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Odisea
poema épico griego atribuido a Homero De Wikipedia, la enciclopedia libre
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La Odisea (en griego antiguo: Ὀδύσσεια, [Odýsseia]; en griego moderno: Οδύσσεια; en latín: Odyssea) es un poema épico griego compuesto por 24 cantos o rapsodias,[1] atribuido al poeta griego Homero. Se cree que fue compuesta en el siglo VIII a. C. en los asentamientos que tenía Grecia en la costa oeste del Asia Menor (actual Turquía asiática). Según otros autores, la Odisea se completa en el siglo VII a. C. a partir de poemas que solo describían partes de la obra actual. Fue originalmente escrita en lo que se ha llamado dialecto homérico.
Narra la vuelta a casa del héroe griego Odiseo (al modo latino, Ulises: Ὀδυσσεύς en griego; Vlixes en latín), tras la guerra de Troya. Además de haber estado diez años fuera luchando, Odiseo tarda otros diez años en regresar a la isla de Ítaca, de la que era rey, período durante el cual su hijo Telémaco y su esposa Penélope han de tolerar en su palacio a los pretendientes que buscan desposarla (pues ya creían muerto a Odiseo), al mismo tiempo que consumen los bienes de la familia.
La mejor arma de Odiseo es su mētis [2] o astucia. Gracias a su inteligencia — además de la ayuda provista por Palas Atenea, hija de Zeus Crónida — es capaz de escapar de los continuos problemas a los que ha de enfrentarse por designio de los dioses. Para esto, planea diversas artimañas, bien sean físicas —como pueden ser disfraces— o con audaces y engañosos discursos de los que se vale para conseguir sus objetivos.
El poema es, junto a la Ilíada, uno de los primeros textos de la épica grecolatina y por tanto de la literatura occidental. Se cree que el poema original fue transmitido por vía oral durante siglos por aedos que recitaban el poema de memoria, alterándolo consciente o inconscientemente. Era transmitido en dialectos de la Antigua Grecia. Ya en el siglo IX a. C., con la reciente aparición del alfabeto, tanto la Odisea como la Ilíada pudieron ser las primeras obras en ser transcritas, aunque la mayoría de la crítica se inclina por datarlas en el siglo VIII a. C. El texto homérico más antiguo que conocemos es la versión de Aristarco de Samotracia (siglo II a. C.).
El poema está escrito usando una métrica llamada hexámetro dactílico. Cada línea de la Odisea original estaba formada por seis unidades o pies, siendo cada pie dáctilo o espondeo.[3] Los primeros cinco pies eran dáctilos y el último podía ser un espondeo o bien un troqueo. Los distintos pies se separan por cesuras o pausas.
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Temas de la Odisea
- Regreso al hogar, nostalgia: nostos (νόστος, nóstos)
Es el tema vertebral. Por encima de todo, Odiseo quiere volver a su patria en Ítaca. Ese anhelo constante lo mueve dispuesto a arrostrar cuantos obstáculos y dificultades se interpongan en su camino. Odiseo no está viviendo una aventura sino que está retornando al hogar una y otra vez, con desigual fortuna, pero constante y tenaz. - Inteligencia y astucia: metis (μῆτις, métis)
Desde los primeros versos Odiseo es aquel varón de multiforme ingenio que con sus muchas habilidades, argucias y recursos sale siempre de situaciones difíciles y comprometidas. Es el héroe de la inteligencia práctica que gana con cerebro, no con músculos. - Hospitalidad: xenía (ξενία, xenía)
La amistad entre huésped y anfitrión era un valor fundamental de la cultura griega. La hospitalidad estaba sometida a unas normas estrictas bajo el patrocinio de Zeus Xenios y Atenea Xenia,[4] protectores de los viajeros. En la Odisea son modelo positivo de hospitalidad los feacios («Apólogos de Odiseo», cantos IX al XII); en el extremo opuesto, los pretendientes de Penélope o los cíclopes.
En una ocasión al menos la xenía es cuestionada. Los propios feacios la reconsideran ante la ira de Poseidón por la ayuda que le prestaron a Odiseo: «Ea, hagamos lo que voy a decir. Absteneos de conducir los mortales que lleguen a nuestra población...» (Alcínoo a los feacios, Canto XIII). - El Destino y los Dioses. EL poema refleja una visión compleja: el destino está trazado, pero las decisiones humanas y el favor divino son clave en su cumplimiento.
El regreso (nostos) de Odiseo a Ítaca está decidido desde un principio en la asamblea de los Dioses (Canto I), pero en su camino intervienen a menudo divinidades y hombres:
1. Zeus, máxima autoridad del orden cósmico, no puede sino permitir que se cumpla el destino; pero aun así, los dioses actúan con voluntad propia que ha de ser respetada.
2. Atenea es la protectora de Odiseo que lo guía y defiende. Encarna la sabiduría y el favor divino.
3. Poseidón, en cambio, retrasa su retorno por venganza —Odiseo cegó a su hijo el cíclope Polifemo ([[#Canto IX|Canto IX]])— mostrando como las disputas celestiales afectan lo humano.
El Destino es inexorable pero siempre hay espacio para la acción humana equilibrándose el libre albedrío con el destino. Odiseo necesita el concurso de su mētis, voluntad y determinación para hacer posible el cumplimiento del Destino: regresar a Ítaca. Los dioses no lo determinan todo; ayudan o castigan según el comportamiento. - Arrogancia, orgullo desmedidos: hibris (ὕβρις, hȳbris)
La hibris es un sentimiento de soberbia que transgrede el límite entre lo humano y lo divino; una desmesura que atrae a Némesis, la diosa de la justicia que impondrá el orden mediante el castigo al arrogante.
El comportamiento de Odiseo en el Canto IX es un claro ejemplo de hibris/némesis: después de haber cegado a Polifemo y de escapar de su cueva, se jacta soberbio revelándole su verdadero nombre: «¡Cíclope! Si alguno de los mortales hombres te pregunta la causa de tu vergonzosa ceguera, dile que quien te privó del ojo fue Odiseo, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca» Este acto de orgullo desmedido lo pagará muy caro (némesis): Poseidón intervendrá con su furia y Odiseo vagará errante desde entonces. - Piedad y respeto debidamente mostrado hacia los dioses, los padres y los muertos: eusébeia [5] (ἀσέβεια). La eusébeia exige el cumplimiento de ceremonias y ritos (como los funerarios) y la evitación de la hibris.
Reconocemos eusébeia en Odiseo cuando celebra las exequias por Elpénor en «el lugar más eminente de la orilla» (Canto XII).
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Estructura y argumento
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La obra consta de 24 cantos. Al igual que muchos poemas épicos antiguos, comienza in medias res: empieza en la mitad de la historia, contando los hechos anteriores a base de recuerdos o narraciones del propio Odiseo.
Tradicionalmente se viene considerando dividido el poema en tres grandes partes:
- Telemaquia (cantos I al IV)
Se centra en el hijo de Odiseo y Penélope, Telémaco: en principio impotente ante el caos de palacio, cobra valor gracias a Atenea y enfrenta el problema.
I: Invocación a la musa Calíope. Asamblea de los Dioses. Situación en palacio por la larga ausencia de Odiseo y la actitud de los pretendientes de su esposa Penélope. Exhortación de Atenea a Telémaco.
II: Telémaco convoca al ágora. Antínoo le desvela el engaño de Penélope.
III: Viaje de Telémaco a Pilos.
IV: Viaje de Telémaco a Esparta. - Relatos de Odiseo o el regreso de Odiseo, su aventura (cantos V al XII)
Los Cantos V y XII están temporalmente relacionados en orden inverso pues el Canto V transcurre después del XII: al final del Canto XII se relata el naufragio que causa la muerte de todos los compañeros de Odiseo, en castigo por haber matado las vacas de Helios, terminando con Odiseo agarrado a unos maderos que lo llevarán hasta Ogigia, la isla de la ninfa Calipso; que es el lugar donde se inició el Canto V.
V–VIII: Viaje desde Ogigia hasta la corte del rey Alcínoo en el país de los feacios.
IX–XII: «Apólogos de Odiseo» o «relato a los feacios», el gran relato en primera persona en la corte de Alcínoo. Es el corazón mítico y fantástico de la obra: los cícones y lotófagos, el cíclope, Eolo, los lestrigones, Circe, la nekyia (viaje al Hades), las sirenas, Escila y Caribdis, Trinacia o Trinacria (la isla de Helios), naufragio. - La venganza de Odiseo en Ítaca (cantos XIII al XXIV)
XIII: Llegada a Ítaca desde el país de los feacios.
XIV–XVI: Encuentros con el porquerizo Eumeo y Telémaco.
XVII–XX: La prueba de los pretendientes. Reconocimiento de Odiseo por Euriclea la nodriza. Preparación de la matanza.
XXI–XXIV: Matanza de los pretendientes. Reconocimiento por Penélope. Final con las familias de los muertos.
Algunos aprecian en la Odisea seis bloques dramáticos de cuatro cantos cada uno:[1]
- El viaje de Telémaco o Telemaquia (cantos I al IV).
- Las aventuras de Odiseo narradas en tercera persona (cantos V al VIII).
- Las aventuras de Odiseo narradas en primera persona (cantos IX al XII).
- Estancia de Odiseo con Eumeo, el porquero (cantos XIII al XVI).
- Odiseo entre los pretendientes (cantos XVII al XX).
- Matanza de los pretendientes. Odiseo se da a conocer a Penélope y a su padre. Atenea impone la paz. Fin (cantos XXI al XXIV):
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La Obra
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Se expone un resumen de los veinticuatro Cantos, según la versión en prosa de Luis Segalá y Estalella (1910);[6] con la excepción de la «Invocación a la Musa», Canto I, en verso, de José Manuel Pabón (1982).[7]
Canto I
Concilio de los dioses. Exhortación de Atenea a Telémaco.
- Asamblea de los Dioses. Atenea clama para que Odiseo vuelva al fin a su hogar. La diosa infunde valor a Telémaco que está abrumado por la mala situación en palacio.
El aedo o rapsoda invoca [8] a la musa de la poesía épica Calíope.[9] Sin nombrarla, la exhorta a que hable de Odiseo ante la Asamblea de los Dioses presidida por Zeus:
Musa, dime [8] del hábil varón [10] que en su largo extravío,
tras haber arrasado el alcázar sagrado de Troya,
conoció las ciudades y el genio de innúmeras gentes.
Muchos males pasó por las rutas marinas luchando
por sí mismo y su vida y la vuelta al hogar de sus hombres;
pero a éstos no pudo salvarlos con todo su empeño,
que en las propias locuras hallaron la muerte. ¡Insensatos!
Devoraron las vacas del Sol Hiperión e, irritada
la deidad, los privó de la luz del regreso. Principio
da a contar donde quieras, ¡oh diosa nacida de Zeus!Homero, Odisea (Pabón 1982)[7]
Atenea, la deidad de los brillantes ojos, aboga por la vuelta del héroe a su hogar; la ninfa Calipso lo quiere para ella y hace años que lo tiene retenido en su isla Ogigia. Además Poseidón, dios de los mares y terremotos, el agitador de la tierra, lo había condenado a navegar errabundo porque cegó a su hijo el cíclope Polifemo.[11]
La asamblea decide que ya es suficiente: Odiseo debe regresar. Hermes lleva el mensaje a Calipso, la ninfa de hermosas trenzas; y Atenea viaja a Ítaca, calzando los áureos divinos talares que la llevaban sobre el mar y sobre la tierra inmensa con la rapidez del viento, y llega a la morada de Odiseo tomando la forma de Mentes, rey de los Tafios.[12] Los soberbios pretendientes estaban allí: unos jugaban a los dados, otros, trinchaban carne en abundancia.
Mientras Telémaco lleva a Atenea a una estancia apartada, los orgullosos pretendientes se afanan en comer y beber, y una vez saciados se aprestan al canto y al baile, los ornamentos del convite, al son de la cítara de Femio.
Telémaco se desahoga con Atenea:
¡Caro huésped! ¿Te enojarás conmigo por lo que voy a decir? Éstos sólo se ocupan en cosas tales como la cítara y el canto; y nada les cuesta, pues devoran impunemente la hacienda de otro, la de un varón cuyos blancos huesos se pudren en el continente por la acción de la lluvia o los revuelven las olas en el seno del mar. Si le vieran aportar a Ítaca, preferirían tener los pies ligeros a ser ricos de oro y de vestidos. Mas aquél ya murió, víctima de su aciago destino, y no hay que esperar en su tornada... Pero, ea, habla y responde sinceramente: ¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Dónde se hallan tu ciudad y tus padres?... ¿Vienes ahora por vez primera o has sido huésped de mi padre?...Odisea, I [13]
Atenea le responde que vino porque le aseguraron que su padre estaba de vuelta en la población, mas sin duda lo impiden las deidades y le revela que no estará largo tiempo fuera de su patria, aunque lo sujeten férreas vínculos; antes hallará algún medio para volver, ya que es ingenioso en sumo grado. Telémaco continúa descorazonado:
... desapareció sin fama, arrebatado por las Harpías... Y no me lamento y gimo únicamente por él, que los dioses me han enviado otras funestas calamidades. Cuantos próceres mandan en las islas, en Duliquio, en Same y en la selvosa Zacinto, y cuantos imperan en la áspera Ítaca, todos pretenden a mi madre y arruinan nuestra casa. Mi madre ni rechaza las odiosas nupcias, ni sabe poner fin a tales cosas; y aquellos comen y agotan mi hacienda, y pronto acabarán conmigo mismo.Odisea, I [13]
La diosa da instrucciones muy concretas a Telémaco. Debe aprestar una embarcación con veinte remeros e ir a preguntar por su padre: trasládate primeramente a Pilos e interroga al divinal Néstor; y desde allí endereza los pasos a Esparta, al rubio Menelao. E infunde valor al joven: sé fuerte para que los venideros te elogien.
... fuese la diosa, volando como un pájaro, después de infundir en el espíritu de Telémaco valor y audacia, y de avivarle aún más el recuerdo de su padre...Odisea, I [13]
Por primera vez Telémaco se siente con fuerzas ante aquellos pretendientes alborotadores y envalentonados que deseaban acostarse con Penélope en su mismo lecho y se enfrenta a ellos: quizás muráis en este palacio sin que nadie os vengue.
Y Telémaco, bien cubierto de un vellón de oveja, pensó toda la noche en el viaje que Atenea le había aconsejado.Odisea, I [13]
Canto II
Telémaco reúne en asamblea al pueblo de Ítaca.
- El príncipe convoca al pueblo en el ágora y denuncia el caos en Palacio causado por los pretendientes de su madre, envalentonados y alborotadores. El engaño de Penélope. Telémaco decide viajar a Pilos y Esparta en busca de su padre contando con la ayuda de Atenea. Oculta el plan a su madre.
Al amanecer, no bien se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, Telémaco mandó convocar en el ágora a los aqueos de larga cabellera a quienes expone su doble desgracia: perdió a su padre y su palacio está invadido por decenas de pretendientes que creyendo a Odiseo muerto buscan la mano de su esposa Penélope:
Los pretendientes de mi madre, hijos queridos de los varones más señalados de este país, la asedian á pesar suyo... viniendo todos los días a nuestra morada, nos degüellan los bueyes, las ovejas y las pingües cabras, celebran banquetes, beben locamente el vino tinto y así se consumen muchas cosas, porque no tenemos un hombre como Ulises, que fuera capaz de librar a nuestra casa de tal ruina.
... Participad vosotros de mi indignación, sentid vergüenza ante los vecinos circunstantes y temed que os persiga la cólera de los dioses, irritados por las malas obras. Os lo ruego por Júpiter Olímpico y por Temis...Odisea, II [14]
Nadie se atreve a contestar a Telémaco, salvo Antínoo:[15]
... ¿Qué has dicho para ultrajarnos? Tú deseas cubrirnos de baldón. Mas la culpa no la tienen los aqueos que pretenden a tu madre, sino ella, que sabe proceder con gran astucia... A todos les da esperanzas, y a cada uno en particular le hace promesas y le envía mensajes; pero son muy diferentes los pensamientos que en su inteligencia revuelve. Y aún discurrió su espíritu este otro engaño: Se puso a tejer en el palacio una gran tela sutil e interminable, y a la hora nos habló de esta guisa:
¡Jóvenes, pretendientes míos! Ya que ha muerto el divinal Odiseo, aguardad, para instar mis bodas, que acabe este lienzo a fin de que tenga sudario el héroe Laertes [16] en el momento fatal de la aterradora muerte. ¡No se me vaya a indignar alguna de las aqueas del pueblo, si ve enterrar sin mortaja á un hombre que ha poseído tantos bienes!
Así dijo, y nuestro ánimo generoso se dejó persuadir. Desde aquel instante pasaba el día labrando la gran tela, y por la noche, tan luego como se alumbraba con las antorchas, deshacía lo tejido. De esta suerte logró ocultar el engaño y que sus palabras fueran creídas por los aqueos durante un trienio...[17] que lo sepa tu espíritu y lo sepan también los aqueos todos.Odisea, II [14]
Disuelta el ágora Telémaco se dirige a la playa e implora la ayuda de Atenea después de lavarse las manos en el espumoso mar; la diosa se presenta bajo la forma de Méntor y le dice estas aladas palabras:
¡Telémaco! No serás en lo sucesivo ni cobarde ni imprudente, si has heredado el buen ánimo que tu padre tenía para llevar a su término acciones y palabras; si así fuere, el viaje no te resultará vano, ni quedará por hacer.Odisea, II [14]
Telémaco regresa a palacio donde los pretendientes que desollaban cabras y asaban puercos cebones en el recinto del patio se mofan y burlan de él. Antínoo le dice riéndose:
¡Telémaco altílocuo, incapaz de moderar tus ímpetus! No revuelvas en tu pecho malas acciones o palabras, y come y bebe conmigo como hasta aquí lo hiciste. Y los aqueos te prepararán todas aquellas cosas, una nave y remeros escogidos, para que muy pronto vayas a la divina Pilos en busca de nuevas de tu ilustre padre.Odisea, II [14]
Telémaco participa a su ama Euriclea de sus planes de hacer un viaje a Esparta y a la arenosa Pilos en busca de su padre. La obliga a jurar que no dirá nada a su madre hasta pasados once o doce días de la partida para evitar que llore y dañe así su hermoso cuerpo. Entretanto Atenea con la forma del propio Telémaco consiguió una velera nave que aparejó, echó al mar y dotó de tripulación:
...embarcóse Telémaco, precedido por Atenea que tomó asiento en la popa y él a su lado... Atenea, la de los brillantes ojos, envióles próspero viento: el fuerte Céfiro, que resonaba por el vinoso ponto...Odisea, II [14]
Hicieron libaciones a los sempiternos inmortales dioses y la nave continuó su rumbo toda la noche y la siguiente aurora. Había comenzado el viaje en busca de Odiseo.
Canto III
Telémaco viaja a Pilos para informarse sobre su padre.
- El rey Néstor recuerda muy bien a Odiseo pero ignora su paradero. Recomienda a Telémaco que pregunte a Menelao en Esparta.
La siguiente mañana, cuando el sol desamparaba el hermosísimo lago, subiendo al broncíneo cielo,[18] Telémaco y Atenea, que continúa en la forma de Mentor, llegan a Pilos, la bien construida ciudad de Neleo. Atenea insta a Odiseo a ir directamente al rey Néstor, domador de caballos, para saber qué guarda en su pecho. Telémaco duda porque da vergüenza que un joven interrogue a un anciano pero la diosa lo anima: Discurrirás en tu mente algunas cosas y un numen te sugerirá las restantes. E invitados participan en una hecatombe para Poseidón.[19]
... hallaron en la orilla del mar a los habitantes, que inmolaban toros de negro pelaje al que sacude la tierra, al dios de cerúlea cabellera.[20] Nueve asientos había, y en cada uno estaban sentados quinientos hombres y se sacrificaban nueve toros... Llegaron adonde estaba la junta de los varones pilios en los asientos: allí se había sentado Néstor con sus hijos y a su alrededor los compañeros preparaban el banquete, ya asando carne, ya espetándola en los asadores. Y apenas vieron a los huéspedes, adelantáronse todos juntos, los saludaron con las manos y les invitaron á sentarse.Odisea, III [21]
Atenea suplica a Poseidón que llene de gloria a Néstor y dé a los pilios grata recompensa por tan ínclita hecatombe. Terminado el banquete Néstor pregunta a sus huéspedes ¿Quiénes sois? ¿De dónde llegasteis, navegando por los húmedos caminos?. Alentado por la diosa le responde Telémaco:
Venimos de Ítaca, situada al pie del Neyo,[22] y el negocio que nos trae no es público, sino particular. Ando en pos de la gran fama de mi padre, por si oyere hablar del divino y paciente Ulises; el cual, según afirman, destruyó la ciudad troyana, combatiendo contigo... Por esto he venido a abrazar tus rodillas, por si quisieras contarme la triste muerte de aquél, ora la hayas visto con tus ojos, ora te la haya relatado algún peregrino, que muy sin ventura le parió su madre. Y nada atenúes por respeto o compasión que me tengas; al contrario, entérame bien de lo que hayas visto.Odisea, III [21]
Néstor le responde evocando sus amargos recuerdos de cuando Aquiles los llevaba a combatir alrededor de la gran ciudad del rey Príamo[23] donde tantos valientes habían caído:
Odisea, III [21]
El rey recordaba muy bien al divinal Odiseo, que entre todos descollaba por sus ardides de todo género y con el que siempre establecía acuerdos:
Nunca Ulises y yo estuvimos discordes al arengar en el ágora o en el consejo; sino que, teniendo el mismo ánimo, aconsejábamos con inteligencia y prudente decisión a los argivos para que todo fuese de la mejor manera.Odisea, III [21]
Néstor sabe que algunos héroes lograron regresar desde Troya. Agamenón también lo había conseguido, pero irónicamente para encontrar la muerte en la celada que le tendieron Egisto y su propia esposa:
... han llegado bien los valerosos mirmidones a quienes conducía el hijo ilustre del magnánimo Aquiles; que asimismo aportó con felicidad Filoctetes, hijo preclaro de Peante; y que Idomeneo llevó a Creta todos sus compañeros que escaparon de los combates, sin que el mar le quitara ni uno solo. Del Atrida vosotros mismos habréis oído contar, aunque vivís tan lejos, cómo vino y cómo Egisto le aparejó una deplorable muerte.Odisea, III [21]
De Odiseo no tiene información. Les sugiere que vayan a Esparta a hablar con Menelao, quien acaba de regresar de largos viajes. Atenea pide a Néstor que uno de sus hijos acompañe a Telémaco y desaparece milagrosamente. El rey ordena que se aparejen caballos de hermosas crines para que pueda llevar a término su viaje acompañado por Pisístrato. Impresionado porque un joven esté escoltado por una diosa, Néstor ordena el sacrificio de una vaca en honor de ella.
Subió Telémaco al magnífico carro y tras él Pisístrato Nestórida, príncipe de hombres, quien tomó con la mano las riendas y azotó a los caballos para que arrancasen. Y éstos volaron gozosos hacia la llanura, dejando atrás la excelsa ciudad de Pilos...Odisea, III [21]
Canto IV
Telémaco viaja a Esparta para informarse sobre su padre.
- Palacio de Menelao y Helena en Esparta. Telémaco conoce al fin que su padre está retenido por la ninfa Calipso. Entretanto, en Ítaca Antínoo [15] fragua un complot para acabar con la vida del joven.
Continúa el viaje hasta Esparta, la vasta y cavernosa Lacedemonia. Se detienen ante el vestíbulo «del gran palacio de elevada techumbre» de Menelao, que está celebrando el banquete de la doble boda de su hijo el fuerte Megapentes con una hija de Aléctor, y de su hija Hermione con Neoptólemo, hijo de Aquiles.
Ellos caminaban absortos viendo el palacio del rey, alumno de Júpiter; pues resplandecía con el brillo del sol o de la luna la mansión excelsa del glorioso Menelao. Después que se saciaron de contemplarla con sus ojos, fueron a lavarse en unos baños muy pulidos. Y una vez lavados y ungidos con aceite por las esclavas, que les pusieron túnicas y lanosos mantos, acomodáronse en sillas junto al Atrida Menelao. Una esclava dióles aguamanos, que traía en magnífico jarro de oro y vertió en fuente de plata...Odisea, IV [24]
Los huéspedes no salen de su asombro por las riquezas y lujo que ven, el resplandor del bronce en el sonoro palacio; y también el del oro, del electro, de la plata y del marfil. Menelao les dice que preferiría poseer sólo la tercera parte de lo que tiene a cambio de que se hubiesen salvado los que perecieron en la vasta Troya, lejos de Argos, la criadora de corceles. De entre todos los ausentes se apesadumbra especialmente por uno de ellos, Odiseo:
... por nadie vierto tal copia de lágrimas ni me aflijo de igual suerte como por uno, y en acordándome de él aborrezco el dormir y el comer, porque ningún aqueo padeció lo que Ulises hubo de sufrir y pasar: para él habían de ser los dolores y para mí una pesadumbre continua e inolvidable a causa de su prolongada ausencia y de la ignorancia en que nos hallamos de si vive o ha muerto...Odisea, IV [24]
Sale Helena de su perfumada estancia de elevado techo, semejante a Diana; enseguida reconoce en el forastero a Telémaco, a quien dejara recién nacido en su casa cuando los aqueos fuisteis por mí, cara de perra, a empeñar rudos combates con los troyanos. Asiente el rubio Menelao y a todos les invade la añoranza y el dolor por los ausentes, hasta que el rey ordena poner fin al duelo: tornemos a acordarnos de la cena, y dennos agua a las manos.
Helena dispone que echen en la crátera la droga contra el llanto de la egipcia Polidamna, mujer de Ton. Escancian el vino y evoca serena cómo Odiseo había entrado en Troya con ardides:
Infirióse vergonzosas heridas, echóse a la espalda unos viles harapos, como si fuera un siervo, y se entró por la ciudad de anchas calles donde sus enemigos habitaban... Todos se dejaron engañar y yo sola le reconocí e interrogué, pero él con sus mañas se me escabullía.Odisea, IV [24]
El rey corrobora:
Odisea, IV [24]
Telémaco se duele de cuanto oye porque cree a su padre muerto: ... más doloroso es que sea así, pues ninguna de estas cosas le libró de una muerte deplorable. Fatigado, ruega a Menelao disponga ir al lecho para regalarse con el dulce sueño. A la mañana siguiente Menelao, parecido a un Dios, llama a Telémaco para conocer el real motivo de su visita: ¿Es un asunto del pueblo o propio tuyo? Dímelo francamente. Por fin, Telémaco se desahoga:
He venido por si me pudieres dar alguna nueva de mi padre. Consúmese todo lo de mi casa y se pierden las ricas heredades: el palacio está lleno de hombres malévolos que, pretendiendo a mi madre y portándose con gran insolencia, matan continuamente las ovejas de mis copiosos rebaños y los flexípedes [25] bueyes de retorcidos cuernos. Por tal razón vengo a abrazar tus rodillas, por si quisieras contarme la triste muerte de aquél, ora la hayas visto con tus ojos, ora la hayas oído referir a algún peregrino...Odisea, IV [24]
El rey se indigna y comienza a narrar lo sucedido:
En verdad que pretenden dormir en la cama de un varón muy esforzado aquellos hombres tan cobardes. Así como una cierva puso sus hijuelos recién nacidos en la guarida de un bravo león y fuese a pacer por los bosques y los herbosos valles, y el león volvió a la madriguera y dio a entrambos cervatillos indigna muerte; de semejante modo también Ulises les ha de dar a aquéllos vergonzosa muerte.
... Los dioses me habían detenido en Egipto, a pesar de mi anhelo de volver acá, por no haberles sacrificado hecatombes perfectas... Allí me tuvieron los dioses veinte días, sin que se alzaran los vientos favorables que soplan en el mar... Ya todos los bastimentos se me iban agotando y también menguaba el ánimo de los hombres; pero me salvó una diosa que tuvo piedad de mí: Idotea, hija del fuerte Proteo...Odisea, IV [24]
Aconsejado por Idotea, Menelao pudo lograr de Proteo la verdad del destino de Odiseo:
Odisea, IV [24]
Mientras tanto, en el palacio de Ulises en Ítaca, los pretendientes continuaban con sus insolencias tirando discos y jabalinas en el labrado pavimento. Noemón pregunta a Antínoo, hijo de Eupeites,[15] si sabe cuando regresará Telémaco de la arenosa Pilos porque necesita su nave, que le dejó. Quedaron todos atónitos; creían que el joven estaba con las ovejas en el campo. Dejaron sus juegos preocupados y cundió la indignación entre ellos. Antínoo, con las negras entrañas llenas de cólera y los ojos parecidos al relumbrante fuego toma la palabra:
... ¡Gran proeza ha realizado orgullosamente Telémaco con ese viaje! ¡Y decíamos que no lo llevaría a efecto! Contra la voluntad de muchos se fue el niño... De aquí adelante comenzará á ser un peligro para nosotros... proporcionadme ligero bajel y veinte compañeros, y le armaré una emboscada cuando vuelva, acechando su retorno en el estrecho que separa a Ítaca de la escabrosa Samos, a fin de que le resulte funestísima la navegación...Odisea, IV [24]
Medonte corre a contar a Penélope el complot urdido para matar a su hijo. Ella que ni sabía que Telémaco se había ido en busca de su padre sintió desfallecer sus rodillas y su corazón, estuvo un buen rato sin poder hablar. Euriclea la nodriza se sincera:
Yo lo supe todo y di a Telémaco cuanto me ordenara... pero hízome prestar solemne juramento de que no te lo dijese hasta el duodécimo día o hasta que te aquejara el deseo de verle u oyeras decir que había partido, a fin de evitar que lloraras...Odisea, IV [24]
Penélope desesperada implora a Minerva que salve a su hijo de los ”perversos y ensoberbecidos pretendientes y cae en dulce sueño. La diosa, bajo la forma de Iftima, la calma: tu hijo aún ha de volver, que en nada pecó contra las deidades.
Los pretendientes dirigidos por Antínoo [15] ya navegaban en una negra embarcación maquinando la muerte de Telémaco en la pedregosa Ásteris, magnífica isla para emboscarlo.
Canto V
La balsa de Odiseo.
Los Dioses reunidos en asamblea al amanecer sin que faltara Júpiter altitonante cuyo poder es grandísimo escuchan a Atenea que trae nuevas de Odiseo:
... nadie se acuerda del divino Ulises... Hállase en una isla atormentado por fuertes pesares: en el palacio de la ninfa Calipso, que le detiene por fuerza... Y ahora quieren matarle el hijo amado así que torne a su casa, pues ha ido a la sagrada Pilos y a la divina Lacedemonia en busca de noticias de su padre.Odisea, V [26]
Zeus, que amontona las nubes, dispone que Atenea acompañe con discreción a Telémaco para que regrese sano a su hogar, y que Hermes, el mensajero Argicida,[27] lleve a Calipso la orden de liberar a Odiseo. La ninfa está en su gruta:
Odisea, V [26]
Hermes le comunica que el destino de Odiseo es retornar a su casa de elevada techumbre y a su patria tierra y debe liberarlo. Calipso responde airada:
Sois, oh dioses, malignos y celosos como nadie, pues sentís envidia de las diosas que no se recatan de dormir con el hombre a quien han tomado por esposo. Así, cuando la Aurora de rosáceos dedos arrebató a Orión, le tuvisteis envidia vosotros los dioses, que vivís sin cuidados, hasta que la casta Diana, la de trono de oro, lo mató en Ortigia alcanzándole con sus dulces flechas... Y así también me tenéis envidia, oh dioses, porque está conmigo un hombre mortal; a quien salvé cuando bogaba solo en medio del vinoso ponto... Y le acogí amigablemente, le mantuve y díjele a menudo que le haría inmortal y libre de la vejez para siempre jamás.Odisea, V [26]
Mas la ninfa cumplirá la orden. Va junto a Odiseo, sentado en la playa suspirando por el regreso pues la ninfa ya no le era grata y le comunica que es libre por decreto de Zeus y que además las intenciones de ella son buenas:
Ea, corta maderos grandes; y, ensamblándolos con el bronce, forma una extensa balsa... Yo pondré en ella pan, agua y el rojo vino... te daré vestidos y te mandaré próspero viento, a fin de que llegues sano y salvo a tu patria tierra si así lo quieren los dioses...
...en mi pecho no se encierra un ánimo férreo, sino compasivoOdisea, V [26]
Se retiraron a la profunda cueva de la diosa y la ninfa sirvióle toda clase de alimentos de los que se mantienen los mortales hombres. Una vez saciados ella aún intenta que Odiseo se quede:
CALIPSO ... si tu inteligencia conociese los males que habrás de padecer fatalmente antes de llegar a tu patria, te quedaras conmigo, custodiando esta morada, y fueras inmortal, aunque estés deseoso de ver a tu esposa de la que padeces soledad todos los días. Yo me jacto de no serle inferior ni en el cuerpo ni en el natural...»
ODISEO ...¡No te enojes conmigo...! Conozco muy bien que la prudente Penélope te es inferior en belleza y en estatura... Esto no obstante, deseo y anhelo continuamente irme a mi casa... Y si alguno de los dioses quisiera aniquilarme en el vinoso ponto, lo sufriré con el ánimo que llena mi pecho...Odisea, V [26]
Viven una última noche juntos:
Púsose el sol y sobrevino la obscuridad. Retiráronse entonces a lo más hondo de la profunda cueva; y allí, muy juntos, hallaron en el amor contentamiento.Odisea, V [26]
A la mañana siguiente Odiseo se puso a cortar troncos que desbastó con el bronce y construyó la balsa en cuatro días. Al quinto día despidióle de la isla la divina Calipso, después de lavarlo y de vestirle perfumadas vestiduras y comenzó a navegar sin que el sueño cayese en sus párpados. El décimo octavo día alcanza a ver por fin los umbrosos montes del país de los feacios en medio del sombrío ponto. Mas Neptuno, que regresaba de Etiopía, lo descubre y se enciende su ira:
... y echando mano al tridente, congregó las nubes y turbó el mar; suscitó grandes torbellinos de toda clase de vientos; cubrió de nubes la tierra y el ponto, y la noche cayó del cielo. Soplaron a la vez el Euro, el Noto, el impetuoso Céfiro y el Bóreas que,[28] nacido en el éter, levanta grandes olas. Entonces desfallecieron las rodillas y el corazón de Ulises...Odisea, V [26]
Serán dos días con sus noches en medio de horribles tempestades hasta que Minerva, hija de Júpiter cerró el camino a los vientos, y les mandó que se sosegaran y durmieran.... Por fin Odiseo logra llegar a la costa donde se refugia en la orilla de un río:
... metióse debajo de dos arbustos que habían nacido en un mismo lugar y eran un acebuche y un olivo. Ni el húmedo soplo de los vientos pasaba a través de ambos, ni el resplandeciente sol los hería con sus rayos, ni la lluvia los penetraba del todo: tan espesos y entrelazados habían crecido...
... Y Minerva infundióle en los ojos dulce sueño y le cerró los párpados para que cuanto antes se librara del penoso cansancio.Odisea, V [26]
Canto VI

Odiseo y Nausícaa.
- Odiseo pisó tierra firme al fin en el país de los feacios. Atenea interviene para que la princesa Nausícaa, hija del rey Alcínoo, acoja al héroe.
Pensando siempre en favorecer a Odiseo, Atenea va al pueblo y ciudad de los feacios en Esqueria, al palacio del rey Alcínoo. Allí penetra como un soplo de viento en la estancia donde duerme la princesa Nausícaa, la del lindo peplo, que está en edad de casarse, y le dice en sueños:
... ¿Por qué tu madre te parió tan floja? Tienes descuidadas las espléndidas vestiduras y está cercano tu casamiento... que así se consigue gran fama entre los hombres y se huelgan el padre y la veneranda madre. Vayamos, pues, a lavar tan luego como despunte la aurora... que no ha de prolongarse mucho tu doncellez, puesto que ya te pretenden los mejores de todos los feacios... Ea, insta a tu ilustre padre para que mande prevenir antes de rayar el alba las mulas y el carro en que llevarás los cíngulos, los peplos y los espléndidos cobertores... pues los lavaderos se hallan a gran distancia de la ciudad.Odisea, VI [29]
Despierta Nausícaa admirada del sueño y con ansias de boda. Acude a su padre el rey cuidando de ocultarle sus florecientes nupcias:
¡Padre querido! ¿No querrías aparejarme un carro alto, de fuertes ruedas, en el cual transporte al río, para lavarlos, los hermosos vestidos que tengo sucios? A ti mismo te conviene llevar vestiduras limpias... Tienes, además, cinco hijos en el palacio... tales cosas están a mi cuidado.Odisea, VI [29]
Al punto aparejan un carro de fuertes ruedas, propio para mulas en el que cargan sus espléndidos vestidos y una cesta con toda clase de gratos manjares y viandas. Una vez en el río de lavaderos perennes lavan la ropa y la tienden a secar al sol con orden en los guijarros de la costa. Nausícaa y sus esclavas se bañan, se ungen con pingüe aceite y se ponen a comer en la orilla del río hasta que, saciadas, juegan a la pelota, mas no todas:
... y entre ellas Nausícaa, la de los níveos brazos, comenzó a cantar. Cual Diana, que se complace en tirar flechas, va por el altísimo monte Taigeto o por el Erimanto... y en sus juegos tienen parte las ninfas agrestes, hijas de Júpiter que lleva la égida y aquélla levanta su cabeza y su frente por encima de las demás y es fácil distinguirla, aunque todas son hermosas... la doncella, libre aún, sobresalía entre las esclavas.Odisea, VI [29]
Atenea hace que la pelota caiga en un remolino. Las esclavas gritan y despiertan a Odiseo que sale de entre los arbustos cubriendo sus partes verendas con una rama frondosa:
... Púsose en marcha de igual manera que un montaraz león, confiado de sus fuerzas, sigue andando a pesar de la lluvia o del viento, y le arden los ojos, y se echa sobre los bueyes, las ovejas o las agrestes ciervas...
... se les apareció horrible, afeado por el sarro del mar; y todas huyeron, dispersándose por las orillas prominentes...Odisea, VI [29]
Nausícaa quedó sola e inmóvil pues Atenea le dio ánimo y libró del temor á sus miembros. Odiseo pide ayuda a la princesa con dulces e insinuantes palabras:
¡Yo te imploro, oh reina, seas diosa o mortal! Si eres una de las deidades que poseen el anchuroso cielo, te hallo muy parecida a Diana, hija del gran Júpiter, por tu hermosura, por tu grandeza y por tu aire... si naciste de los hombres que moran en la tierra, dichosos mil veces tu padre, tu veneranda madre y tus hermanos... me he quedado atónito al contemplarte...
Ayer pude salir del vinoso ponto, después de veinte días de permanencia en el mar, en el cual me vi a merced de las olas y de los veloces torbellinos... apiádate de mí, ya que eres la primer persona a quien me acerco después de soportar tantos males... Y los dioses te concedan cuanto en tu corazón anheles: marido, familia y feliz concordia...Odisea, VI [29]
La princesa acoge al héroe pues no le parece ni vil ni insensato. Se presenta a él como la hija del magnánimo Alcínoo, cuyo es el imperio y el poder en este pueblo y le brinda alimentos: esclavas, dadle de comer y de beber y lavadle en el río, en un lugar que esté resguardado del viento. Después de lavarse y ungirse de pingüe aceite de la cabeza de Odiseo colgaban ensortijados cabellos que a flores de jacinto semejaban. Admiróse la doncella:
Oíd, esclavas...!... ¡Ojalá á tal varón pudiera llamársele mi marido, viviendo acá; ojalá le pluguiera quedarse con nosotros!...Odisea, VI [29]
Para evitar habladurías y maledicencias le da a Odiseo instrucciones muy concretas de cómo llegar:
Hallarás junto al camino un hermoso bosque de álamos, consagrado a Minerva, en el cual mana una fuente y a su alrededor se extiende un prado... Siéntate en aquel lugar y aguarda que nosotras, entrando en la población, lleguemos al palacio de mi padre. Y cuando juzgues que ya habremos de estar en casa, encamínate también á la ciudad y pregunta por la morada de mi padre, del magnánimo Alcínoo...
Después que entrares en el palacio y en el patio del mismo, atraviesa la sala rápidamente hasta que llegues adonde mi madre, sentada al resplandor del fuego del hogar, de espaldas a una columna, hila lana purpúrea... Allí, arrimado a la misma columna, se levanta el trono en que mi padre se sienta... Pasa por delante de él y tiende los brazos a las rodillas de mi madre... Pues si mi madre te fuere benévola, puedes concebir la esperanza de ver a tus amigos y de llegar a tu casa bien labrada y a tu patria tierra.Odisea, VI [29]
Odiseo llegó al bosque consagrado a Minerva cuando se ponía el sol. Se sentó en él y suplicó:
¡Óyeme, hija de Júpiter, que lleva la égida! ¡Indómita deidad! Atiéndeme ahora ya que nunca lo hiciste cuando me maltrataba el ínclito dios que bate la tierra. Concédeme que, al llegar á los feacios, me reciban éstos como amigo y de mí se apiaden.Odisea, VI [29]
Canto VII
Odiseo en el palacio de Alcínoo.
Nada más llegar Nausícaa a palacio se encaminó a su habitación donde la anciana Eurimedusa de Apira, su camarera, le encendía fuego y le aparejaba la cena. Mientras tanto a Odiseo, ya en la entrada de la ciudad, se le hizo encontradiza Atenea transfigurada en joven doncella que llevaba un cántaro a la que él pide lo lleve al palacio de Alcínoo, que reina sobre estos hombres. La diosa lo guía y lo instruye:
... no se turbe tu ánimo, que el hombre, si es audaz, es más afortunado en lo que emprende... Ya en la sala, hallarás primero a la reina, cuyo nombre es Arete... si ella te fuere benévola, ten esperanza de ver a tus amigos y de llegar á tu casa de elevado techo y a tu patria tierra.Odisea, VII [30]
La mansión resplandecía con el brillo del sol o de la luna:
... a derecha e izquierda corrían sendos muros de bronce desde el umbral al fondo; en lo alto de los mismos extendíase una cornisa de lapislázuli; puertas de oro... las dos jambas eran de plata y arrancaban del broncíneo umbral... Estaban a entrambos lados unos perros de plata y de oro, inmortales y exentos para siempre de la vejez, que Vulcano había fabricado con sabia inteligencia para que guardaran la casa del magnánimo Alcínoo...Había sillones arrimados a la una y a la otra de las paredes y cubríanlos delicados tapices hábilmente tejidos... Sentábanse allí los príncipes feacios a beber y a comer, pues de continuo celebraban banquetes.
... Cincuenta esclavas tiene Alcínoo en su palacio: unas quebrantan con la muela el rubio trigo; otras tejen telas y, sentadas, hacen girar los husos, moviendo las manos cual si fuesen hojas de excelso plátano, y las bien labradas telas relucen como si destilaran aceite líquido...
... En el exterior del patio hay un gran jardín de cuatro yugadas... Allí han crecido grandes y florecientes árboles: perales, granados, manzanos de espléndidas pomas, dulces higueras y verdes olivos. Los frutos de estos árboles no se pierden ni faltan, ni en invierno ni en verano: son perennes; y el Céfiro, soplando constantemente, a un tiempo mismo produce unos y madura otros. La pera envejece sobre la pera, la manzana sobre la manzana, la uva sobre la uva y el higo sobre el higo. Allí han plantado una viña muy fructífera y parte de sus uvas se secan al sol en un lugar abrigado y llano, a otras las vendimian, a otras las pisan, y están delante las verdes, que dejan caer la flor, y las que empiezan a negrear.Odisea, VII [30]
Contempló Odiseo admirado todo aquello y entra en la casa donde los caudillos y príncipes de los feacios ofrecían libaciones al vigilante Argicida, que era el último a quien las hacían cuando ya determinaban acostarse. Llega hasta donde estaba Arete y le implora:
¡Arete, hija de Rexénor, que parecía un dios! Después de sufrir mucho, vengo a tu esposo, a tus rodillas y a estos convidados, a quienes permitan los dioses vivir felizmente y legar sus bienes a los hijos que dejen en sus palacios así como también los honores que el pueblo les haya conferido. Mas, apresuraos a darme hombres que me conduzcan, para que muy pronto vuelva á la patria; pues hace mucho tiempo que ando lejos de los amigos, padeciendo infortunios.Odisea, VII [30]
Dicho esto sentóse junto á la lumbre del hogar, en la ceniza; y todos enmudecieron y quedaron silenciosos; hasta que el anciano Equeneo que era el de más edad y descollaba por su elocuencia les arengó benévolamente y dijo:
¡Alcínoo! No es bueno ni decoroso para ti, que el huésped esté sentado en tierra, sobre la ceniza del hogar... Ea, pues, levántale, hazle sentar en una silla de clavazón de plata, y manda a los heraldos que mezclen vino para ofrecer libaciones á Júpiter... Y tráigale de cenar la despensera, de aquellas cosas que allá dentro se guardan.Odisea, VII [30]
Y así hizo la sacra potestad de Alcínoo que alza a Odiseo y lo sienta en una silla espléndida que se la cede su muy querido hijo el valeroso Laodamante:
...Una esclava dióle aguamanos... puso delante de Odiseo una pulimentada mesa... la despensera trájole pan y dejó en la mesa buen número de manjares... comenzó a beber y a comer...Odisea, VII [30]
El rey arenga a los presentes:
... Ahora, que habéis cenado, idos a acostar en vuestras casas: mañana, así que rompa el día, llamaremos a un número mayor de ancianos, trataremos al forastero como huésped en el palacio, ofreceremos a las deidades hermosos sacrificios, y hablaremos de la conducción de aquél para que pueda, sin fatigas ni molestias y acompañándole nosotros, llegar rápida y alegremente a su patria tierra, aunque esté muy lejos, y no haya de padecer mal ni daño alguno antes de tornar a su país...Odisea, VII [30]
Odiseo le responde:
Alcínoo! Piensa otra cosa, pues no soy semejante ni en cuerpo ni en natural a los inmortales que poseen el anchuroso cielo, sino á los mortales hombres... dejadme cenar, aunque me siento angustiado; que no hay cosa tan importuna como el vientre, que nos obliga á pensar en él, aun hallándonos muy afligidos o con el ánimo lleno de pesares como me encuentro ahora, nos incita siempre a comer y a beber, y en la actualidad me hace echar en olvido todos mis trabajos, mandándome que lo sacie. Y vosotros daos prisa, así que se muestre la Aurora, y haced que yo, oh desgraciado, vuelva a mi patria, no obstante lo mucho que he padecido. No se me acabe la vida sin ver nuevamente mis posesiones...Odisea, VII [30]
Todos aprobaron sus palabras y hechas las libaciones se recogieron en las respectivas moradas; excepto Odiseo, Arete y el deiforme Alcínoo, que conversan. La reina de interesa por el héroe: ¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Quién te dió esos vestidos? ¿No dices que llegaste vagando por el ponto?. Odiseo responde que difícil sería contar menudamente mis infortunios, pues me los enviaron en gran abundancia los dioses celestiales; mas te hablaré de aquello acerca de lo cual me preguntas é interrogas; y relata sus tribulaciones y peripecias desde que náufrago errante llegó a la isla de Ogigia hasta que Nausícaa lo acogió.
El rey, admirado, le ofrece la mano de su hija y le promete ayuda para llegar a su tierra:
... Ojalá, ¡por el padre Júpiter, Minerva y Apolo!, que siendo cual eres y pensando como yo pienso, tomases a mi hija por mujer y fueras llamado yerno mío, permaneciendo con nosotros. Diérate casa y riquezas, si de buen grado te quedaras; que contra tu voluntad ningún feacio te ha de detener...
Y desde ahora decido, para que lo sepas bien, que tu conducción se haga mañana... los compañeros remarán por el mar en calma hasta que llegues a tu patria y a tu casa, o a donde te fuere grato, aunque esté mucho más lejos que Eubea...Odisea, VII [30]
Así conversaron.
Las esclavas preparan un lecho debajo del pórtico, lo proveen de hermosos cobertores de púrpura, extienden por encima tapetes y dejan afelpadas túnicas para abrigarse. Las doncellas salen del palacio con hachas encendidas y, acabada de hacer la cama, llaman a Odiseo: Levántate, huésped, y vete a acostar, que ya está hecha la cama …
… Así dijeron, y le pareció grato dormir. De este modo el paciente divinal Ulises durmió allí, en torneado lecho, debajo del sonoro pórtico. Y Alcínoo se acostó en el interior de la excelsa mansión, y a su lado la reina, después de aparejarle lecho y cama.Odisea, VII [30]
Canto VIII
Odiseo agasajado por los feacios.
- Se celebra una fiesta en el palacio en honor del huésped, que aún no se ha presentado. Irritación y cólera de Odiseo por culpa del luchador Euríalo. Banquete en armonía.
A día siguiente así que se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos Alcínoo y los demás se encaminan al ágora mientras Atenea, transformada en heraldo del rey, recorre la ciudad anunciando que ha llegado el forastero, un varón que se asemeja por su cuerpo a los inmortales. El rey arenga al pueblo:
¡Oídme, caudillos y príncipes de los feacios, y os diré lo que en el pecho mi corazón me dicta! Este forastero, que no sé quién es, llegó errante a mi palacio y nos suplica con mucha insistencia que tomemos la firme resolución de llevarlo a su patria... Ea, pues, botemos al mar divino una negra nave sin estrenar y escójanse de entre el pueblo los cincuenta y dos mancebos que hasta aquí hayan sido los más excelentes. Y, atando bien los remos a los bancos, salgan de la embarcación y aparejen en seguida un convite en mi palacio... festejemos en la sala a nuestro huésped. Nadie se me niegue. Y llamad a Demódoco, el divino aedo a quien los númenes otorgaron gran maestría en el canto para deleitar a los hombres, siempre que a cantar le incita su ánimo.Odisea, VIII [31]
Alcínoo convoca a unos juegos para que el huésped participe a sus amigos, después que se haya restituído a la patria cuánto ellos superan a todos los hombres en el pugilato, la lucha, el salto y la carrera:
... Empezaron por probarse en la carrera... descollaba mucho en el correr el eximio Clitoneo... Probáronse otros en la fatigosa lucha, y Euríalo venció a cuantos en ella sobresalían. En el salto fué Anfíalo superior a los demás; en arrojar el disco señalóse Elatreo sobre todos; y en el pugilato, Laodamante, el buen hijo de Alcínoo.Odisea, VIII [31]
Laodamante, el hijo del rey, pide a Odiseo que también él participe en los juegos pues no hay gloria más ilustre para el varón en esta vida, que la de campear por las obras de sus pies o de sus manos. Odiseo se resiste pues ocúpase en sus penas, que son muchísimas las que he padecido y soportado. Euríalo le contesta echándole en cara que no parece un varón instruído en juegos sino un capitán de marineros traficantes. Odiseo, con torva faz, le responde irritado:
... Mal hablaste y me pareces un insensato. Los dioses no han repartido de igual modo a todos los hombres sus amables presentes: hermosura, ingenio y elocuencia... Así tu aspecto es irreprochable y un dios no te habría configurado de otra suerte; mas tu inteligencia es ruda... No soy ignorante en los juegos, como tú afirmas... Ahora me encuentro agobiado por la desgracia y las fatigas, pues he tenido que sufrir mucho... Pero aun así, me probaré en los juegos: tus palabras fueron mordaces y me incitaste al proferirlas.Odisea, VIII [31]
Y Odiseo asombra al público con un gran lanzamiento de disco y reta furioso a los presentes: a quien le impulse el corazón y el ánimo a probarse conmigo venga acá, ya que me habéis encolerizado fuertemente. Todos enmudecieron. Interviene el rey calmando los ánimos:
... ningún mortal que pensara razonablemente pondría reproche a tu bravura... ea, danzadores feacios, salid los más hábiles a bailar... Y vaya alguno en busca de la cítara y tráigala presto Demódoco.Odisea, VIII [31]
El aedo Demódoco cantó los amores de Marte y Venus, y cómo se unieron a hurto y por vez primera en casa de Vulcano.[32] Después bailaron Halio y el hijo de Alcínoo, Laodamante. Atónito me quedo al contemplarlos, exclamó Odiseo. El rey alegróse: ... Paréceme el huésped muy sensato... asista a la cena con el corazón alegre. Y apacígüelo Euríalo con palabras y un regalo, porque no habló de conveniente modo. Así hizo Euríalo: ... Si alguna de mis palabras le ha molestado, llévensela cuanto antes los impetuosos torbellinos....
Restablecida la armonía se dispusieron a iniciar el banquete cuando Nausícaa, a quien las deidades habían dotado de belleza dice estas aladas palabras:
Salve, huésped, para que en alguna ocasión, cuando estés de vuelta en tu patria, te acuerdes de mí; que me debes antes que a nadie el rescate de tu vida.Odisea, VIII [31]
Iniciado el convite Ulises corta una tajada del espinazo de un puerco de blancos dientes que ofrece a Demódoco: Yo te alabo más que a otro mortal cualquiera, pues deben de haberte enseñado la Musa, hija de Júpiter, o el mismo Apolo, a juzgar por lo primorosamente que cantas.... El aedo corresponde con un canto sobre la guerra de Troya que hace llorar a Odiseo. El rey ordena que cese el canto y pregunta al huésped sobre su verdadera identidad.
Canto IX
- Relatos a Alcínoo - La Ciclopea [33]
Lo sucedido con los cícones, los lotófagos y los cíclopes
- Relatos a Alcínoo - La Ciclopea [33]

Odiseo comienza su relato en primera persona ante Alcínoo y los feacios (véase Apólogos):
«Soy Odiseo Laertíada,[34] tan conocido de los hombres por mis astucias de toda clase y mi gloria llega hasta el cielo»Odisea, IX [35]
En Ismaro, ciudad de los cícones. Saqueo y huida
Primero arribaron a la tierra de los cícones, al norte de Samotracia, y destruyeron la ciudad de Ismaro.[36]
«Habiendo partido de Ilión, llevóme el viento al país de los cícones, a Ismaro: entré a saco en la ciudad, maté a sus hombres y, tomando las mujeres y las abundantes riquezas, nos lo repartimos todo para que nadie se fuera sin su parte de botín»Odisea, IX [35]
Si hubiesen partido inmediatamente les habría ido mejor, mas no fue así y muchos perecieron:
«Exhorté a mi gente a que nos retiráramos con pie ligero, y los muy simples no se dejaron persuadir. Bebieron mucho y, mientras degollaban en la playa gran número de ovejas los cícones fueron a llamar a otros cícones vecinos suyos; los cuales eran más numerosos y más fuertes... cuando el sol se encaminó al ocaso, los cícones derrotaron a los aquivos, poniéndolos en fuga. Perecieron seis compañeros, de hermosas grebas, de cada embarcación y los restantes nos libramos de la muerte y del destino»Odisea, IX [35]
Con los lotófagos. Pierden la memoria
De nuevo en las naves sufren la acometida de Bóreas enviado por Zeus, el que amontona las nubes:
«Desde allí seguimos adelante con el corazón triste, escapando gustosos de la muerte... Las naves iban de través, cabeceando; y el impetuoso viento rasgó las velas... a fuerza de remos, llevamos aquéllas a tierra firme. Allí permanecimos echados dos días con sus noches, royéndonos el ánimo la fatiga y los pesares»Odisea, IX [35]
Dañosos vientos los llevan nueve días por el ponto y al décimo arriban a la tierra de los lotófagos, que se alimentan con un florido manjar. Tres compañeros que lo comieron perdieron el deseo de regresar y hubo que llevárselos a la fuerza:
«... juntáronse con los lotófagos, que no tramaron ciertamente la perdición de nuestros amigos; pero les dieron a comer loto, y cuantos probaban el fruto del mismo, dulce como la miel, ya no querían llevar noticias ni volverse; antes deseaban permanecer con los lotófagos, comiendo loto, sin acordarse de tornar á la patria. Mas yo los llevé por fuerza á las cóncavas naves y, aunque lloraban, los arrastré e hice atar debajo de los bancos»Odisea, IX [35]
Los cíclopes: brutalidad de Polifemo y astucia de Odiseo
Posteriormente, con ánimo afligido llegaron a la isla de los cíclopes:
«... y llegamos a la tierra de los Cíclopes soberbios y sin ley; quienes, confiados en los dioses inmortales, no plantan árboles, ni labran los campos, sino que todo les nace sin semilla y sin arada —trigo, cebada y vides, que producen vino de unos grandes racimos— y se lo hace crecer la lluvia enviada por Júpiter. No tienen ágoras donde se reúnan para deliberar, ni leyes tampoco, sino que viven en las cumbres de los altos montes, dentro de excavadas cuevas; cada cual impera sobre sus hijos y mujeres, y no se cuidan los unos de los otros»Odisea, IX [35]
Casi tocando el mar ven una excelsa gruta a la sombra de algunos laureles, donde moraba un varón gigantesco, solitario, un monstruo horrible que apacentaba rebaños lejos de los demás hombres, y apartado de todos ocupaba su ánimo en cosas inicuas. Más tarde se encontrarán con él en su caverna donde guardaba zarzos cargados de quesos y establos que rebosaban de corderos y cabritos. De nombre Polifemo, hijo de Poseidón, devorará a varios compañeros de Odiseo.
«... levantándose de súbito, echó mano a los compañeros, agarró a dos y, cual si fuesen cachorrillos, arrojólos en tierra con tamaña violencia que el encéfalo fluyó al suelo y mojó el piso. Seguidamente despedazó los miembros, se aparejó una cena y se puso a comer como montaraz león, no dejando ni los intestinos, ni la carne, ni los medulosos huesos. Nosotros contemplábamos aquel horrible espectáculo con lágrimas en los ojos, alzando nuestras manos a Júpiter; pues la desesperación se había señoreado de nuestro ánimo. El Cíclope, tan luego como hubo llenado su enorme vientre, devorando carne humana y bebiendo encima leche sola, se acostó en la gruta tendiéndose en medio de las ovejas»Odisea, IX [35]
Estaban atrapados en la cueva, cerrada con una enorme piedra que les impedía salir a ellos y al ganado de Polifemo. Odiseo, con su astucia, tramó la venganza. De una gran clava de olivo verde cortó una estaca que mandó pulir y aguzar por un extremo. Tras endurecerla «pasándola por el ardiente fuego» la ocultó debajo del estiércol esparcido por la gruta.
Lista la estaca, Odiseo planea el segundo paso: anular las fuerzas del monstruo emborrachándolo.
Regresa Polifemo con el rebaño de hermoso vellón, que venía de pacer y le ofrece una copa de negro vino; de aquél que le había regalado Marón, vástago de Evantes y sacerdote de Apolo en agradecimiento por haber respetado su vida con la de su mujer e hijos, durante el saqueo de Ismaro, la ciudad de los cícones:
«Cuando [los cícones] bebían este rojo licor, dulce como la miel, echaban una copa del mismo en veinte de agua; y de la cratera salía un olor tan suave y divinal, que no sin pena se hubiese renunciado a saborearlo»Odisea, IX [35]
Ahora hará un buen uso de él. Artero, invita a Polifemo:
— Toma, Cíclope, bebe vino, ya que comiste carne humana, a fin de que sepas qué bebida se guardaba en nuestro buque.
— Dame de buen grado más vino y hazme saber inmediatamente tu nombre para que te ofrezca un don hospitalario con el cual te huelgues.Odisea, IX [35]
Tres veces se lo ofreció y tres veces lo bebió incautamente. Cuando los vapores del vino envolvieron su mente díjole Odiseo «con suaves palabras»:
— ¡Cíclope! Preguntas cuál es mi nombre ilustre, y voy a decírtelo; pero dame el presente de hospitalidad que me has prometido. Mi nombre es Nadie; y Nadie me llaman mi madre, mi padre y mis compañeros todos.
— A «Nadie» me lo comeré el último, después de sus compañeros, y a todos los demás antes que a él: tal será el don hospitalario que te ofrezca.Odisea, IX [35]
Ebrio, Polifemo cayó de espaldas, «dobló la gruesa cerviz y vencióle el sueño». Entonces Odiseo metió la estaca en el rescoldo y cuando estaba a punto de arder y relumbraba intensamente, él y sus compañeros la hincaron en su ojo. Dio «un fuerte y horrendo gemido». Llamó a gritos a los Cíclopes que habitaban a su alrededor «en los ventosos promontorios» y a sus voces acudieron muchos:
— ¿Por qué tan enojado, oh Polifemo, gritas de semejante modo en la divina noche, despertándonos á todos? ¿Acaso algún hombre se lleva tus ovejas mal de tu grado? ¿O, por ventura, te matan con engaño o con fuerza?
— ¡Oh amigos! «Nadie» me mata con engaño, no con fuerza.
— Pues si nadie te hace fuerza, ya que estás solo, no es posible evitar la enfermedad que envía el gran Júpiter; pero, ruega á tu padre, el soberano Poseidón.Odisea, IX [35]
Ya ciego y para asegurarse de que no escapasen los prisioneros, el cíclope tanteaba el lomo de sus reses a medida que iban saliendo de la cueva para ir a pastar, pero cada uno de los marinos iba vientre con vientre con una res y agarrado al vellón de ella.
Luego de escapar, Odiseo le grita su nombre a Polifemo y este le pide a su padre, Poseidón, que castigue a Odiseo.
— ¡Cíclope! Si alguno de los mortales hombres te pregunta la causa de tu vergonzosa ceguera, dile que quien te privó del ojo fue Odiseo, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca.
— ¡Óyeme, Poseidón, que ciñes la tierra, dios de cerúlea cabellera! Si en verdad soy tuyo y tú te glorías de ser mi padre, concédeme que Odiseo, el asolador de ciudades, hijo de Laertes, que tiene su casa en Ítaca, no vuelva nunca a su palacio... o sea tarde y mal, en nave ajena, después de perder todos los compañeros, y encuentre nuevas cuitas en su morada.Odisea, IX [35]
Desde allí siguieron adelante, con el corazón triste, escapando gustosos de la muerte aunque perdieron algunos compañeros.
Canto X
- La isla de Eolo. El palacio de Circe la hechicera.
Reciben de Eolo un cuero de buey con todos los vientos. Al abrirlo atraen de nuevo el infortunio. Arriban al país de los lestrigones, gigantes antropófagos que devorarán a muchos. Huyen de allí para caer en manos de Circe que los retiene un año. Los libera pero para ir al Inframundo. Desaliento de sus hombres.
- La isla de Eolo. El palacio de Circe la hechicera.
Odiseo continúa su narración en primera persona (véase Apólogos de Odiseo):
«Llegamos a la isla Eolia, donde moraba Éolo Hipótada, caro a los inmortales dioses; isla natátil,[37] a la cual cerca broncíneo e irrompible muro, levantándose en el interior una escarpada roca»Odisea, X [38]
En Eolia. El odre de los vientos
Eolo, guardián de los vientos, ayuda a Odiseo en su viaje a Ítaca entregándole un cuero de un buey de nueve años que contenía los soplos de los mugidores vientos:
«Y ató dicho pellejo en la cóncava nave con un reluciente hilo de plata, de manera que no saliese ni el menor soplo; enviándome el Céfiro para que, soplando, llevara nuestras naves y a nosotros en ellas»Odisea, X [38]
Tras nueve días de navegación, con Ítaca ya a la vista, a Odiseo le rinde el dulce sueño. Cundió entonces entre la tripulación la codicia por los presentes que aquél había recibido de Eolo: Muchos y valiosos objetos se ha llevado del botín de Troya; mientras que los demás, con haber hecho el mismo viaje, volveremos a casa con las manos vacías. Sospechando de la bolsa de cuero decidieron abrirla: Ea, veamos pronto lo que son y cuánto oro y plata hay en el cuero. Una desafortunada decisión:
«... escapáronse con gran ímpetu todos los vientos. En seguida arrebató las naves una tempestad y llevólas al ponto: ellos lloraban, al verse lejos de la patria... Las naves tornaron a ser llevadas a la isla Eolia por la funesta tempestad que promovió el viento, mientras gemían cuantos me acompañaban»Odisea, X [38]
Pisan Eolia de nuevo, pero en esta ocasión el recibimiento será muy distinto. Tras contar Odiseo lo sucedido, Eolo los rechaza sin miramiento alguno pues no debe tomar a su cuidado a un varón que se ha hecho odioso a los bienaventurados dioses.
¡Sal de la isla y muy pronto, malvado más que ninguno de los que hoy viven!... Vete noramala;[39] pues si viniste ahora, es porque los inmortales te aborrecen.Odisea, X [38]
Los lestrigones
Y con ánimo angustiado siguieron adelante remando por su necedad, hasta que al séptimo día de navegación llegan a la isla de los lestrigones. Allí gobierna Antífates con su esposa, alta como la cumbre de un monte, en el palacio de Telépilo de Lamos de la excelsa ciudad de la Lestrigonia. Aquellos gigantes, unos antropófagos que atravesando a los hombres como si fueran peces se los llevaban para celebrar nefando festín, devorarán a casi todos los compañeros de Odiseo.
La hechicera Circe. Exhortación a la nekyia
Otra vez huyendo, con el corazón triste, llegan a la isla Eea, morada de la hechicera Circe de lindas trenzas y dotada de voz,[40] hermana del terrible Eetes.
Formaron dos grupos para explorar la isla, al mando de Odiseo y Euríloco.[41] Éste encuentra el palacio de Circe en un valle. La oyen cantar con voz pulcra,[40] ella los llama y todos entran, excepto Euríloco que temía un engaño, como efectivamente sucedió:
«Cuando los tuvo dentro, los hizo sentar en sillas y sillones, confeccionó un potaje de queso, harina y miel fresca con vino de Pramnio, y echó en él drogas perniciosas para que los míos olvidaran por completo la tierra patria. Dióselo, bebieron, y, seguidamente, los tocó con una varita y los encerró en pocilgas. Y tenían la cabeza, la voz, las cerdas y el cuerpo como los puercos, pero sus mientes quedaron tan enteras como antes. Así fueron encerrados y todos lloraban; y Circe les echó para comer, fabucos, bellotas y el fruto del cornejo, que es lo que comen los puercos, que se echan en la tierra»Odisea, X [38]
Avisado por Euríloco, Odiseo se apresta a liberar a sus hombres. Hermes lo protege de los hechizos de Circe preparándole un brebaje obtenido de una planta llamada moly, de raíz negra y flor blanca:
«... y yo me encaminé a la morada de Circe, revolviendo en mi corazón muchos propósitos... y me llamó; y yo, con el corazón angustiado, me fui tras ella... Cuando me hubo introducido, hízome sentar en una silla de argénteos clavos, hermosa, labrada, con un escabel para los pies; y en copa de oro preparóme la mixtura para que bebiese, echando en la misma cierta droga y maquinando en su mente cosas perversas... sin que lograra encantarme, tocóme con la vara mientras me decía estas palabras»:
— Ve ahora a la pocilga y échate con tus compañeros.
«Desenvainé entonces la aguda espada que llevaba cerca del muslo y arremetí contra Circe, como deseando matarla. Ella profirió agudos gritos, se echó al suelo, me abrazó por las rodillas y me dirigió entre sollozos estas aladas palabras»:
— ... Hay en tu pecho un ánimo indomable. Eres sin duda aquel Odiseo de multiforme ingenio,[10] de quien me hablaba siempre el Argicida... envaina la espada y vámonos a la cama para que, unidos por el lecho y el amor, crezca entre nosotros la confianza.Odisea, X [38]
Enamorada de Odiseo, Circe deshace el hechizo a sus hombres, que tornaron a ser hombres, pero más jóvenes aún y mucho más hermosos y más altos. Reunidos todos, allí se quedaron «día tras día un año entero y siempre tuvimos en los banquetes carne en abundancia y dulce vino».
Al fin Circe los libera, dándoles instrucciones muy precisas:
—... el soplo del Bóreas conducirá la nave. Y cuando hayas atravesado el Océano y llegues adonde hay una playa estrecha y bosques consagrados a Proserpina y elevados álamos y estériles sauces, detén la nave en el Océano, de profundos remolinos, y encamínate a la tenebrosa morada de Plutón... Eleva después muchas súplicas a las inanes cabezas de los muertos y vota que, en llegando a Ítaca, les sacrificarás en el palacio una vaca no paridera, la mejor que haya, y llenarás la pira de cosas excelentes, en su obsequio; y también que a Tiresias le inmolarás aparte un carnero completamente negro... y te dirá el camino que has de seguir, cuál será su duración y cómo podrás volver á la patria, atravesando el mar en peces abundoso.Odisea, X [38]
Odiseo de ve ante un panorama desalentador; tendrá que suplicar a las «inanes [42] cabezas de los muertos» (νεκύων ἀμενηνὰ κάρηνα, nekýōn amenēnà kárēna), meras sombras que recuerdan quienes fueron pero que ahora carecen de sustancia y vigor alguno en el reino de Hades. Incluso los mayores héroes —Aquiles, Agamenón, Áyax— son allí puras apariencias que apenas conservan la figura humana. Homero anticipa la nekyia o evocación de los muertos del canto siguiente.
Deben partir:
—«No permanezcáis acostados, disfrutando del dulce sueño. Partamos ya, pues la veneranda Circe me lo aconseja.
Odiseo les deja bien claro que quedan libres, sí, pero para ir al reino de los muertos, al inframundo:
«Creéis sin duda que vamos a casa, a nuestra querida patria tierra; pues bien, Circe nos ha indicado que hemos de hacer un viaje a la morada de Plutón y de la veneranda Proserpina para consultar el alma del tebano Tiresias»
... «Y a todos se les quebraba el corazón y, sentándose allí mismo, lloraban y se mesaban los cabellos. Mas, ningún provecho sacaron de sus lamentaciones»Odisea, X [38]
Afligidos, embarcan a la velera nave a la orilla del mar, a la que Circe había atado un carnero y una oveja negra sin que nadie lo advirtiera.
Y parten a cumplir su destino sin darse cuenta de que Elpénor —el más joven de todos, que ni era muy valiente en los combates, ni estaba muy en juicio— quedaba insepulto en la isla. Medio borracho se había quedado dormido en el tejado del palacio de Circe; despertó tambaleante, cayó y se partió el cuello. Cuando Odiseo llegue al Hades su alma se le aparecerá y contará lo sucedido.
Canto XI
Evocación de los muertos Penúltimo canto de los Apólogos de Odiseo. Prosigue su relato en primera persona. Conocido como la Nekyia (ἡ νέκυια,[43] «[ceremonia] de los muertos»), este canto constituye uno de los episodios más célebres de la Odisea. En él, Odiseo, siguiendo las instrucciones de Circe, llega al confín del mundo —las tierras brumosas de los cimerios, junto al río Océano— y realiza un rito nigromántico para consultar al adivino tebano Tiresias. El canto combina profecía (el destino de Odiseo y la advertencia sobre el ganado del Sol), dolor filial (el encuentro con su madre Anticlea, la revelación de la causa de su muerte, la imposibilidad de abrazarla)[44] y reflexión sobre la gloria póstuma (diálogo con Aquiles).[45] La atmósfera opresiva,[46] la inversión del ciclo natural de la vida (un ser vivo desciende al Hades —el reino de los muertos— y regresa) y la fragilidad de la condición humana (encuentro de Odiseo con Agamenón)[47] convierten este episodio en una de las cimas de la épica griega y en modelo del motivo de la «evocación de los muertos» en la literatura occidental. |
Elpénor habla el primero. Vaticinios de Tiresias
«En llegando a la nave y al divino mar, echamos en el agua la negra embarcación, izamos el mástil y descogimos el velamen; cargamos luego las reses, y por fin nos embarcamos nosotros, muy tristes y vertiendo copiosas lágrimas... soplaba favorable viento, que hinchaba las velas; buen compañero que nos mandó Circe, la de lindas trenzas, deidad poderosa, dotada de voz.[40]
«Entonces arribamos a los confines del Océano, de profunda corriente. Allí están el pueblo y la ciudad de los Cimerios entre nieblas y nubes, sin que jamás el Sol resplandeciente los ilumine»Odisea, XI [48]
Tras llegar al país de los cimerios Odiseo hace libaciones a los muertos con aguamiel, vino y agua, y sacrifica varias ovejas:
...«asiendo las ovejas, anduvimos a lo largo de la corriente del Océano hasta llegar al sitio que nos indicara Circe»... «las degollé encima del hoyo, corrió la negra sangre y al instante se congregaron, saliendo del Érebo, las almas de los fallecidos: mujeres jóvenes, mancebos, ancianos que en otro tiempo padecieron muchos males, tiernas doncellas con el ánimo angustiado por reciente pesar, y muchos varones que habían muerto en la guerra, heridos por broncíneas lanzas, y mostraban ensangrentadas armaduras: agitábanse todas con grandísimo clamoreo»...Odisea, XI [48]
La primera alma en acercarse fue la de Elpénor, aquel joven que había quedado insepulto en la isla de Circe:
—«¡Oh Elpénor! ¿Cómo viniste a estas tinieblas caliginosas? Tú has llegado a pie, antes que yo en la negra nave.»
—¡Laertíada, de jovial linaje! ¡Ulises, fecundo en recursos! Dañáronme la mala voluntad de algún dios y el exceso de vino. Habiéndome acostado en la mansión de Circe, no pensé en volver atrás, a fin de bajar por la larga escalera, y caí desde el techo; se me rompieron las vértebras del cuello, y mi alma descendió al Orco... No te vayas, dejando mi cuerpo sin llorarle ni enterrarle... por el contrario, quema mi cadáver con las armas de que me servía y erígeme un túmulo en la ribera del espumoso mar, para que de este hombre desgraciado tengan noticia los venideros. Hazlo así y clava en el túmulo aquel remo con que, estando vivo, bogaba yo con mis compañeros.
—«Todo lo haré, oh infeliz, todo te lo llevaré a cumplimiento»Odisea, XI [48]
Surgen después las almas de Anticlea [49] y de Tiresias, eximio vate, quien tras beber de la sangre de los animales sacrificados vaticina a Odiseo un difícil pero no imposible regreso a Ítaca:
... aún llegaríais a la patria, después de padecer trabajos, si quisieras contener tu ánimo y el de tus compañeros así que ancles la bien construida embarcación en la isla Trinacria, escapando del violáceo ponto, y halléis paciendo las vacas y las pingües ovejas del sol,[50] que todo lo ve y todo lo oye. Si las dejares indemnes, ocupándote tan sólo en preparar tu vuelta, aún llegaríais a Ítaca, después de soportar muchas fatigas; pero, si les causares daño, desde ahora te anuncio la perdición de la nave y la de tus amigos.Odisea, XI [48]
Le habla el alma de su madre, Anticlea
Después bebe de la sangre su madre Anticlea y le habla con aladas palabras: ¡Hijo mío! ¿Cómo has bajado en vida a esta obscuridad tenebrosa?... Le cuenta que Penélope pasa los días y las noches tristemente, llorando sin cesar...; que Telémaco cultiva en paz sus heredades; que su padre se queda en el campo, sin bajar a la ciudad, y no tiene lecho, ni cama, ni mantas, ni colchas espléndidas...; que ella murió...
... por la soledad que de ti sentía y el recuerdo de tus cuidados y de tu ternura, «preclaro Ulises» [10]...Odisea, XI [48]
Odiseo quiere abrazarla:
«... Tres veces me acerqué a ella, pues el ánimo incitábame a abrazarla; tres veces se me fue volando de entre las manos como una sombra o un sueño...»Odisea, XI [48]
Proserpina envía almas de eximias mujeres
Tras su madre beben la sangre cuantas mujeres fueron esposas o hijas de eximios varones, enviadas por Proserpina: Tiro, esposa de Creteo Eólida; Antíope, que se gloriaba de haber dormido en brazos de Júpiter; Alcmena, esposa de Anfitrión; la bella Epicasta, madre de Edipo; la bellísima Cloris, esposa de Neleo; Leda, esposa de Tíndaro; Ifimedia, esposa de Aloeo; Fedra, Procris y la hermosa Ariadna; Mera, Clímene y la odiosa Erífile.
Almas de Agamenón, Aquiles y Áyax
Después de que la casta Proserpina dispersara las almas de las mujeres, se presenta muy angustiada la de Agamenón junto a cuantos en la mansión de Egisto perecieron con el héroe, cumpliendo su destino:
— «¡Atrida gloriosísimo, rey de hombres Agamenón! ¿Qué fatal especie de la aterradora muerte te ha hecho sucumbir? ¿Acaso Neptuno te mató en tus naves, desencadenando el fuerte soplo de terribles vientos, o unos hombres enemigos acabaron contigo en la tierra firme, porque te llevabas sus bueyes y sus hermosos rebaños de ovejas o porque combatías para apoderarte de su ciudad y de sus mujeres?»
— Ni Neptuno me mató en las naves, desencadenando el fuerte soplo de terribles vientos, ni hombres enemigos acabaron conmigo en la tierra firme; fue Egisto quien me preparó la muerte y el hado, pues, de acuerdo con mi funesta esposa, me llamó a su casa, me dio de comer y me quitó la vida como se mata a un buey junto al pesebre.Odisea, XI [48]
Beben de la sangre otros que habían muerto en la guerra de Troya. Aquiles, el de los pies ligeros, le habla:
— ¿Cómo te atreves a bajar al Orco donde residen los muertos, que están privados de sentido y son imágenes de los hombres que ya fallecieron?... háblame de mi ilustre hijo: dime si fue a la guerra para ser el primero en las batallas, o se quedó en casa.
— «... de tu hijo Neoptólemo te diré toda la verdad, como lo mandas,... cuando peleábamos con las broncíneas armas en la llanura de los troyanos, nunca se quedaba entre muchos guerreros ni en la turba; sino que se adelantaba a toda prisa un buen espacio, no cediendo a nadie en valor, y mataba a gran número de hombres en el terrible combate»
«Así le dije; y el alma del Eácida, el de pies ligeros, se fue a buen paso por la pradera de asfódelos, gozosa de que le hubiese participado que su hijo era insigne»Odisea, XI [48]
También estaba Ayax, hijo del egregio Telamón:
«Sólo el alma de Ayax Telamonio permanecía algo distante, enojada porque le vencí en el juicio que se celebrara cerca de las naves para adjudicar las armas de Aquiles»
— «¿No debías, ni aun después de muerto, deponer la cólera que contra mí concebiste con motivo de las perniciosas armas?»
«... pero nada me respondió y se fue hacia el Érebo a juntarse con las otras almas de los difuntos»Odisea, XI [48]
Minos, Orión, Ticio, Tántalo, Sísifo
En el Érebo Odiseo ve a otras almas:
— «... vi a Minos, ilustre vástago de Jove, sentado y empuñando áureo cetro, pues administraba justicia a los difuntos»
«... al gigantesco Orión, el cual perseguía por la pradera de asfódelos las fieras que antes matara en las solitarias montañas»
«... a Ticio, el hijo de la augusta Tierra... Dos buitres, uno a cada lado, le roían el hígado, penetrando con el pico en sus entrañas»
«... a Tántalo, el cual padecía crueles tormentos, de pie en un lago cuya agua le llegaba a la barba. Tenía sed y no conseguía tomar el agua y beber»
«... a Sísifo, el cual padecía duros trabajos empujando con entrambas manos una enorme piedra»Odisea, XI [48]
Hércules, último en presentarse. Odiseo y sus hombres parten
Finalmente ve a Hércules, que le dice:
— ¡Laertíada, de jovial linaje! ¡Ulises, fecundo en recursos! ¡Ah mísero! Sin duda te persigue algún hado funesto, como el que yo sufría mientras me alumbraban los rayos del sol. Aunque era hijo de Júpiter Saturnio, hube de padecer males sin cuento por encontrarme sometido a un hombre muy inferior que me ordenaba penosos trabajos...Odisea, XI [48]
Fue la última voz que oye Odiseo:
«... el pálido terror se apoderó de mí, temiendo que la ilustre Proserpina no me enviase del Orco la cabeza de la Gorgona, horrendo monstruo»Odisea, XI [48]
Embarcaron inmediatamente y partieron:
«Volví en seguida al bajel y ordené a mis compañeros que subieran al mismo y desatasen las amarras... Y la onda de la corriente llevaba nuestra embarcación por el río Océano, empujada al principio por el remo y más tarde por próspero viento»Odisea, XI [48]
Canto XII
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Exequias de Elpénor. Vaticinios de Circe
Estructura
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Dejan atrás la tierra de los cimerios para retornar a los dominios de Circe:
—«Tan luego como la nave, dejando la corriente del río Océano, llegó a las olas del vasto mar y a la isla Eea —donde están la mansión y las danzas de la Aurora, hija de la mañana, y el orto del Sol—[52] la sacamos a la arena, después de saltar a la playa, nos entregamos al sueño, y aguardamos la aparición de la divinal Aurora»Odisea, XII [53]
Por la mañana traen el cadáver del difunto Elpénor, aquel joven muerto en un accidente absurdo al despertar de una borrachera, que había quedado insepulto en la isla sin que nadie lo apercibiera entonces.[54] Ahora celebran sus exequias en el lugar más eminente de la orilla. Queman el cadáver y las armas del difunto:
—«...le erigimos un túmulo, con su correspondiente cipo, y clavamos en la parte más alta el manejable remo»Odisea, XII [53]
Entretanto Circe llega muy presto con criadas que traían pan, mucha carne y vino rojo, de color de fuego, ofreciéndoles hospitalidad y ayuda:
—... quedaos aquí, y comed manjares y bebed vino, todo el día de hoy; pues así que despunte la aurora volveréis a navegar, y yo os mostraré el camino y os indicaré cuanto sea preciso para que no padezcáis, a causa de una maquinación funesta, ningún infortunio ni en el mar ni en la tierra firme.Odisea, XII [53]
Comen y beben en abundancia. Cuando sobreviene la noche y descansan tranquilos, la veneranda Circe toma aparte a Odiseo para advertirle de los peligros que lo acechan. En primer lugar, las Sirenas: aquél que imprudentemente oye su voz ya no vuelve a ver a su esposa ni a sus hijos:
—Pasa de largo y tapa las orejas de tus compañeros con cera blanda, previamente adelgazada, a fin de que ninguno las oiga; mas si tú deseares oírlas, haz que te aten en la velera embarcación de pies y manos, derecho y arrimado a la parte inferior del mástil y que las sogas se liguen al mismo; y así podrás deleitarte escuchando a las Sirenas. Y en el caso de que supliques o mandes a los compañeros que te suelten, átente con más lazos todavía.Odisea, XII [53]

Si consiguen librarse de la Sirenas llegarán a un paso con escollos a ambos lados:
—A un lado se alzan peñas prominentes, contra las cuales rugen las inmensas olas de la ojizarca Anfitrite: llámanlas Erráticas los bienaventurados dioses... Ninguna embarcación, en llegando allá, pudo escapar salva... Tan sólo logró doblar aquellas rocas una nave, surcadora del ponto, Argos, por todos tan celebrada, al volver del país de Eetes...
—Al lado opuesto hay dos escollos. El uno alcanza al anchuroso cielo con su pico agudo... En medio del escollo hay un antro sombrío que mira al ocaso, hacia el Érebo... Allí mora Escila, que aúlla terriblemente, con voz semejante a la de una perra recién nacida, y es un monstruo perverso... sumida hasta la mitad del cuerpo en la honda gruta, saca las cabezas fuera de aquel horrendo báratro y, registrando alrededor del escollo, pesca delfines, perros de mar, y también, si puede cogerlo, alguno de los monstruos mayores que cría en cantidad inmensa la ruidosa Anfitrite...
—El otro escollo es más bajo... Hay allí un cabrahigo [55] grande y frondoso, y a su pie la divinal Caribdis sorbe la turbia agua. Tres veces al día la echa afuera y otras tantas vuelve a sorberla de un modo horrible. No te encuentres allí cuando la sorbe, pues ni Neptuno, que sacude la tierra, podría librarte de la perdición. Debes, por el contrario, acercarte mucho al escollo de Escila y hacer que tu nave pase rápidamente; pues mejor es que eches de menos a seis compañeros que no a todos juntos[56]Odisea, XII [53]
Aún queda una última prueba:
—Llegarás más tarde a la isla de Trinacria, donde pacen las muchas vacas y pingües ovejas del Sol... Si las dejares indemnes, ocupándote tan sólo en preparar tu regreso, aún llegaríais á Ítaca, después de pasar muchos trabajos; pero, si les causares daño, desde ahora te anuncio la perdición de la nave y la de tus amigos. Y aunque tú escapes, llegarás tarde y mal a la patria, después de perder todos los compañerosOdisea, XII [53]
Acabado el coloquio la divina entre las diosas se internó en la isla; mientras, Odiseo y sus compañeros embarcan en la nave y parten con viento favorable que les envía Circe, la de lindas trenzas, deidad poderosa, dotada de voz.[40] Mientras, a bordo Odiseo hace saber a sus compañeros qué deben hacer al oír las Sirenas:
—«Nos ordena ante todo rehuir la voz de las divinales Sirenas y el florido prado en que éstas se hallan. Manifestóme que tan sólo yo debo oirlas; pero atadme con fuertes lazos, de pie y arrimado a la parte inferior del mástil y las sogas líguense al mismo. Y en el caso de que os ruegue o mande que me soltéis, atadme con más lazos todavía...»Odisea, XII [53]
El canto de las Sirenas
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Lectura alegórica Las Sirenas ofrecen conocimiento absoluto y fácil, quimérico —basta detenerse con ellas que cantan con dulce voz para «aprender mucho»—. Odiseo se opone con inteligencia, y también astucia, haciéndose atar al mástil de la embarcación. No cede a la curiosidad desmedida, un riesgo en sí mismo para el individuo racional que quiere 'conocer' realmente. Con otra perspectiva: el conocimiento puede ser peligroso si no se domina, si no está comprendido y asimilado. En sentido más amplio, las sirenas representan la seducción del placer frente al deber. Por el contrario, en el «mito de Er» (Platón)[57] las Sirenas son las portavoces de la armonía celestial a cuyo son las Parcas rigen el destino humano (pasado, presente, futuro) en perfecta sintonía con el orden cósmico. |
Cuando alcanzan la isla de las Sirenas cesó el viento —«algún numen adormeció las olas»—. Odiseo taponó con cera los oídos de sus compañeros y después se hizo atar al mástil. De la orilla provenía un dulce canto:
—¡Ea, célebre Ulises, gloria insigne de los aqueos! Acércate y detén la nave para que oigas nuestra voz. Nadie ha pasado en su negro bajel sin que oyera la suave voz que fluye de nuestra boca; sino que se van todos después de recrearse con ella y de aprender mucho; pues sabemos cuantas fatigas padecieron en la vasta Troya argivos y teucros, por la voluntad de los dioses, y conocemos también todo cuanto ocurre en la fértil tierra.Odisea, XII [53]
Odiseo pedía insistentemente con sus cejas que lo liberaran, mas fue atado con más fuerza aún:
Odisea, XII [53]
Eso los salvó a todos de las Sirenas y pasaron indemnes:
«Cuando dejamos atrás las Sirenas y ni su voz ni su canto se oían ya, quitáronse mis fieles compañeros la cera con que tapara sus oídos y me soltaron las ligaduras»Odisea, XII [53]
Escila y la horrenda Caribdis
Estructura
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Lectura alegórica Frente a algunas decisiones hay que asumir pérdidas inevitables como mal menor. Odiseo arrumba a Escila aunque sabe que va a perder seis compañeros, porque la alternativa —Caribdis— los llevaría a la muerte a todos ellos. El mito está asimilado por la cultura popular —bien directamente de Homero, bien indirectamente— en las paremias «caer en Escila, deseando evitar Caribdis» y «estar entre Escila y Caribdis».[58] San Agustín también recoge el mito en uno de sus Soliloquios, si bien con el sentido de 'evitar uno y otro peligro': «Permítenos, Señor, dirigirnos por el medio entre Escila y Caribdis de forma que, evitando uno y otro peligro lleguemos seguros a puerto con nuestra nave, y la mercancía a salvo» (Soliloquios del alma a Dios, 35)[58] |
Al poco de dejar atrás la isla de las Sirenas percibieron fuerte estruendo de ingentes olas que amedrentaron a los hombres.
«Los míos, amedrentados, hicieron volar los remos que cayeron con gran fragor en la corriente; y la nave se detuvo porque ya las manos no batían los largos remos»Odisea, XII [53]
Odiseo los arenga:
—«¡Amigos! No somos novatos en padecer desgracias y la que se nos presenta no es mayor que la sufrida cuando el Cíclope, valiéndose de su poderosa fuerza, nos encerró en la excavada gruta. Pero de allí nos escapamos también por mi valor, decisión y prudencia... Ea, hagamos todos lo que voy a decir... batid con los remos las grandes olas del mar... Y a ti, piloto, voy a darte una orden que fijarás en tu memoria, puesto que gobiernas el timón de la cóncava nave. Apártala de ese humo y de esas olas, y procura acercarla al escollo: no sea que la nave se lance allá, sin que tú lo adviertas, y a todos nos lleves a la ruina»Odisea, XII [53]
Estaban cruzando un espantoso estrecho marino. A un lado, la monstruosa Escila de seis cabezas con bocas de tres filas de dientes; y al otro la horrible Caribdis, que tres veces al día «sorbía de horrible manera la salobre agua del mar» y después la vomitaba dejando oír «sordo murmurio, revolviéndose toda como una caldera que está sobre un gran fuego».
Circe había sido muy clara: Escila devoraría a seis de sus hombres, pero Caribdis los destruiría a todos. Odiseo no tenía otra opción que acercarse a la primera:[56]
«No les hablé de Escila, plaga inevitable, para que los compañeros no dejaran de remar... y subí al tablado de proa, lugar desde donde esperaba ver primeramente a la pétrea Escila que iba a producir tal estrago en mis compañeros»
«El pálido temor se enseñoreó de los míos, y mientras contemplábamos a Caribdis, temerosos de la muerte, Escila me arrebató de la cóncava embarcación los seis compañeros que más sobresalían por sus manos y por su fuerza... y allí, en la entrada de la cueva, devorábalos Escila mientras gritaban y me tendían los brazos en aquella lucha horrible. De todo lo que padecí, peregrinando por el mar, fue este espectáculo el más lastimoso que vieron mis ojos»Odisea, XII [53]
Las vacas del Sol. Hibris de Euríloco. Odiseo, náufrago y solo
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Lectura alegórica Las vacas de Helios, sagradas e intocables, simbolizan los límites morales o divinos que deben ser respetados. El episodio alecciona sobre la soberbia, la falta de autodominio y el respeto a lo divino, temas centrales en la ética homérica.
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Tras pasar aquel espantoso estrecho flanqueado por Escila y la «horrenda Caribdis» llegan a la isla de Trinacria —nombre griego de Sicilia—, «donde estaban las hermosas vacas de ancha frente, y muchas pingües ovejas del Sol, hijo de Hiperión»:[59]
—«Desde el mar, en la negra nave, oí el mugido de las vacas encerradas en los establos y el balido de las ovejas, y me acordé de las palabras del vate ciego Tiresias el tebano, y de Circe de Eea, la cual me encargó muy mucho que huyese de la isla del Sol, que alegra a los mortales»Odisea, XII [53]
Con corazón afligido, Odiseo revela a sus compañeros el oráculo de Tiresias, que Circe le recordara. Durante el viaje de Odiseo a las fronteras del Hades (Canto XI), la Nekyia, «el eximio vate» Tiresias había advertido a Odiseo que «... si las dejares indemnes [a las vacas del Sol], ocupándote tan sólo en preparar tu vuelta, aún llegaríais a Ítaca, después de soportar muchas fatigas; pero, si les causares daño, desde ahora te anuncio la perdición de la nave y la de tus amigos»
Deben huir de allí donde les aguarda «el más terrible de los infortunios»:
—... «Por tanto, encaminad el negro bajel por fuera de la isla»
«Así les dije. A todos se les quebraba el corazón...»
Pero Euríloco [41] se opone enérgico, respondiéndole con estas «odiosas palabras»:
—«Eres cruel, oh Odiseo, disfrutas de vigor grandísimo, y tus miembros no se cansan, y debes de ser de hierro, ya que no permites a los tuyos, molidos de la fatiga y del sueño, tomar tierra en esa isla azotada por las olas... ¿Adónde iremos, para librarnos de una muerte cruel, si de súbito viene una borrasca suscitada por el Noto o por el impetuoso Céfiro... Obedezcamos ahora a la obscura noche y aparejemos la comida junto a la velera nave; y al amanecer nos embarcaremos nuevamente para lanzarnos al dilatado ponto»Odisea, XII [53]
«Conocí entonces que algún dios meditaba causarnos daño»:
—«Gran fuerza me hacéis, porque estoy solo. Mas, ea, prometed todos con firme juramento que si encontráremos una manada de vacas o una hermosa grey de ovejas, ninguno de vosotros matará, cediendo a funesta locura, ni una vaca tan sólo, ni una oveja...»
«Así les hablé; y en seguida juraron, como se lo mandaba»Odisea, XII [53]
En plena noche se desata una «tempestad deshecha». Durante un mes entero soplan incesantemente el Euro y el Noto —vientos del este y sur, respectivamente— que los obliga a refugiarse en «una profunda cueva, donde las Ninfas tenían asientos y hermosos lugares para las danzas».
Agotados todos los víveres, Odiseo se interna en la isla para implorar ayuda:
- «.. oré a todos los dioses que habitan el Olimpo, los cuales infundieron en mis párpados dulce sueño...»
Fue entonces cuando sus compañeros instigados por Euríloco [60] echaron mano a las más excelentes vacas del Sol «de retorcidos cuernos y ancha frente»:
—Todas las muertes son odiosas a los infelices mortales, pero ninguna es tan mísera como morir de hambre y cumplir de esta suerte el propio destino. Ea, tomemos las más excelentes de las vacas del Sol y ofrezcamos un sacrificio a los dioses que poseen el anchuroso cielo... Y si, irritado a causa de las vacas de erguidos cuernos, quisiera el Sol perder nuestra nave y lo consintiesen los restantes dioses, prefiero morir de una vez, tragando el agua de las olas, a consumirme con lentitud, en una isla inhabitada.Odisea, XII [53]
Degollaron las reses y las desollaron; cortaron sus muslos, los pringaron con gordura por uno y otro lado e hicieron libaciones mientras asaban los intestinos; y, dividiendo lo restante en pedazos muy pequeños, lo espetaron en los asadores.
«...huyó de mis párpados el dulce sueño... llegó hasta mí el suave olor de la grasa quemada y, dando un suspiro, clamé de este modo a los inmortales dioses:
—«¡Padre Júpiter, bienaventurados y sempiternos dioses! Para mi daño, sin duda, me adormecisteis con el cruel sueño; y mientras tanto los compañeros, quedándose aquí, han consumado un gran delito»Odisea, XII [53]
Lampetia fue a decirle «al Sol, hijo de Hiperión» que habíamos dado muerte a sus vacas. Inmediatamente el Sol, «con el corazón airado», habló a los inmortales pidiéndoles castigar a los compañeros de Ulises Laertíada o, de lo contrario, descendería a la morada de Plutón para «alumbrar a los muertos». Si no hay castigo, Helios amenaza con dejar de salir con su carro solar y el mundo de los vivos quedará permanentemente a oscuras, sin luz ni calor, sin día. Un caos total para la humanidad y la naturaleza.
«Y Júpiter, que amontona las nubes, le respondió diciendo: ¡Oh Sol! Sigue alumbrando a los inmortales y a los mortales hombres que viven en la fértil tierra; pues yo despediré el ardiente rayo contra su velera nave, y la haré pedazos en el vinoso ponto»
—«Esto me lo refirió Calipso, la de hermosa cabellera, y afirmaba que se lo había oído contar a Mercurio, el mensajero»Odisea, XII [53]
Odiseo, presa de profundo temor, se siente impotente. Suceden «prodigios»:
—«Llegado que hube a la nave y al mar, reprendí a mis compañeros —acercándome ora a éste, ora a aquél— mas no pudimos hallar remedio alguno, porque ya las vacas estaban muertas. Pronto los dioses les mostraron varios prodigios: los cueros serpeaban, las carnes asadas y las crudas mugían en los asadores, y dejábanse oír voces como de vacas»Odisea, XII [53]
Durante seis días celebraron banquetes. EL séptimo día cesó la violencia del vendaval y se hicieron de nuevo a la mar. No anduvo la embarcación largo rato, cuando Zeus desató su ira:
... «despidió un trueno y simultáneamente arrojó un rayo en nuestra nave: ésta se estremeció, al ser herida por el rayo de Zeus, llenándose del olor del azufre; y mis hombres cayeron en el agua. Llevábalos el oleaje alrededor del negro bajel y un dios les privó de la vuelta a la patria»
«Toda la noche anduve a merced de las olas, y al salir el sol llegué al escollo de Escila y a la horrenda Caribdis que estaba sorbiendo la salobre agua del mar; pero yo me lancé al cabrahigo y me agarré como un murciélago»
«Desde aquel lugar fuí errante nueve días y en la noche del décimo lleváronme los dioses a la isla Ogigia donde vive Calipso, la de lindas trenzas, deidad poderosa, dotada de voz; la cual me acogió amistosamente y me prodigó sus cuidados»Odisea, XII [53]
Y Odiseo concluye su largo relato al rey Alcínoo:
—«Mas, ¿a qué contar el resto? Os lo referí ayer en esta casa a ti y a tu ilustre esposa, y me es enojoso repetir lo que se ha explicado claramente»Odisea, XII [53]
Canto XIII
Estructura
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Las hospitalidad (xenía) feacia. Partida de Esqueria
1. Festín de despedida Regalos de los feacios a Odiseo: trípodes, calderas, oro, telas. Discurso del rey Alcínoo: promete a Odiseo nave y remeros para regresar a Ítaca. Deferencia especial de Odiseo hacia la reina Arete: le entrega la copa y desea felicidad y juventud eternas. — 2. Odiseo zarpa en la noche Embarca y cae en sueño profundo. |
El largo relato de Odiseo en primera persona a los feacios de cuanto le había sucedido desde que arribara a la tierra de los cícones (Canto IX) acaba de concluir. Los presentes enmudecen asombrados.
Tal fue lo que Odiseo contó. Enmudecieron los oyentes y, arrobados por el placer de escucharle, se quedaron silenciosos en el obscuro palacio...Odisea, XIII [61]
El rey Alcínoo rompe el silencio. Le promete a Odiseo que regresará a Ítaca:
—«¡Oh Odiseo! Pues llegaste a mi mansión de pavimento de bronce y elevada techumbre, creo que tornarás a tu patria sin tener que vagar más, aunque sean en tan gran número los males que hasta ahora has padecido...»Odisea, XIII [61]
Además Alcínoo quiere entregar a Odiseo presentes de valor para lo que hace una colecta entre los nobles y el pueblo:
—«...Y dirigiéndome a vosotros todos, los que siempre bebéis en mi palacio el negro vino de honor y oís al aedo, he aquí lo que os encargo: ya tiene el huésped en pulimentada arca vestiduras y oro labrado y los demás presentes que los consejeros feacios le han traído; ea, démosle sendos trípodes grandes y calderos; y reunámonos después para hacer una colecta por la población, porque nos sería difícil a cada uno de nosotros obsequiarle con tal regalo, valiéndonos exclusivamente de nuestros recursos»Odisea, XIII [61]
El rey promueve una colecta que involucra a toda la comunidad feacia —desde la nobleza al pueblo—, no sólo para repartir el gasto, sino sobre todo para reforzar la participación colectiva en la hospitalidad (xenía) hacia Odiseo.
Le regalarán trípodes grandes y calderos de bronce, objetos muy valiosos en la época por su elevado simbolismo de prestigio social [62] [63] muy en relación con el propio valor que tenía el bronce. La Antigua Grecia obtenía cobre de sus propias minas, principalmente en Chipre —cuyo nombre Kýpros está ligado al del metal—, Eubea, la Argólida y también en las minas de Laurion en el Ática, donde además de plata y plomo se hallaba cobre. Pero respecto al segundo componente del bronce, el estaño, los yacimientos locales —especialmente cerca de Delfos y en Tracia— no aseguraban un suministro suficiente por lo que llegaba a Grecia desde regiones lejanas, como las islas británicas (Cornualles y Devon) o el oeste de Europa, transportado por rutas comerciales del Mediterráneo.[64] [65]
A la mañana siguiente, así que se descubrió la hija de la mañana, la Aurora de rosáceos dedos, Alcínoo personalmente depositó los presentes bajo los bancos de los remeros en la nave feacia que puso a disposición de Odiseo. Ya en palacio se ocuparon en aparejar el banquete. Alcínoo sacrificó un buey a Zeus, el dios de las sombrías nubes. Celebraron espléndido festín y cantó el aedo Demódoco. Reina la alegría y cordialidad, mas Odiseo volvía a menudo la cabeza hacia el sol resplandeciente, con gran afán de que se pusiera, pues ya anhelaba irse a su patria.
Odiseo toma la palabra exultante porque se le ha asegurado el retorno a Ítaca; «vosotros quedad con alegría», dice agradecido y feliz a los feacios:
—«¡Rey Alcínoo, el más esclarecido de todos los ciudadanos! Ofreced las libaciones, despedidme sano y salvo, y vosotros quedad con alegría. Ya se ha cumplido cuanto mi ánimo deseaba: mi conducción y las amistosas dádivas; hagan los dioses que éstas sean para mi dicha y que halle en mi palacio á mi irreprochable consorte e incólumes á los amigos.Odisea, XIII [61]
Hace votos por sus bienhechores —«jamás a esta población le sobrevenga mal alguno»— tras lo cual Alcínoo dispone unas libaciones a fin de que, después de orar al padre Júpiter, enviemos al huésped a su patria tierra. Odiseo, entonces, pone una copa en manos de la reina Arete
—«Sé constantemente dichosa, oh reina, hasta que vengan la senectud y la muerte, de las cuales no se libran los humanos. Yo me voy. Tú continúa holgándote en esta casa con tus hijos, el pueblo y el rey Alcínoo»Odisea, XIII [61]
Tales fueron las últimas palabras de Odiseo ante los feacios, para Arete, aquélla de la que Atenea le hablara a Odiseo: «es honrada de sus hijos, del mismo Alcínoo y de los ciudadanos, que la contemplan como á una diosa y la saludan con cariñosas palabras cuando anda por la ciudad. No carece de buen entendimiento y dirime los litigios de las mujeres por las que siente benevolencia, y aun los de los hombres. Si ella te fuere benévola, ten esperanza de ver a tus amigos y de llegar a tu casa de elevado techo y a tu patria tierra» (Odisea VII.48). La reina había sido la primera persona a quien Odiseo se dirigiera al entrar en palacio: «¡Arete, hija de Rexénor, que parecía un dios! Después de sufrir mucho, vengo a tu esposo, a tus rodillas…» (Odisea VII.146). Y fue también ella la que al verlo reconoció las ropas que llevaba prestadas por su hija Nausícaa, interesándose enseguida por su identidad: «¡Huésped! Ante todo quiero preguntarte yo misma: ¿Quién eres y de qué país procedes? ¿Quién te dio esos vestidos? ¿No dices que llegaste vagando por el ponto?» (Odisea VII.236-237). Homero la presenta como figura de sabiduría, respeto y poder discreto. Su nombre Ἀρήτη (Arêtê), areté, significa "excelencia" o "virtud" en griego homérico (bravura, efectividad, bondad): encarnación de la excelencia moral y social, especialmente en la xenía. Los feacios son el pueblo modelo en hospitalidad, con Arete protagonista discreta.
Acabadas las despedidas Odiseo traspone el umbral al atardecer yendo a la velera nave, a la orilla del mar. Alcínoo le hace acompañar por un heraldo, y Arete de algunas esclavas que portaban un manto muy limpio y una túnica; cual, una sólida arca; y cual otra, pan y rojo vino. Esta vez el crepúsculo es preludio de un amanecer distinto a todos cuantos lleva vivido errante; el nuevo día lo vivirá al fin en Ítaca.
Los marineros feacios embarcan en la cóncava embarcación los presentes, víveres y bebida. Tienden una colcha en la popa para que Odiseo pueda dormir profundamente. Acostóse en silencio. Los marineros liberan la barca de la piedra agujereada que la amarra y zarpan de noche:
...e inclinándose, azotaron el mar con los remos; mientras caía en los párpados de Odiseo un sueño profundo, suave, dulcísimo, muy semejante a la muerte.Odisea, XIII [61]
Viaje mágico de Odiseo. Llegada a Ítaca
1. Navegación sobrenatural de la nave feacia Sus naves llegan solas a cualquier destino. — 2. Arriban al puerto de Forcis en Ítaca El olivo. La gruta de las Náyades. Odiseo dormido. — 3. Regreso de los feacios a Esqueria |
Los remeros impulsan la nave «como caballos de una cuadriga que se lanzan a correr en un campo», tanto, que ni un gavilán la habría alcanzado. Entretanto Odiseo cae en «un sueño profundo, suave, dulcísimo, muy semejante a la muerte... dormía plácidamente, olvidado de cuanto padeciera».
Los feacios, descendientes de Poseidón, dios del mar, son el pueblo marinero ideal que Homero presenta como expertos absolutos en la navegación. «Amantes de manejar los remos» impulsan sus naves mágicas sobre las que Alcínoo había dicho a Odiseo (Odisea VIII-536) que «no están provistas de timones como los restantes barcos, sino que ya saben ellas los pensamientos y el querer de los hombres, conocen las ciudades y los fértiles campos de todos los países, atraviesan rápidamente el abismo del mar, aunque cualquier vapor o niebla las cubra... Poseidón nos mira con malos ojos porque conducimos sin recibir daño a todos los hombres». Son como barcos inteligentes y autónomos, naves que llegan solas a cualquier destino sin riesgo de naufragio, símbolo de la cercanía de los feacios con los dioses y de su tecnología marítima superior. Un trayecto que en el mundo normal llevaría días, ellos lo hacen en una sola noche, sin incidentes, mientras el pasajero duerme.
Al fin, cuando salía la más rutilante estrella, la que de modo especial anuncia la luz de la Aurora, hija de la mañana, [66] la nave toca tierra en la isla de Ítaca: «A este sitio, que ya con anterioridad conocían [...] y varó en la playa, saliendo del agua hasta la mitad. ¡Tales eran los remeros por cuyas manos era conducida!».
Desembarcan en el puerto de Forcis:
... formado por dos orillas prominentes y escarpadas que convergen hacia las puntas y protegen... Al cabo del puerto está un olivo de largas hojas y muy cerca una gruta agradable, sombría, consagrada a las ninfas que Náyades se llaman... Dos puertas tiene el antro: la una mira al Bóreas y es accesible á los hombres; la otra, situada frente al Noto,[67] es más divina, pues por ella no entran los humanos, siendo el camino de los inmortales.Odisea, XIII [61]
Los salientes que se proyectan al mar crean un puerto seguro de aguas tranquilas, protegido por promontorios naturales donde las naves pueden fondear sin necesidad de amarras. Al fondo del puerto crece un olivo frondoso de largas hojas, árbol sagrado de Atenea y símbolo de paz y victoria. Muy cerca está la gruta de las Náyades,[68] con dos entradas —una para mortales y otra para inmortales— que la convierte en un lugar de encuentro entre lo humano y lo divino. Homero dice que los feacios ya conocían este sitio con anterioridad. La identidad colectiva feacia estaba ligada a la acogida de extranjeros que después devolvían sanos y salvos a sus patrias, incluso en lugares lejanos, con sus naves casi mágicas; no debía ser la primera vez que arribaban a Ítaca.
Apenas han saltado a tierra firme los remeros dejan a Odiseo todavía dormido sobre la colcha en la arena, junto al olivo en la orilla del puerto, muy cerca de la gruta. Depositan allí los presentes y riquezas que traen de Esqueria —algo apartadas del camino: no fuera que algún viandante se acercara a las mismas en tanto que Odiseo dormía y le hurtara algo— y retornan a su país.
Poseidón castiga a los feacios
1. Malestar de Poseidón la hospitalidad feacia ha interferido en demasía en sus designios respecto a Odiseo. Se queja comedido a Zeus. — 2. Zeus asiente Poseidón puede actuar según crea conveniente. La nave feacia es petrificada. — 3. Alcínoo recapacita Le recuerda a su pueblo una antigua profecía; en adelante cuidarán no estorbar la voluntad de los dioses. Ofrece desesperado doce toros a Poseidón para aplacar su ira. |
Poseidón, que sacude la tierra, no había olvidado sus amenazas a Odiseo. Se siente humillado:
—¡Padre Zeus! Ya no seré honrado nunca entre los inmortales dioses, puesto que no me honran en lo más mínimo ni tan siquiera los mortales, los feacios, que son de mi propia estirpe. No dejaba de figurarme que Odiseo tornaría a su patria, aunque padeciendo multitud de infortunios, pues nunca le quité del todo que volviese por considerar que con tu asentimiento se lo habías prometido; mas los feacios, llevándole por el ponto en velera nave, lo han dejado en Ítaca, dormido, después de hacerle innumerables regalos: bronce, oro en abundancia, vestiduras tejidas, y tantas cosas como nunca sacara de Troya si volviese indemne y habiendo obtenido la parte que del botín le correspondiera.Odisea, XIII [61]
El dios considera que la ayuda tan directa de los feacios ha sido un favor excesivo. El vagar de Odiseo en medio de dificultades trazado por el dios se acabó abruptamente; y no sólo eso sino que además lo dejan provisto de riquezas —bronce, oro en abundancia, vestiduras tejidas— y tantas cosas como si volviese indemne de Troya con su botín. La espléndida hospitalidad feacia desbarató los designios de Poseidón. Zeus, el que amontona las nubes, atiende su queja:
—... ¡Qué dijiste! No te desprecian los dioses, que sería difícil herir con el desprecio al más antiguo y más ilustre... está en tu mano tomar venganza. Obra, pues, como quieras y a tu ánimo le agrade.Odisea, XIII [61]
Poseidón espera en Esqueria el regreso de la nave feacia, que se acercó con rápido impulso y entonces, saliéndole al encuentro, la tornó un peñasco y con un golpe de su mano inclinada hizo que echara raíces en el suelo. Alcínoo lo contempla todo; teme que Poseidón vaya aún más allá con su ira privando a la ciudad del acceso al mar. Toma una decisión: en adelante se cuidarán mucho de que su hospitalidad interfiera los designios de las divinidades, que conocían:
—... Poseidón nos miraba con malos ojos porque conducíamos sin recibir daño a todos los hombres; y aseguraba que el dios haría naufragar en el obscuro ponto una hermosísima nave de los feacios, al volver de llevar a alguien, y cubriría la vista de la ciudad con una gran montaña. Ea, hagamos lo que voy a decir. Absteneos de conducir los mortales que lleguen a nuestra población y sacrifiquemos doce toros escogidos a Poseidón, para ver si se apiada de nosotros y no nos cubre la vista de la ciudad con la enorme montaña.Odisea, XIII [61]
Atenea se muestra a Odiseo
4.1 Diálogo inicial: Odiseo miente sobre su origen; Atenea como joven pastor.— 4.2 Revelación mutua y confirmación de que está en Ítaca. — 4.3 Realismo de Atenea: «no es momento de emociones ni de oraciones», le advierte pragmática, sino de guardar los tesoros en la cueva de las ninfas y de actuar contra los pretendientes —tienes que pensar en algo—. Lo disfraza de mendigo y decide que él se reúna con Eumeo mientras ella parte en búsqueda de Telémaco.
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Entretanto, en Ítaca, Atenea había envuelto la tierra en una niebla para proteger a Odiseo. Ya despierto de su sueño no sabe dónde está, cree que los feacios lo engañaron y abandonaron en tierra extraña.
¡Ay de mí! ¿Qué hombres deben de habitar esta tierra a que he llegado? ¿Serán violentos, salvajes e injustos, u hospitalarios y temerosos de los dioses? ¿Adónde podré llevar tantas riquezas?... Mas, ea, contaré y examinaré estas riquezas: no se hayan llevado alguna cosa en la cóncava nave cuando de aquí partieron.
Contó los trípodes, los calderos, el oro y las hermosas vestiduras tejidas; no faltaba nada, pero lloraba por su patria. Entonces se le acerca Atenea bajo la apariencia de un joven pastor de ovejas:
—«¡Amigo! Ya que eres el primer hombre a quien encuentro en este lugar, ¡salud!, y ojalá no vengas con mala intención para conmigo; antes bien, salva estas cosas y sálvame a mí mismo, que yo te lo ruego como a un dios y me postro a tus rodillas...dime con verdad para que yo me entere: ¿Qué tierra es ésta? ¿Qué pueblo? ¿Qué hombres hay en la comarca?»
—¡Forastero! Eres un simple o vienes de lejos cuando me preguntas por esta tierra, cuyo nombre no es tan obscuro... Es, en verdad, áspera e impropia para la equitación; pero no completamente estéril, aunque pequeña, pues produce trigo en abundancia y también vino; nunca le falta ni la lluvia ni el fecundo rocío; es muy a propósito para apacentar cabras y bueyes; cría bosques de todas clases, y tiene abrevaderos que jamás se agotan. Por lo cual, oh forastero, el nombre de Ítaca llegó hasta Troya, que, según dicen, está muy apartada de la tierra aquiva.[69]Odisea, XIII [61]
Ítaca, isla austera de vida sencilla y dura
Homero describe Ítaca como una isla modesta y rocosa, no lujosa ni exuberante, en contraste con lugares míticos como el jardín de Alcínoo o la isla de Calipso. Es una tierra que no destaca por riquezas agrícolas espectaculares, sino por sustentar una vida sencilla y dura. Isla áspera, no apta para caballos, pero fértil en trigo, vino, pastos para cabras y vacas; y agua abundante.
No hay grandes ríos, pero sí numerosas fuentes que no se secan. Las islas Jónicas y amplias zonas de Sicilia reciben precipitaciones suficientes para el abastecimiento natural de una población modesta de economía agrícola de secano (trigo, cebada, vid, olivo) y pastoril (cabras, ovejas, cerdos) como la homérica. La lluvia se infiltra rápidamente en el terreno kárstico predominante, circula subterráneamente y emerge en numerosos manantiales perennes (fuentes kársticas), incluso en verano seco.
Su bosque típico era el esclerófilo mediterráneo: árboles perennes de hojas duras, adaptados a veranos secos.
Había robledales densos y caducifolios como el famoso de Folói asociado a los centauros y dríadas (monte Erimanto, Peloponeso occidental), y otros, en montañas medias y altas, más húmedas (como el Parnaso o el Pelión). Los encinares predominaban en zonas bajas y medias (600-800 m), en laderas secas, costas y colinas con suelos pobres y calizos.
En las islas abundaba un paisaje de pinares abiertos, encinares aclarados y matorrales (lentisco, mirto, madroño, algarrobo, brezo), con olivares en las zonas bajas.
Aunque Atenea no lo menciona, los olivos estaban por todas partes, tanto silvestres en las laderas como cultivados en terrazas. El olivo era el árbol por excelencia del que se obtenía abundante aceite, esencial en la Grecia antigua como alimento, ungüento e iluminación.
Ítaca era una tierra sometida al ciclo natural: dependía de la lluvia, el rocío y el esfuerzo humano; no había magia que hiciera fructificar eternamente. Era pobre pero noble, donde el valor residía en la gente y no en la opulencia.
En cambio Esqueria se presentaba como un lugar mítico, idealizado (Odisea VI, VII y VIII): el palacio de Alcínoo era suntuoso, con un jardín de perfección sobrenatural de árboles altos y florecientes (perales, granados, manzanos, higueras y verdes olivos); fruta perenne que nunca faltaba, ni en invierno ni en verano; siempre había flores y frutos maduros al mismo tiempo, gracias al soplo constante del Céfiro (viento oeste) que hacía germinar y madurar; viñedos con uvas eternas, parte secándose al sol y parte recolectándose; huertos con toda clase de verduras, fuentes dobles (una para el jardín, otra para la ciudad).
Ítaca era el hogar humilde y áspero que forjaba el carácter austero de sus habitantes, como el del astuto y resistente Odiseo.
Metis de Odiseo: su falsa historia
Odiseo, que sigue recelando de cuanto ve y oye, le cuenta a la diosa una historia falsa acerca de su llegada allí: se presenta como un hombre rico —he llegado ahora con estas riquezas. Otras tantas dejé a mis hijos—, hijo menor de un cretense, que ha tenido que huir de su isla por haber matado a Orsíloco, hijo del rey Idomeneo:
— ... «voy huyendo porque maté al hijo querido de Idomeneo, a Orsíloco, el de los pies ligeros, que aventajaba en la ligereza de sus pies a los hombres industriosos de la vasta Creta»...Odisea, XIII [61]
Odiseo inventa una historia que justifica su presencia allí con riquezas, a la vez que lo enaltece a él por su arrojo y valor. Dice que tuvo que matar a Orsíloco —al que 'presta' el epíteto «el de los pies ligeros» (ποδάρκης, podárkēs) que corresponde a Aquiles— porque deseó quitarle el botín de Troya por el que tantas fatigas padeciera, ya combatiendo con los hombres, ya surcando las temibles ondas. Lo acechó de noche junto a un camino y lo alanceó con el agudo bronce. Seguidamente, huyó y se embarcó con unos fenicios ilustres, a quienes dio parte del botín para que lo llevaran a Pilos o a Élide, donde ejercen su dominio los epeos, pero el viento los extravió y llegaron a esta tierra. Con mucho esfuerzo de remos arribaron al puerto y se echaron en la playa. Mientras él, cansadísimo, caía en un dulce sueño los fenicios desembarcaron sus riquezas, las dejaron en la arena y partieron a Sidón, quedando él aquí con el corazón triste.
Las mentiras de Odiseo
Esa fabulación de Odiseo es la primera de sus mentiras cretenses, unas narraciones fingiendo ser otro hombre para ocultar su identidad y evaluar la situación.
En ésta Odiseo se presenta arrogante y valiente. Es un hombre audaz que no dudó en matar a otro por honor y codicia heroica. No se victimiza: él es el agresor y como tal se muestra ante Atenea que lo desenmascara y elogia por su astucia.
Para que su mentira sea más creíble introduce algunas verdades:
- Luchó en Troya: es cierto. Odiseo participó en la Guerra de Troya, como se narra en la Ilíada y en su propio relato a los feacios. Esta parte de la mentira está arraigada en su experiencia real.
- Tiene riquezas: también es cierto. Alcínoo, rey de los feacios, le había regalado numerosos tesoros antes de su regreso a Ítaca (oro, bronce, ropa fina), que ahora le permiten fingir ser un hombre adinerado.
Odiseo transformado en mendigo
Atenea, la deidad de los brillantes ojos, que lo había escuchado todo regocijada, le halagó con la mano y, transfigurándose en una mujer hermosa y alta le habló:
—Astuto y falaz habría de ser quien te aventajara en cualquier clase de engaños, aunque fuese un dios el que te saliera al encuentro. ¡Temerario, artero, incansable en el dolo! ¿Ni aun en tu patria habías de renunciar a los fraudes y a las palabras engañosas, que siempre fueron de tu gusto?Odisea, XIII [61]
La diosa de la sabiduría se complace divertida ante un mortal que está pretendiendo engañarla:
—Mas, ea, no se hable más de ello, que ambos somos peritos en las astucias; pues si tú sobresales mucho entre los hombres por tu consejo y tus palabras, yo soy celebrada entre todas las deidades por mi prudencia y mis astucias.Odisea, XIII [61]
Y le desvela quién es y porqué está allí con él:
—Pero aún no has reconocido en mí a Palas Atenea, hija de Zeus, que siempre te asisto y protejo en tus cuitas e hice que les fueras agradable a todos los feacios. Vengo ahora a forjar contigo algún plan, a esconder cuantas riquezas te dieron los ilustres feacios por mi voluntad e inspiración cuando viniste a la patria, y a revelarte todos los trabajos que has de soportar fatalmente en tu morada bien construida...Odisea, XIII [61]
Odiseo la reconoce y le pregunta ansioso por su tierra:
—... «Difícil es, oh diosa, que un mortal al encontrarse contigo logre conocerte, aunque fuere muy sabio, porque tomas la figura que te place... Ahora por tu padre te lo suplico —pues no creo haber arribado á Ítaca, que se ve de lejos, sino que estoy en otra tierra y que hablas de burlas para engañarme— dime si en verdad he llegado á mi querida tierra.»Odisea, XIII [61]
Atenea le asegura que sí lo es: ea, voy a mostrarte el suelo de Ítaca para que te convenzas ... Éste es el puerto de Forcis... aquél, el olivo de largas hojas que existe al cabo del puerto; cerca del mismo se halla la gruta deliciosa, sombría, consagrada a las ninfas que Náyades se llaman: aquí tienes la abovedada cueva donde sacrificabas a las ninfas gran número de perfectas hecatombes; y allá puedes ver el Nérito,[70] el frondoso monte.
Odiseo, se alegra holgándose de su tierra y ora a las ninfas; mas Atenea tiene otras preocupaciones mucho más de este mundo: asegurar las riquezas y presentes que trajo Odiseo —el oro, el bronce, las vestiduras—; y así lo hicieron, guardándolas en el fondo de la cueva.
Se sientan en las raíces del olivo y nuevamente Atenea toma la iniciativa:
—Te asistiré ciertamente, sin que me pases inadvertido cuando en tales cosas nos ocupemos, y creo que alguno de los pretendientes que devoran tus bienes manchará con su sangre y sus sesos el extensísimo pavimento.Odisea, XIII [61]
En primer lugar transformará la apariencia de Odiseo para hacerlo irreconocible:
—... voy hacerte incognoscible para todos los mortales: arrugaré el hermoso cutis de tus ágiles miembros, raeré de tu cabeza los blondos cabellos, te pondré unos harapos que causen horror al que te vea y haré sarnosos tus ojos, antes tan lindos, para que les parezcas un ser despreciable a todos los pretendientes y a la esposa y al hijo que dejaste en tu palacio...Odisea, XIII [61]
Después Odiseo debe ir en busca de Eumeo:[71]
—... Llégate ante todo al porquerizo, al guardián de tus puercos, ... los cuales pacen junto a la roca del Cuervo, en la fuente de Aretusa, comiendo abundantes bellotas ... e interrógale sobre cuanto deseares...Odisea, XIII [61]
Dicho esto, tocándolo con una varita lo transformó en un pordiosero vagabundo provisto de un palo y un zurrón astroso lleno de agujeros.
Y la diosa emprendió su camino en busca de Telémaco:
Después de deliberar así, se separaron, yéndose Minerva a la divinal Lacedemonia donde se hallaba el hijo de Odiseo.Odisea, XIII [61]
Canto XIV
Odiseo en la majada de Eumeo. Odiseo no revela su verdadera identidad a Eumeo, quien lo recibe con comida y manta. Se encuentra con la diosa Atenea, y juntos preparan la venganza contra los pretendientes.
Canto XV
Telémaco regresa a Ítaca. Atenea aconseja al joven Telémaco salir de Esparta y regresar a su hogar. Le advierte que los pretendientes quieren ponerle una trampa para matarlo y le dice que viaje de noche.
Mientras tanto, Eumeo relata su vida y sus orígenes al mendigo, y de cómo llegó al servicio de Odiseo.
Canto XVI
Odiseo le dice a su hijo (Telémaco) que él es su padre. Gracias a la ayuda de la diosa, Telémaco consigue eludir la trampa que los pretendientes le habían preparado a la entrada de la isla. Una vez en tierra, se dirige por consejo de la diosa a la casa de Eumeo, donde conoce al supuesto mendigo. Cuando Eumeo marcha a casa de Penélope a darle la noticia del regreso de su hijo, Odiseo revela su identidad a Telémaco, asegurándole que en verdad es su padre, a quien no ve desde hace veinte años. Tras un fuerte abrazo, planean la venganza, con la ayuda de Zeus y Atenea.
Canto XVII
Odiseo mendiga entre los pretendientes. Al día siguiente, Odiseo, de nuevo como mendigo, se dirige a su palacio. Solo es reconocido por su perro Argos, que, ya viejo, fallece frente a su amo. Al pedir comida a los pretendientes, Odiseo es humillado e incluso golpeado por ellos.
Canto XVIII
Los pretendientes vejan a Odiseo. Aparece un mendigo real, llamado Iro, quien solía pasarse por el palacio. Riéndose de Odiseo, lo reta a una pelea. Los pretendientes aceptan que el ganador se junte a comer con ellos. Le dan dos trozos de pan a Odiseo, que, tras quitarse su manta y dejar ver sus músculos, gana fácilmente al mendigo. A pesar de la victoria, ha de seguir soportando las vejaciones de los orgullosos pretendientes.
Canto XIX
La criada Euriclea reconoce a Odiseo. Odiseo, ocultando su verdadera identidad, mantiene una larga conversación con Penélope, quien ordena a su criada Euriclea que lo bañe. Euriclea, que fue nodriza del héroe cuando era niño, reconoce una cicatriz que a Odiseo, en su juventud, le hizo un jabalí cuando se encontraba cazando en el monte Parnaso. La esclava, pues, reconoce a su amo, que le hace guardar silencio para no hacer fracasar los planes de venganza.
Canto XX
La última cena de los pretendientes. Al día siguiente, Odiseo pide una señal, y Zeus lanza un trueno en medio del cielo azul. Este gesto es entendido por uno de los sirvientes como una señal de victoria sobre los pretendientes. Odiseo aprovecha para ver quién es fiel al desaparecido rey y, por tanto, habrá de conservar la vida. Un profeta, amigo de Telémaco, avisa a los pretendientes de que pronto los muros se mancharán con la sangre de ellos. A pesar de que algunos de ellos dan crédito a la profecía y huyen, la gran mayoría de ellos se ríen de ella.
Canto XXI
El certamen del arco. Aparece Penélope con un arco que Odiseo dejó en casa a su marcha a Troya. Promete a los pretendientes que se casará con aquel que consiga hacer pasar la flecha por los ojos de doce hachas alineadas. Uno tras otro, los pretendientes lo intentan, pero ni siquiera son capaces de tensar el arco. Odiseo pide participar en la prueba, pero los pretendientes se lo deniegan. Tras la insistencia de Telémaco, le es permitido intentarlo. Con suma facilidad, Odiseo tensa el arco y consigue hacer pasar la flecha por los ojos de las hachas, ante el asombro de los presentes. A la señal de su padre, Telémaco se arma, preparándose para la lucha final.
Canto XXII
La venganza. Antínoo, jefe de los pretendientes, se encuentra bebiendo cuando Odiseo le atraviesa la garganta con una saeta y le da así muerte. Ante las quejas de los demás, Odiseo responde con amenazadoras palabras, y los pretendientes temen por sus vidas. Se inicia la feroz lucha, con los numerosos pretendientes por un lado y Odiseo, su hijo y sus dos fieles criados por otro. Melantio, infiel cabrero de Odiseo, consigue armas, pero gracias a la ayuda de Atenea, todos aquellos que traicionaron a Odiseo van muriendo uno por uno. Las esclavas son colgadas del cuello en el patio del palacio, mientras que Melantio es cortado en pedazos para que se lo coman los leones. Odiseo manda a Euriclea que haga fuego y limpie el patio con azufre. La esclava avisa a las mujeres que fueron fieles al héroe, que llegan y abrazan a su amo.
Canto XXIII
Penélope reconoce a Odiseo. Después de matar a los pretendientes que se hospedaban en su casa, Odiseo manda a los presentes que vistan sus mejores trajes y bailen, para que el pueblo no sospeche lo ocurrido. Con la ayuda de Euriclea, el héroe se presenta a Penélope. Como el aspecto de Odiseo es distinto al que conocía Penélope, que además está casi convencida de que él ha muerto, el héroe no es reconocido por su esposa. Entonces, Odiseo describe el lecho conyugal, y cómo lo hizo él mismo de un olivo. Penélope, convencida, abraza a su esposo, que le narra sus aventuras. Finalmente le cuenta que aún tendrá que hacer otro viaje antes de terminar su vida en una tranquila vejez.
Canto XXIV
El pacto. Las almas de los muertos viajan al Hades, donde cuentan lo ocurrido a Agamenón y Aquiles, compañeros del héroe en la expedición de los aqueos a Troya. Odiseo marcha a casa de su padre, Laertes, que se encuentra trabajando en la huerta. El hombre se encuentra envejecido y apenado por la larga ausencia de su hijo. Para ser reconocido, Odiseo le muestra la cicatriz y recuerda los árboles que en su infancia le regaló su padre.
Mientras, los familiares de los pretendientes se juntan en asamblea, y piden venganza por la muerte de los suyos. Odiseo, su hijo y su padre, que se encuentran en la casa de este, aceptan el reto, y da comienzo la lucha. Laertes dispara una lanza que mata al padre de Antínoo. Pero en ese momento cesa la lucha. Interviene la diosa Atenea, que anima a los itacenses a llegar a un pacto, para que juntos vivan en paz durante los años venideros.
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Contexto
Se reúnen las observaciones y anotaciones sobre la Odisea, vinculadas desde su resumen, por ser demasiado extensas para mostrarlas en notas a pie de página.
Salvo que se advierta otra cosa, la versión de referencia de La Odisea es la Segalá (1910).
Apólogos de Odiseo (cantos IX al XII)
Los cantos IX al XII de la Odisea reciben el nombre tradicional de «Apólogos de Odiseo» o «relato a los feacios». Constituyen la narración en primera persona más extensa de toda la épica homérica: desde el verso IX.1 hasta el XII.452, Odiseo actúa como su propio narrador ante el rey Alcínoo y la corte feacia,[72] relatando las vicisitudes de su frustrado regreso a Ítaca, desde la partida de Troya hasta su llegada a la isla de Calipso, donde permaneció retenido siete años.
El término «apólogo»[73] (del griego ἀπόλογος, /apólogos/; plural ἀπόλογοι, /apólogoi/) significa literalmente «relato» o «narración razonada». Se forma a partir de ἀπό (/apó/, «de», «desde») + λόγος (/lógos/, «palabra», «relato»). En la crítica homérica moderna el nombre fue acuñado por los eruditos helenísticos y adoptado luego por la filología contemporánea para designar específicamente este largo relato en primera persona que un personaje inserta dentro de la narración principal. En la Odisea este recurso convierte al héroe en aedo de sí mismo y le permite construir su propio κλέος (/kléos/, «gloria» o «fama inmortal») ante un auditorio interno (los feacios) que, a su vez, se convertirá en transmisor de esa fama:
Alcínoo a Odiseo: ... tú das belleza a las palabras, tienes excelente ingenio e hiciste la narración con tanta habilidad como un aedo, contándonos los deplorables trabajos de todos los argivos y de ti mismo. Mas, ea, habla y dime sinceramente si viste a algunos de los deiformes amigos que te acompañaron a Ilión y allí recibieron la fatal muerte. La noche es muy larga, inmensa, y aún no llegó la hora de recogerse en el palacio. Cuéntame, pues, esas hazañas admirables; que yo me quedaría hasta la divinal aurora, si te decidieras a referirme en esta sala tus desventuras.Odisea XI.362
Segalá (1910)
Epítetos y atributos
- «de multiforme ingenio»
Odiseo es persona inteligente, resolutiva, hábil, imaginativa y capaz. Estas cualidades de expresan a lo largo del poema se con matices diversos:
- πολύτροπος (polýtropos): «de muchos modos», «multiforme» y con capacidad de cambiar de identidad o de discurso con los «muchos recursos» que posee.
Así, en la versión de Segalá (1910):[6]
a) Invocación a la Musa en la asamblea de los Dioses (I.1): Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio que, después de destruir la sacra ciudad de Troya, anduvo peregrinando larguísimo tiempo...
b) Circe, al no conseguir que Odiseo entre en la pocilga junto a sus compañeros ya transformados en puercos (X.325): Hay en tu pecho un ánimo indomable. Eres sin duda aquel Odiseo de multiforme ingenio, de quien me hablaba siempre el Argicida... - πολύμητις (polýmētis): «de muchos pensamientos», dotado de inteligencia e ingenio; con capacidad para planificar estrategias en situaciones comprometidas y difíciles, mostrando prudencia o perfidia (Μῆτις, Mḗtis).
- πολυμήχανος (polymḗkhanos): «de muchos trucos», con habilidad para idear engaños y maquinaciones, como el famoso caballo de Troya.
En otros pasajes se habla del héroe como el «preclaro Odiseo», de διοτρεφής (diotrephḗs, «criado o alimentado por Zeus»), epíteto que sólo se le aplica a Odiseo. Pondera su nobleza, bondad y predilección divina (fue criado por Zeus) más que su condición de hombre «con mañas», «astuto» (mḗtis).
Así, al final de XI.180, le dice su madre Anticlea que ella no murió por enfermedad, sino por la soledad que de ti sentía y el recuerdo de tus cuidados y de tu ternura, preclaro Odiseo (mi buen hijo, predilecto de Zeus)...
El epíteto se aplica a Odiseo exclusivamente, y siempre en boca de quienes lo aman o admiran de modo especial.
- «dotado de voz»
El atributo «dotada de voz» se repite varias veces en el poema, aplicado generalmente a Circe. Hay variantes, «Circe la diosa de voz humana» (Κίρκη θεὰ αὐδήεσσα, Kirke theà audḗessa), que destaca tanto su naturaleza divina (θεὰ, theà) como su poder sobre el lenguaje y la magia. Aunque diosa menor, se la realza por su voz seductora que la dota de más poder.
En un caso se nos dice que oyeron cantar a Circe «con voz pulcra» (X-203), quien un poco más adelante transformará en puercos a los hombres de Odiseo. El contraste entre la pulcritud de la voz y la cochambre de una pocilga de cerdos apunta con ironía hacia el fingimiento y astucia de la hechicera.
En la magia antigua, la voz es el principal vehículo del encantamiento. Circe no sólo usa drogas y una varita sino que canta y habla para hechizar. Por otra parte «dotada de voz» es un recurso poético para decir la que encanta con su voz o la que tiene voz mágica.
Respecto a Penélope leemos «de voz agradable» o «con dulce voz», destacando su poder de tejer un lazo emocional por la persuasión o la seducción. O bien mostrando su voz como un instrumento de astucia y gracia.
La voz era una facultad especialmente importante en la Grecia arcaica. Entre los siglos VIII y VI a. C. la transmisión de conocimientos, historias y tradiciones se realizaba principalmente a través de la palabra hablada, haciendo de la oralidad un rasgo esencial de la cultura y literatura de la época.
Euríloco
Euríloco es un personaje secundario de la Odisea que se muestra pragmático de matices cambiantes: prudente, cobarde, altanero. Aparece en los cantos X y XII principalmente.
- Canto X Euríloco, prudente, no se deja seducir por el canto de Circe y enseguida corre a avisar a Odiseo de que sus compañeros fueron convertidos en cerdos.
Poco después cuando Odiseo va a rescatar a sus hombres, Euríloco, cobarde, no quiere acompañarlo. - Canto XII En la isla de Helios, Euríloco, atemorizado por el temporal, instiga a los hombres a quedar en tierra pese al oráculo de Tiresias. Más tarde, temerario y arrogante, anima a comer las vacas de Helios, cosa que hacen con funestas consecuencias.
Invocaciones y exhortaciones
- «háblame Musa»
ἔννεπε Μοῖσα, énnepe Móisa
El poema comienza con una invocación ritual a la Musa.[9]
Según versiones:
- Musa, dime del hábil varón que en su largo extravío... (Pabón 1982)
- Háblame, Musa, de aquel varón de multiforme ingenio... (Segalá 1910)
En la épica griega [74] arcaica el aedo es un mero intermediario entre lo divino y lo humano, de modo que el auditorio escucha los versos como una revelación de lo sagrado. Él no inventa historias: transmite la gloria o fama inmortales (κλέος, kléos) que las Musas, testigos eternos, le revelan y que sobrevive a la muerte gracias al canto. De ahí el imperativo ἔννεπε, énnepe:
- ἔννεπε Μοῖσα, énnepe Móisa: «transmite/proclama en canto, Musa»
La invocación a la Musa convierte lo que dice el aedo en una revelación que transforma los hechos en kléos (fama inmortal). El canto no es mero adorno ni entretenimiento, sino verdad histórica garantizada por testigos divinos. Además, en una sociedad de tradición fundamentalmente oral, las Musas funcionan como depositarias infalibles de la memoria colectiva, equivalentes a unos «archivos vivos» de todo cuanto merece ser recordado.
→ Epítetos y atributos: «dotado de voz»
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Traducciones al español
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Contexto

Entre las traducciones al español cabe citar a Gonzalo Pérez (1550), Mariano Esparza (1837, en verso),[75] Antonio de Gironella (1851, en verso), Luis Segalá y Estalella (1910), Ángel María Garibay K. (1931), Fernando Gutiérrez González (1951, en hexámetros), José Manuel Pabón y Suárez de Urbina (1982), José Luis Calvo Martínez (1988), Carlos García Gual (2004), Pedro Tapia Zúñiga (2013, en verso) y Marta Alessi (2025, en verso).
La primera traducción al español conocida en ser realizada por una mujer es obra de la cubana Laura Mestre Hevia, la cual se mantiene parcialmente inédita. Recientemente la argentina Marta Alesso preparó una nueva traducción en verso del poema, con un enfoque puesto en el público hispanoparlante latinoamericano.[76]
Versiones en línea
- García Gual (2004)
Homero, Odisea. Introducción y traducción de Carlos García Gual (2004). Alianza Editorial 2008. Vía Internet Archive. Consultado el 18 de diciembre de 2025. - Pabón (1982)
Homero, Odisea. Traducción de José Manuel Pabón (1982). Editorial Gredos 1993. ISBN 84-249-0302-1. Vía Internet Archive. Consultado el 5 de diciembre de 2025. - Segalá y Estalella (1910)
Homero. La Odisea. Traducción de Luis Segalá y Estalella. Vía Wikisource.
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Impacto cultural de la Odisea
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Contexto
Véase también: Categoría:La Odisea en el arte
La repercusión de la Odisea en la cultura occidental se puede ver en las numerosas adaptaciones y versiones que su argumento ha tenido en prosa, verso, teatro, cine, televisión e historieta. Además, ha legado al idioma español los términos odisea y mentor (y términos similares en otros idiomas occidentales).
- Literatura
- La novela Ulises, del irlandés James Joyce, rinde tributo al antiguo poema homérico con un ligero matiz irónico, ya que narra los hechos cotidianos que ocurren en un solo día en la vida de su protagonista.
- La novela autobiográfica de José Vasconcelos Ulises Criollo,[77] que se enfoca en la vida del filósofo durante los tiempos de la Revolución Mexicana y su participación en ella.
- La novela Adán Buenosayres, de Leopoldo Marechal, es una reescritura del recorrido de Ulises, encarnado por un intelectual y poeta que desanda una Buenos Aires mítica plagada de simbologías y alusiones universales.
- En la novela La hija de Homero, Robert Graves expone su punto de vista sobre la composición de la Odisea tal como la conocemos.
- En El viajero perdido, César Mallorquí relata una historia moderna del héroe griego.
- Marvel Comics publicó una adaptación a la historieta gráfica en la colección Marvel Illustrated.
- En la novela Una Odisea. Un padre, un hijo, una epopeya, de Daniel Mendelsohn se relata un curso universitario de la Odisea entremezclado con el padre del profesor y un crucero por los lugares originales del mar Egeo y Asia Menor.[78]
- Música
- Epic: The Musical, escrito por Jorge Rivera-Herrans
Véase también: Categoría:La Odisea en la música
- Cine y televisión


- L'Île de Calypso: Ulysse et le géant Polyphème (1905): cortometraje dirigido por George Méliès.
- Odisea de Homero (L'Odissea, 1911): mediometraje dirigido por Giuseppe De Liguoro, Francesco Bertolini y Adolfo Padovan (1869 - 1930).
- Ulises (1954): película dirigida por Mario Camerini, con Kirk Douglas en el papel principal. Según se afirma en los títulos de crédito, los exteriores están rodados en los lugares que se suponía entonces que eran los correspondientes a los nombrados en la Odisea.
- Odissea: revista musical para televisión producida por la RAI y emitida el 18 de abril de 1964. Es una adaptación en verso con ripios parecidos a los de la astracanada. Se puede ver, entre otras cosas, a las Gemelas Kessler haciendo de sirenas y a los dioses del Olimpo como si fueran tertulianos o presentadores de un programa de televisión, además de barruntar de antemano los viajeros el tamaño del cíclope Polifemo por el peine en lugar de por el hacha. La revista es la última de las ocho parodias que constituyeron la serie Biblioteca di Studio Uno.
- La Odisea o Las aventuras de Ulises (Odissea o Le avventure di Ulisse, 1968): miniserie de televisión producida por la RAI y Dino De Laurentiis, y dirigida por Franco Rossi. De ella se montó después un condensado para el cine. La obra da un tratamiento teatral a las secuencias en interiores.
- La Odisea (1976): serie de televisión de la compañía de teatro Els Joglars.
- Ulises 31: anime franco-japonés de 1981, adaptación libre de la Odisea' que sitúa la historia en el siglo XXXI.
- La odisea: película animada del año 1987 de la productora australiana Burbank Films Australia.
- L'Odissea: musical de televisión transmitido por el Canale 5 el 13 y el 20 de diciembre de 1991. Seguía el planteamiento de la serie de la RAI Biblioteca di Studio Uno, constaba de parodias de canciones adaptadas a la historia que se narraba y contaba con Sylva Koscina encarnando a Atenea.
- La Odisea (1997): miniserie para la televisión dirigida por Andrei Konchalovsky y con Armand Assante en el papel de Odiseo.
- O Brother, Where Art Thou? (2000): película de los hermanos Coen que recrea la Odisea en plena Gran Depresión americana.
- The Return (2024): película de Uberto Pasolini.
- La Odisea (2026): escrita, producida y dirigida por Christopher Nolan.
- Teatro
- La Odisea. Els Joglars. La compañía dirigida por Albert Boadella hizo su particular versión del clásico que nos ocupa, a partir de la que había hecho para la televisión en 1976. Fue estrenada el 14 de septiembre de 1979 en el Auditorio de Palma de Mallorca, y se representó hasta el 30 de marzo de 1980.
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Véase también
Bibliografía
- Odisea. Volumen I, Cantos I-IV. Introducción y edición crítica Mariano Valverde Sánchez, traducción y notas José García López y revisión Esteban Calderón Dorda. Madrid: Consejo Superior de Investigaciones Científicas. 2022. ISBN 978-84-00-11023-9.[79][80]
- Odisea. Introducción de Manuel Fernández-Galiano, traducción de José Manuel Pabón. Madrid: Editorial Gredos. 1982/2002. ISBN 978-84-249-0302-2.
- Odisea. Introducción de Antonio López Eire; traducción de Lluís Segalà i Estalella. Madrid: Editorial Espasa-Calpe, Colección Austral num. 70. 1951/2006. ISBN 978-84-670-2168-4.
- Odisea. Traducción de Carlos García Gual. Madrid: Alianza Editorial. 2004. ISBN 978-84-206-7750-7.
- Odisea. Traducción de José Luis Calvo. Madrid: Ediciones Cátedra. 1988. ISBN 978-84-376-0640-8.
- Odisea. Prólogo de Manuel Alcalá; traducción de Luis Segalá y Estalella. México: Editorial Porrúa. 1960. ISBN 970-07-5827-3.
- Odisea. Estudio introductorio de Albrecht Dihle; traducción de Pedro C. Tapia Zúñiga, México, UNAM (Bibliotheca Scriptorum Graecorum et Romanorum Mexicana). 2013. ISBN 978-607-02-4621-0.
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Notas y referencias
Enlaces externos
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