jacob para que Raquel pudiera criar hijos a través de ella. Bilhah dio a luz a Dan y Neftalí. Al ver que había dejado de tener hijos temporalmente, Lea entregó a su sierva Zilpa a Jacob para que Lea pudiera criar más hijos a través de ella. Zilpa dio a luz a Gad y Aser. Después, Lea volvió a ser fértil y dio a luz a Isacar, Zabulón y Dina, la única hija de Jacob. Dios se acordó de Raquel, que dio a luz a José y, más tarde, a Benjamín.
Después del nacimiento de José, Jacob decidió regresar a casa con sus padres. Labán el arameo se mostró reacio a dejarlo marchar, ya que Dios había bendecido su rebaño gracias a Jacob. Labán le preguntó qué podía pagarle a Jacob. Jacob sugirió que todas las cabras y ovejas manchadas, moteadas y marrones del rebaño de Labán, en cualquier momento dado, serían su salario. Jacob colocó varas de álamo, avellano y castaño, a las que había pelado «rayas blancas»,[31] en los abrevaderos o comederos del rebaño, asociando las rayas de las varas con el crecimiento de rayas en el ganado. [32] A pesar de esta práctica de magia, más tarde Jacob les dice a sus esposas que fue Dios quien hizo que el ganado diera a luz a la descendencia conveniente, con el fin de cambiar el rumbo contra el engañoso Labán. [33] Con el paso del tiempo, los hijos de Labán se dieron cuenta de que Jacob se estaba quedando con la mejor parte de sus rebaños, por lo que la actitud amistosa de Labán hacia Jacob comenzó a cambiar. El ángel del Señor, en un sueño durante la temporada de cría, le dijo a Jacob: «Ahora levanta tus ojos y mira [que] todos los machos cabríos que se aparean con las hembras son manchados, moteados y rayados, porque he visto todo lo que Labán te está haciendo», [34] que él es el Dios que Jacob conoció en Betel,[35] y que Jacob debía marcharse y volver a la tierra donde había nacido,[35] lo que él, sus esposas y sus hijos hicieron sin informar a Labán. Antes de partir, Raquel robó los «terafines», considerados ídolos domésticos, de la casa de Labán.
Labán persiguió a Jacob durante siete días. La noche antes de alcanzarlo, Dios se le apareció a Labán en un sueño y le advirtió que no le dijera nada bueno ni malo a Jacob. Cuando los dos se encontraron, Labán le dijo a Jacob: «¿Qué has hecho, que me has engañado y has llevado a mis hijas como cautivas de la espada?».[36] También le pidió que le devolviera los «terafines» robados. Jacob, que no sabía nada del robo de Raquel, le dijo a Labán que quien los hubiera robado debía morir y se apartó para dejarle buscar. Cuando Labán llegó a la tienda de Raquel, ella escondió los «terafines» sentándose sobre ellos y diciendo que no podía levantarse porque estaba menstruando. Jacob y Labán se separaron entonces con un pacto para preservar la paz entre ellos cerca de Galaad. Labán regresó a su casa y Jacob continuó su camino.
Viaje de regreso a Canaán

Cuando Jacob se acercaba a la tierra de Canaán al pasar por Mahanaim, envió mensajeros por delante a su hermano Esaú. Estos regresaron con la noticia de que Esaú venía al encuentro de Jacob con un ejército de 400 hombres. Con gran aprensión, Jacob se preparó para lo peor. Se dedicó a orar fervientemente a Dios y luego envió por delante un tributo de rebaños y manadas a Esaú, «un regalo para mi señor Esaú de parte de tu siervo Jacob».
Jacob transportó entonces a su familia y sus rebaños a través del vado de Jaboc por la noche, y luego volvió a cruzar para enviar sus posesiones, quedando solo en comunión con Dios. Allí apareció un ser misterioso («hombre», Génesis 32:24, 28; o «Dios», Génesis 32:28, 30, Oseas 12:3, 5; o «ángel», Oseas 12:4), y los dos lucharon hasta el amanecer. Cuando el ser vio que no podía vencer a Jacob, le tocó el tendón del muslo (el «gid hanasheh», גיד הנשה) y, como resultado, Jacob quedó cojo (Génesis 32:31). Debido a esto, «hasta el día de hoy, el pueblo de Israel no come el tendón del muslo que está en la cavidad de la cadera».[37] Este incidente es el origen de la mitzvá de porging. [38]
Jacob entonces pidió una bendición, y el ser declaró en Génesis 32:28 que, a partir de ese momento, Jacob sería llamado יִשְׂרָאֵל, Israel («Yisra'el», que significa «el que luchó con el ángel divino» (Josefo), «el que ha prevalecido con Dios» (Rashi), «el hombre que ve a Dios» (Whiston), «él gobernará como Dios» (Strong) o «un príncipe con Dios» (Morris), de שרה, «prevalecer», «tener poder como príncipe»).[39] Aunque en textos posteriores sigue llamándose Jacob, su nombre Israel hace que algunos lo consideren el antepasado epónimo de los israelitas.
Jacob le preguntó su nombre, pero él se negó a responder. Después, Jacob llamó al lugar Penuel (Penuw'el, Peniy'el, que significa «rostro de Dios»),[40] diciendo: «He visto a Dios cara a cara y he vivido».
Debido a que la terminología es ambigua («el» en «Yisra'el») e inconsistente, y debido a que este ser se negó a revelar su nombre, existen diferentes opiniones sobre si era un hombre, un ángel o Dios. Josefo utiliza únicamente los términos «ángel», «ángel divino» y «ángel de Dios», y describe la lucha como una victoria nada desdeñable. Según Rashi, el ser era el ángel guardián del propio Esaú, enviado para destruir a Jacob antes de que pudiera regresar a la tierra de Canaán. Trachtenberg teorizó que el ser se negó a identificarse por temor a que, si se conocía su nombre secreto, pudiera ser conjurado mediante encantamientos. [41] Los intérpretes cristianos literales como Henry M. Morris dicen que el desconocido era «Dios mismo y, por lo tanto, Cristo en su estado preencarnado», citando la propia evaluación de Jacob y el nombre que asumió a partir de entonces, «el que lucha victoriosamente con Dios», y añadiendo que Dios había aparecido en forma humana como el Ángel del Señor para comer con Abraham en Génesis 18.[42] Geller escribió que, «en el contexto de la lucha, el nombre implica que Jacob ganó esta supremacía, vinculada a la de Dios, mediante una especie de teomaquia».[43]
Por la mañana, Jacob reunió a sus cuatro esposas y once hijos, colocando a las sirvientas y sus hijos al frente, a Lea y sus hijos a continuación, y a Raquel y José al final. Algunos comentaristas citan esta disposición como prueba de que Jacob seguía favoreciendo a José por encima de los hijos de Lea, ya que, presumiblemente, la posición trasera habría sido más segura frente a un ataque frontal de Esaú, algo que Jacob temía. Jacob ocupó la posición más adelantada. Sin embargo, el espíritu de venganza de Esaú aparentemente se apaciguó con los generosos regalos de camellos, cabras y rebaños que le hizo Jacob. Su reencuentro fue muy emotivo.

Esaú se ofreció a acompañarlos en su camino de regreso a Israel, pero Jacob protestó diciendo que sus hijos aún eran pequeños y tiernos (nacidos entre seis y trece años antes en la narración); Jacob sugirió que finalmente se reunirían con Esaú en el monte Seir. Según los sabios, esto era una referencia profética al fin de los días, cuando los descendientes de Jacob llegarían al monte Seir, hogar de Edom, para juzgar a los descendientes de Esaú por haberlos perseguido durante milenios. [44] Jacob se desvió hacia Sucot y no se registró que se reuniera con Esaú hasta que, en Macpela, los dos enterraron a su padre Isaac, que vivió hasta los 180 años y era 60 años mayor que ellos.
Jacob llegó entonces a Siquem, donde compró una parcela de tierra, ahora identificada como la tumba de José. En Siquem, la hija de Jacob, Dina, fue secuestrada y violada por el hijo del gobernante, que deseaba casarse con ella. Los hermanos de Dina, Simeón y Leví, acordaron en nombre de Jacob permitir el matrimonio siempre y cuando todos los hombres de Siquem se circuncidaran primero, aparentemente para unir a los hijos de Jacob en el pacto de armonía familiar de Abraham. Al tercer día después de las circuncisiones, cuando todos los hombres de Siquem aún estaban doloridos, Simeón y Leví los mataron a todos con la espada y rescataron a su hermana Dina, y sus hermanos saquearon las propiedades, las mujeres y los niños. Jacob condenó este acto, diciendo: «Me habéis traído problemas al convertirme en un hedor para los canaaneos y los perizitas, los pueblos que viven en esta tierra». [45] Más tarde, en su bendición en el lecho de muerte, reprendió a sus dos hijos por su ira (Génesis 49:5-7).
Jacob regresó a Betel, donde tuvo otra visión de bendición. Aunque la muerte de Rebeca, la madre de Jacob, no se registra explícitamente en la Biblia, Débora, la nodriza de Rebeca, murió y fue enterrada en Betel, en un lugar que Jacob llama «Allon Bachuth» (אלון בכות), «Roble de los Lamentos» (Génesis 35:8). Según el Midrash,[46] la forma plural de la palabra «llanto» indica el doble dolor que supuso la muerte de Rebeca en ese momento.

Jacob volvió a trasladarse mientras Raquel estaba embarazada; cerca de Belén, Raquel se puso de parto y murió al dar a luz a su segundo hijo, Benjamín (el duodécimo hijo de Jacob). Jacob la enterró y erigió un monumento sobre su tumba. La tumba de Raquel, a las afueras de Belén, sigue siendo un lugar popular para peregrinaciones y oraciones hasta el día de hoy. Jacob se estableció entonces en Migdal Eder, donde su primogénito, Rubén, se acostó con Bilá, la sierva de Raquel. Jacob no respondió en ese momento, pero más tarde, en su bendición en el lecho de muerte, condenó a Rubén por ello. Jacob finalmente se reunió con su padre Isaac en Mamre (a las afueras de Hebrón).
Cuando Isaac murió a la edad de 180 años, Jacob y Esaú lo enterraron en la Cueva de los Patriarcas, que Abraham había comprado como parcela funeraria familiar. En este punto de la narración bíblica, aparecen dos genealogías de la familia de Esaú bajo el título «las generaciones de Esaú». Una interpretación conservadora es que, en el entierro de Isaac, Jacob obtuvo los registros de Esaú, que se había casado 80 años antes, y los incorporó a sus propios registros familiares, y que Moisés los amplió y publicó. [47]
En Hebrón
La casa de Jacob habitaba en Hebrón,[48] en la tierra de Canaán. Sus rebaños solían pastar en los pastizales de Siquem[49][50] así como en Dotan. [51] De todos los hijos de su casa, él amaba más al primogénito de Raquel, José. Por eso, los medio hermanos de José estaban celosos de él y a menudo se burlaban de él. José incluso le contó a su padre todas las fechorías de sus medio hermanos. Cuando José tenía 17 años, Jacob le hizo una túnica larga o túnica de muchos colores. Al ver esto, los medio hermanos comenzaron a odiar a José. Entonces José comenzó a tener sueños que insinuaban que su familia se postraría ante él. Cuando les contó a sus hermanos tales sueños, esto los llevó a conspirar contra él. Cuando Jacob se enteró de estos sueños, reprendió a su hijo por sugerir la idea de que la casa de Jacob se postraría ante José. Sin embargo, contempló las palabras de su hijo sobre estos sueños.[52]

por Giovanni Andrea de Ferrari, c. 1640
Algún tiempo después, los hijos de Jacob con Lea, Bilá y Zilpa, estaban pastoreando sus rebaños en Siquem. Jacob quería saber cómo iban las cosas, así que le pidió a José que fuera allí y le trajera un informe. [53] Esa fue la última vez que vio a su hijo en Hebrón. Más tarde ese mismo día, el informe que Jacob recibió procedía de los hermanos de José, que le trajeron un abrigo manchado con sangre de cabra. Jacob reconoció la túnica como la que había hecho para José. En ese momento gritó: «Es la túnica de mi hijo. Una bestia salvaje lo ha devorado. Sin duda, José ha sido despedazado». Rasgó sus vestiduras y se ciñó un cilicio alrededor de la cintura, y estuvo de luto durante días. Nadie de la casa de Jacob pudo consolarlo durante este tiempo de duelo.[54]
La verdad era que los hermanos mayores de José se habían vuelto contra él, lo habían apresado y, finalmente, lo habían vendido como esclavo en una caravana que se dirigía a Egipto.[55]
La hambruna en Oriente Próximo
Veinte años después,[56] en todo Oriente Medio se produjo una grave hambruna sin precedentes que duró siete años.[57] Esto paralizó a las naciones.[58] Se decía que el único reino que prosperaba era Egipto. En el segundo año de esta gran hambruna,[59] cuando Israel (Jacob) tenía unos 130 años,[60] dijo a sus diez hijos de Lea, Bilá y Zilpa que fueran a Egipto a comprar grano. El hijo menor de Israel, Benjamín, nacido de Raquel, se quedó atrás por orden de su padre para mantenerlo a salvo.[61]
Nueve de los hijos regresaron de Egipto junto a su padre Israel, cargados de grano en sus asnos. Le contaron a su padre todo lo que había sucedido en Egipto. Le hablaron de cómo los habían acusado de ser espías y de que su hermano Simeón había sido hecho prisionero. Cuando Rubén, el mayor, mencionó que tenían que llevar a Benjamín a Egipto para demostrar que eran hombres honestos, su padre se enfureció con ellos. No podía entender cómo se habían visto en la situación de contarles a los egipcios todo sobre su familia. Cuando los hijos de Israel abrieron sus sacos, vieron el dinero que habían utilizado para pagar el grano. Todavía lo tenían en su poder, por lo que todos se asustaron. Israel se enfadó entonces por la pérdida de José, Simeón y ahora, posiblemente, Benjamín.[62] Resultó que José, que identificó a sus hermanos en Egipto, pudo devolverles en secreto el dinero que habían utilizado para pagar el grano.[63] Cuando la casa de Israel consumió todo el grano que habían traído de Egipto, Israel dijo a sus hijos que volvieran a comprar más. Esta vez, Judá habló con su padre para convencerlo de que Benjamín los acompañara, a fin de evitar la venganza egipcia. Con la esperanza de recuperar a Simeón y asegurar el regreso de Benjamín, Israel les dijo que trajeran los mejores frutos de su tierra, incluyendo: bálsamo, miel, especias, mirra, pistachos y almendras. Israel también mencionó que el dinero que les habían devuelto en sus sacos probablemente fuera un error o un descuido por su parte. Por lo tanto, les dijo que devolvieran ese dinero y que utilizaran el doble de esa cantidad para pagar el nuevo grano. Por último, dejó que Benjamín fuera con ellos y les dijo: «Que Dios Todopoderoso os tenga misericordia... Si me quedo sin él, ¡me quedaré sin él!».[64]
Migración a Egipto
Véase también: Reunión familiar de José
Visitantes de Asia Occidental a Egipto (alrededor del año 1900 a. C.)
Un grupo de extranjeros de Asia occidental, posiblemente cananeos, visitando al funcionario egipcio Jnumhotep II hacia el año 1900 a. C. Tumba del funcionario Jnumhotep II de la XII dinastía, en Beni Hasan.[65][66][67][68]
Cuando los hijos de Israel (Jacob) regresaron a Hebrón de su segundo viaje, trajeron consigo veinte burros más cargados con todo tipo de mercancías y provisiones, así como carros de transporte egipcios. Cuando su padre salió a su encuentro, sus hijos le dijeron que José seguía vivo, que era gobernador de todo Egipto y que quería que la casa de Israel se trasladara a Egipto. El corazón de Israel «se detuvo» y no podía creer lo que estaba oyendo. Al ver los carros, declaró: «Mi hijo José aún vive. Iré a verlo antes de morir».[69]

Israel y toda su casa de 70 personas,[70] reunieron todo su ganado y comenzaron su viaje a Egipto. En el camino, Israel se detuvo en Beersheba para pasar la noche y ofrecer un sacrificio a su Dios, Yahvé. Al parecer, tenía algunas reservas sobre abandonar la tierra de sus antepasados, pero Dios le aseguró que no temiera, que volvería a levantarse. Dios también le aseguró que estaría con él, que prosperaría y que también vería a su hijo José, quien le daría descanso. Continuando su viaje hacia Egipto, cuando se acercaban, Israel envió a su hijo Judá por delante para averiguar dónde iban a parar las caravanas. Se les indicó que desembarcaran en Gosén. Fue aquí, después de 22 años, donde Jacob volvió a ver a su hijo José. Se abrazaron y lloraron juntos durante un buen rato. Entonces Israel dijo: «Ahora puedo morir, ya que he visto tu rostro y sé que aún estás vivo».[71]
La reunión con el faraón
Había llegado el momento de que la familia de José conociera personalmente al faraón de Egipto. Después de que José preparara a su familia para la reunión, los hermanos se presentaron primero ante el faraón y le solicitaron formalmente permiso para pastar en tierras egipcias. El faraón honró su estancia e incluso sugirió que, si había hombres competentes en su casa, podían elegir a un jefe de pastores para supervisar el ganado egipcio. Finalmente, llevaron al padre de José para que se reuniera con el faraón. Debido a que el faraón tenía en tan alta estima a José, prácticamente considerándolo su igual,[72] fue un honor conocer a su padre. Así, Israel pudo bendecir al faraón. Los dos charlaron un rato, y el faraón incluso le preguntó a Israel su edad, que en ese momento era de 130 años. Después del encuentro, las familias fueron dirigidas a pastar en la tierra de Ramsés, donde vivían en la provincia de Gosén. La casa de Israel adquirió muchas posesiones y se multiplicó enormemente durante el transcurso de 17 años, incluso durante la peor de las siete años de hambruna.[73]
Últimos días: Bendición de Jacob
Israel (Jacob) tenía 147 años cuando llamó a su hijo favorito, José, y le suplicó que no lo enterrara en Egipto. En cambio, pidió que lo llevaran a la tierra de Canaán para ser enterrado con sus antepasados. José juró hacer lo que su padre le pedía. Poco después, Israel enfermó y perdió gran parte de la vista. Cuando José fue a visitar a su padre, llevó consigo a sus dos hijos, Efraín y Manasés. Israel declaró que ellos serían los herederos de la casa de Israel, como si fueran sus propios hijos, al igual que Rubén y Simeón. Entonces Israel puso su mano derecha sobre la cabeza del menor, Efraín, y su mano izquierda sobre la cabeza del mayor, Manasés, y bendijo a José. Sin embargo, a José le disgustó que la mano derecha de su padre no estuviera sobre la cabeza de su primogénito, por lo que cambió las manos de su padre. Pero Israel se negó diciendo: «Pero en verdad su hermano menor será más grande que él». Una declaración que hizo, tal como Israel mismo había hecho con su hermano primogénito Esaú. Entonces Israel llamó a todos sus hijos y profetizó sus bendiciones o maldiciones a los doce, en orden de edad.[74]
Muerte
Después, Israel murió y la familia, incluidos los egipcios, lo lloraron durante 70 días. Israel fue embalsamado durante 40 días y José preparó un gran viaje ceremonial a Canaán. Guió a los siervos del faraón y a los ancianos de las casas de Israel y Egipto más allá del río Jordán hasta Atad, donde observaron siete días de luto. Su lamento fue tan grande que llamó la atención de los cananeos de los alrededores, quienes comentaron: «Este es un profundo duelo de los egipcios». Este lugar fue entonces llamado Abel Mizraim. Luego lo enterraron en la cueva de Macpela, propiedad de Abraham cuando se la compró al hitita Efrón.[75]
Hijos de Israel
Véase también: Israelitas
Jacob, a través de sus dos esposas y sus dos concubinas, tuvo 12 hijos biológicos: Rubén,[76] Simeón,[77] Leví,[78] Judá,[79] Dan,[80] Neftalí,[81] Gad,[82] Aser,[83] Isacar,[84] Zabulón,[85] José[86] y Benjamín.[87] La escena en la que Jacob llora la muerte de José menciona que tenía varias hijas,[88] pero no se proporcionan más detalles. Solo se conoce el nombre de una de ellas, Dina.[89] Además, Jacob también adoptó a los dos hijos de José, Manasés y Efraín.[90]
Los descendientes de los hijos de Jacob se convirtieron en las tribus de Israel tras el Éxodo, cuando los israelitas conquistaron y se establecieron en la Tierra de Israel.
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Hagiografía
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Contexto
Bendición del primogénito

La Biblia relata que desde el vientre de su madre Jacob luchaba con su hermano Esaú, de hecho, el texto bíblico cuenta que a su madre Rebeca le fue profetizado que en su vientre luchaban Dos naciones. Cuando los muchachos estaban creciendo, se enuncia que ambos jóvenes gozaron de la preferencia de alguno de sus padres, Jacob contó con el favoritismo de su madre y por su parte Esaú con el de su padre-. Esaú se convirtió en cazador, un día vino agotado y hambriento y le pidió a su hermano Jacob el plato de lentejas que estaba comiendo.[91] Jacob le pidió que le vendiera la primogenitura, como hijo mayor, a cambio del alimento. Esaú, viendo que este derecho le era inservible en caso de morir, accedió, y así, en palabras bíblicas, «despreció su primogenitura».[2]
Este derecho no solo incluía el tradicional rito de los primogénitos, el cual garantizaba un rango superior en la familia,[92] sino también una doble porción de la herencia paterna.[93]
Cuando Isaac envejeció, perdió la vista hasta el punto de quedar casi ciego; envió a Esaú a los campos pidiéndole que cazara algo para una última comida antes de recibir su bendición. Rebeca escuchó y dio a Jacob dos cabritos para degollar, cocinarlos y traérselos a su padre, para que recibiera él la bendición en lugar de su hermano.[2] Jacob objetó que su padre, aunque estaba casi ciego, podría notar la sustitución solo con tocarlo, ya que Esaú era bastante velludo y él era lampiño. Rebeca le dijo que no se preocupara, y le colocó a modo de fundas las pieles de los cabritos sobre cuello y manos.
Jacob, así vestido, fue a la presencia de su padre afirmando ser su hermano. Entonces Isaac, sospechando de su voz, pidió que se acercara para palparlo. Una vez que se aseguró de que era Esaú, le dio la bendición. Tan pronto como Jacob recibió dicha bendición, se marchó. Luego llegó Esaú, montando en cólera por lo que había ocurrido. Isaac, quien ya se había dado cuenta de su error, le dijo que lo único que podía darle era una bendición menor. Esaú, en cambio, juró que iba a matar a su hermano, una vez que su padre muriese.
Labán y Raquel
Rebeca, dándose cuenta de antemano de las intenciones asesinas de Esaú, llamó a Jacob y le aconsejó huir, enviándolo donde su tío, Labán, hasta que la furia de Esaú disminuyera. También le aconsejó que buscara una esposa mientras viviera allí.
Cuando Jacob huyó, Esaú envió a su hijo Elifaz para que le matara y le despojara de todas sus pertenencias. Elifaz, célebre arquero, se hizo acompañar de diez de sus tíos maternos en la persecución y alcanzó a Jacob en Siquem. Jacob le suplicó: «Toma todo lo que tengo, pero perdóname la vida y Dios considerará tu pillaje una acción justa». En consecuencia, Elifaz le dejó completamente desnudo y se llevó el botín a su casa; pero esa muestra de compasión enfureció a Esaú. (Jubileos 25, 1ss.; Gen.Rab.767; Mid. Hagadol Gen.437; Sepher Hayashar 96-98)
Solo la simpatía que sentía por su hijo primogénito Esaú pudo haber decidido a Isaac a no dar a Jacob los regalos adecuados para la novia. Y para que esa actitud severa no pudiera interpretarse como una condena de la bendición robada, se nos habla del pillaje de Elifaz, que, de forma un tanto inverosímil, sirve a Jacob de excusa por haber llegado con las manos vacías.[94]
En el camino a Harán, experimentó una extraña visión, en la que sostenía una escalera que llegaba hasta el cielo, una visión que es comúnmente referida en las Escrituras como «la escalera de Jacob». Desde la cima de la escalera, escuchó la voz de Dios, que repetía muchas bendiciones hacia Jacob. Continuando su camino, llegó a Harán. Paró allí, y encontró a la hija más joven de su tío Labán, su prima Raquel. Después de que Jacob hubiera vivido un mes con sus familiares, Labán le ofreció paga por la ayuda que le había dado. Jacob indicó que le serviría por siete años, pues no tenía dote o pertenencias para ofrecerle a cambio de la mano de Raquel en matrimonio, a lo cual Labán accedió.
Estos siete años le parecieron a Jacob «unos pocos días, por el amor que le tenía a ella». Pero una vez que se completó el tiempo establecido, Labán le dio a su hija mayor, Lea, en su lugar. Por la mañana, cuando Jacob descubrió el cambio, se quejó, a lo que Labán dijo que en su país era inaceptable dar en matrimonio a la hija menor antes que la hija mayor. Entonces ofreció a Jacob darle también a Raquel, aunque solo si permanecía con Lea. Él cumplió con la luna de miel y trabajó otros siete años.

Una vez que se casó con ambas, «Jacob amó a Raquel y despreció a Lea».[95] Dios, viendo esto, hizo que Lea procreara muchos hijos. Ella dio a luz a Rubén, Simeón, Leví y a Judá antes de partir al desierto. Raquel, viendo que era incapaz de procrear un hijo, se puso celosa de su hermana y pidió a Jacob que tuviera hijos con su criada, Bilha, para que ella pudiera tener un hijo a través de ella. Jacob hizo así, y Bilha dio a luz a Dan y Neftalí. Así, Lea entró en celos, y le pidió a Jacob que tuviera hijos también con su criada, Zilpa, quien dio luz a Gad y Aser. Entonces, Lea volvió a ser fértil y dio a luz a Isacar, Zabulón y Dina. Dios se acordó luego de Raquel y, al fin, le concedió dos hijos, José y Benjamín.
Para el tiempo en que nació José, Jacob deseaba volver a casa, pero Labán notó que Dios le había bendecido en gran manera mientras Jacob estuvo allí, por lo que le rogó que se quedara. Labán ofreció pagarle. Entonces Jacob mencionó, como posible pago, parte del hato de ganado de Labán, el cual había aumentado grandemente. Labán accedió, e inmediatamente le dio todas las reses que Jacob había solicitado.
Conforme el tiempo pasaba, los hijos de Labán se dieron cuenta de que Jacob tomaba la mejor parte de sus rebaños, además de que la actitud amistosa de Labán hacia Jacob había cambiado. Entonces, Dios le advirtió a Jacob que saliera del pueblo, y después de una rápida consulta a sus esposas, partió sin dar aviso a Labán. Antes de marcharse, Raquel robó los ídolos religiosos de la casa de su padre.
Labán, en gran ira, persiguió a Jacob durante siete días, pero la noche antes de que lograra alcanzarle, Dios le habló en sueños y le dijo: «Debes tener cuidado de no hablar mal a Jacob».[96]
El día que se encontraron, en el monte Gilead, Labán acusó a Jacob de escabullirse con sus hijas, como si fueran cautivos, y le cuestionó por qué no le había avisado de su partida con anticipación. Le mencionó a Jacob que pudo herirlo, pero el mensaje de Dios la noche anterior le detuvo de hacer esto. Finalmente preguntó por qué los ídolos habían sido robados.
Jacob no sabía que Raquel había robado los ídolos domésticos. Por tanto, le dijo a Labán que quien quiera que los hubiera robado debía ser muerto, a lo cual le solicitó que le permitiera buscarlos. Labán lo hizo así, mas cuando buscó en la tienda de Raquel, ella los escondió sentándose sobre ellos. Una vez que terminó su búsqueda y vino sin nada, Jacob, molesto, le reprendió por haberlos perseguido e insistir en revisar sus cosas, recordándole todo el tiempo que habían perdido mientras revisaban las tiendas. Ambos hicieron la paz, Labán regresó a casa y Jacob siguió su camino.
De regreso a la Tierra Prometida
«Y Jacob siguió su camino, y los Ángeles de Dios lo encontraron», debido a su fe en el Dios de Abraham. A causa de este encuentro, Jacob llamó al lugar Majanaim, del hebreo מחניים, ‘el doble campo’. Aquí había visto previamente a los ángeles, con los cuales había soñado verlos «subiendo y bajando en la escalera cuyo inicio alcanza los cielos».[97]
Tan pronto se acercó a la Tierra Prometida, Jacob envió un mensaje a su hermano Esaú. Sus sirvientes volvieron con la noticia de que Esaú estaba aproximándose a Jacob con un ejército de 400 hombres. En tal trance, Jacob se preparó para lo peor. Sintió que ahora debía encomendarse...
«Dijo Jacob: “Dios de mi abuelo Abraham, y Dios de mi padre Isaac, Yahveh, líbrame ahora de la mano de mi hermano, de la mano de Esaú, porque le temo”».[98]
«Dijo Dios a Jacob: Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú» (Gn 35:1).
«Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros» (Gn 35:2).
«subamos a Bet-el; y haré allí un altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo» (Gn 35:3).
Renombrado dos veces
El Tanaj presenta dos relatos para el cambio de nombre. En el primero; Jacob pasó la noche en la orilla de un río, durante su viaje de regreso a Canaán, lucha con un ángel hasta el amanecer, este ángel (el texto lo llama "un varón") le pregunta por su nombre, lo cual responde Jacob, lo que el ángel replica, ya no te llamaras Jacob sino Israel porque has luchado con Elohim y con los hombres, y has prevalecido", luego el ángel le bendice y se marcha sin identificarse.
En la segunda se relata en Génesis 35. Elohim se le aparece a Jacob y le dice: «Levántate y vete a vivir a Betel, en ese lugar harás un altar al Elohim que se te apareció cuando huías de tu hermano. Jacob dijo a su familia y a todos los que lo acompañaban: Saquen todos los elohim extraños que hay entre ustedes. Ellos le entregaron a Jacob todos los elohim extraños que tenían y los aretes que llevaban , y Jacob los enterró. Al llegar a Betel, Jacob construyó un altar y llamó al lugar El-betel. Cuando Jacob regresaba de Padán-aram, Elohim se le aparece de nuevo y le dice; Tú te llamas Jacob, pero ya no te llamarás así, desde hoy tu nombre será Israel, yo soy El Shaddai , ten muchos hijos y descendientes. De ti saldrá una nación y muchos pueblos».
Pérdida y reencuentro con José
Isaac murió a la edad de ciento ochenta años, cuarenta y cuatro después de que bendijera a Jacob y lo enviara a Laban a buscar esposa. En este tiempo también, José, quien contaba con treinta años, había sido liberado de prisión en Egipto y había sido nombrado Gobernador de esas tierras, solo por debajo del Faraón.
Tiempo antes de esto, Jacob había sido profundamente «herido en su alma» con la desaparición de su hijo amado, José, quien había sido vendido a unos mercaderes por sus hermanos a causa de los celos que le guardaban.[99] El resto del Génesis sigue la historia del hambre y de las idas sucesivas hacia Egipto para comprar grano,[100] que llevó al descubrimiento del José perdido.
El patriarca fue a Egipto con toda su casa a pedido de su hijo José. Las escrituras dicen que Jacob llegó a residir en la tierra de Gosén, con su familia que sumaban «setenta almas».[101][102]
Llegando al fin de su vida, convocó a sus hijos al lado de su lecho y los bendijo. Junto con sus últimas palabras repitió la historia de la muerte de Raquel, aunque habían pasado ya cincuenta y un años desde su deceso, «como si hubiera sucedido ayer». Entonces, «él hizo un último pedido a sus hijos, recogió sus pies en el lecho, y expiró su alma»,[103] a la edad de 147 años.[104]
Descendencia

Jacob tuvo trece hijos. De su primera esposa Lea tuvo a Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón y Dina.
De Bilha (esclava de Raquel) tuvo a Dan y Neftalí.
De Zilpa (esclava de Labán y sierva de Lea), tuvo a Gad y Aser.
Por último, de su esposa amada, Raquel, tuvo a José y Benjamín.
Estos comprendían las doce tribus de Israel. Sin embargo, con Leví y José el asunto fue más complicado. Los descendientes de Leví, llamados levitas, fueron sacerdotes, y por lo tanto, no tenían tierras («El Señor es el lote de mi heredad, me encanta mi parte»). Por otra parte, no existía una «tribu de José», sino que las dos últimas tribus, hasta completar el total de doce, correspondían a los dos hijos de José, Efraím y Manasés.
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Perspectivas religiosas
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Contexto
Judaísmo
Hay dos opiniones en el Midrash sobre la edad que tenía Rebeca en el momento de su matrimonio y, por consiguiente, en el momento del nacimiento de los gemelos. Según el cálculo tradicional citado por Rashi, Isaac tenía 37 años en el momento del Sacrificio de Isaac, y la noticia del nacimiento de Rebeca llegó a Abraham inmediatamente después de ese acontecimiento.[106] En ese caso, dado que Isaac tenía 60 años cuando nacieron Jacob y Esaú y llevaban casados 20 años, Isaac tenía 40 años cuando se casó con Rebeca (Génesis 25:20), lo que significa que Rebeca tenía tres años en el momento de su matrimonio y 23 años cuando nacieron Jacob y Esaú. Según la segunda opinión, Rebeca tenía 14 años en el momento de su matrimonio y 34 años cuando nacieron Jacob y Esaú. En cualquier caso, Isaac y Rebeca llevaban casados 20 años antes de que nacieran Jacob y Esaú. El Midrash dice que durante el embarazo de Rebeca, cada vez que pasaba por una casa de estudio de la Torá, Jacob luchaba por salir; cada vez que pasaba por una casa de idolatría, Esaú se agitaba para salir.[107]
Rashi explicó que Isaac, cuando bendijo a Jacob en lugar de a Esaú, percibió el aroma celestial del Gan Eden (Paraíso) cuando Jacob entró en su habitación y, por el contrario, percibió que el Gehenna se abría bajo los pies de Esaú cuando este entró en la habitación, lo que le demostró que había sido engañado todo el tiempo por la apariencia de piedad de Esaú.[108]
Según el Talmud, Jacob no huyó directamente a Harán (como parecería deducirse del texto bíblico), sino que estudió durante 14 años en la casa de estudio de Sem y Eber antes de continuar hacia Harán.[109]
Cuando Labán planeó engañar a Jacob para que se casara con Lea en lugar de con Raquel, el Midrash relata que tanto Jacob como Raquel sospechaban que Labán haría tal truco; Labán era conocido como el «arameo» (engañador) y cambió el salario de Jacob diez veces durante su empleo (Génesis 31:7). Por lo tanto, la pareja ideó una serie de señales mediante las cuales Jacob podría identificar a la novia velada en su noche de bodas. Pero cuando Raquel vio que llevaban a su hermana al dosel nupcial, se compadeció de ella por la vergüenza pública que Leah sufriría si fuera descubierta. Por lo tanto, Raquel le dio a Lea las señales para que Jacob no se diera cuenta del cambio.
Jacob tenía otra razón más para lamentar la pérdida de José. Dios le había prometido: «Si ninguno de tus hijos muere durante tu vida, podrás considerarlo como una señal de que no serás enviado al infierno de Gehenna después de tu muerte».[110] Creyendo que José había muerto, Jacob lamentaba su propio destino, ya que consideraba que estaba condenado al infierno.[110]
La literatura apocalíptica judía del periodo helenístico incluye muchos textos antiguos con narraciones sobre Jacob, muchas veces con detalles diferentes a los del Génesis. Los más importantes son el Libro de los Jubileos y el Libro de las Antigüedades Bíblicas. Jacob es también el protagonista del Testamento de Jacob, de la Escalera de Jacob y de la Oración de José, que interpretan la experiencia de este patriarca en el contexto del misticismo del carro celestial.
Cristianismo

La Iglesia ortodoxa oriental y las Iglesias católicas orientales que siguen el rito bizantino consideran el sueño de Jacob como una profecía de la encarnación del Logos, por lo que la escalera de Jacob se entiende como un símbolo de la Theotokos (Virgen María), quien, según la teología ortodoxa oriental, unió el cielo y la tierra en su vientre. El relato bíblico de esta visión[111] es una de las lecturas estándar del Antiguo Testamento en las Vísperas de las Grandes Fiestas de la Theotokos.
Las Iglesias orientales y occidentales consideran a Jacob como un santo junto con otros patriarcas bíblicos.[112] Junto con otros patriarcas, su festividad se celebra en el rito bizantino el segundo domingo antes del Adviento (11-17 de diciembre), bajo el título de «Domingo de los Antepasados».[113]
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Historicidad
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Contexto
El arqueólogo bíblico William F. Albright (1891‑1971) sostuvo en 1961 que las leyendas sobre Abraham y Jacob podrían haberse compuesto hacia el [114]
John J. Bimson (n. años 1940) escribió en 1980: «Desde entonces... ha habido una fuerte reacción contra el uso de evidencia arqueológica en apoyo de las tradiciones bíblicas, y el comentario de Albright no podría repetirse con certeza hoy en día».[114]
En 1978, Nahum M. Sarna (1923‑2005) señaló que la imposibilidad de datar las narraciones de los patriarcas no invalida necesariamente su historicidad,[114] una opinión compartida por Bimson, quien admitió que «Nuestro conocimiento de los siglos en torno al año 2000 a. C. es muy limitado, y nuestra ignorancia, muy grande».[114]
El teólogo alemán Gerhard von Rad (1901‑1971), en su Teología del «Antiguo testamento» (1962), postuló que las narraciones patriarcales describirían acontecimientos reales que posteriormente interpretados y divinizados por la comunidad.[115]
Otros académicos, como Thomas L. Thompson (1939‑), consideran las narraciones como composiciones literarias tardías (de los siglos VI y V a. C.) con propósitos ideológicos y teológicos, pero poco fiables para la reconstrucción histórica del período anterior al asentamiento de los israelitas.[116][117]
En The historicity of the patriarchal narratives (1974), Thompson sugirió que las narraciones surgieron en respuesta a una situación emergente, expresada como una imagen imaginativa del pasado para encarnar la esperanza.[118]
En The ascent of man (1973), Jacob Bronowski (1908‑1974) señaló similitudes entre Jacob y Bajtiar, el personaje mitológico que da su nombre al pueblo bajtiarí de Irán. Ambos eran pastores con dos esposas y son considerados el patriarca ancestral de su pueblo nómada.[119]
El arqueólogo estadounidense William G. Dever (1933‑) escribió en 2001:
«Tras un siglo de investigación exhaustiva, todos los arqueólogos respetables han perdido la esperanza de recuperar cualquier contexto que pudiera convertir a Abraham, Isaac o Jacob en figuras históricas».[120]
Las excavaciones en el valle de Timna hallaron lo que podrían ser los huesos de camello más antiguos encontrados en Israel o incluso fuera de la península arábiga, que datan de alrededor del 930 a. C.[121]
El periodista israelí Nir Hasson (1975‑) considera que esto podría ser evidencia de que las leyendas de Abraham, Jacob y José ―cuyas vidas se dice que ocurrieron mil años antes― no se pudieron escribir antes del XI a. C..[121]
Israel Finkelstein propuso que las narraciones de Jacob y Esaú podrían haberse originado en el VII a. C., porque el conflicto con Edom encaja bien no solo en el contexto judaíta, sino también en el contexto israelita del VIII a. C.[122]
Otros estudiosos han sugerido que la historia también podría encajar en el contexto del segundo milenio a. C.[123]
Finkelstein sugiere que existe evidencia arqueológica de que el Israel del siglo VIII a. C. interactuó con Edom: los grafitis de Kuntillet Ajrud que mencionan tanto a un «YHWH de Samaria» (en el centro de Israel) como a un «YHWH de Temán» (en el centro de Edom).[122] Propuso que la narrativa de Jacob y Labán podría provenir del siglo VIII a. C., ya que Harán era entonces la capital occidental del imperio asirio.[122] También propuso que la primera capa del ciclo de Jacob o la tradición más antigua de Jacob, que es la historia de él y su tío Labán estableciendo la frontera entre ellos, podría ser una tradición premonárquica y podría tener su origen en Galaad.[122]
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Otros personajes bíblicos con el nombre Jacob
- Jacobo
- Santiago el Mayor (Yaakov bar-Zebdi: Jacobo hijo de Zebedeo).[124]
- Santiago el Menor (Jacobo hijo de Alfeo).
Referencias
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